Corazón de Gemas

CAPÍTULO 4 ALEXA LE ADVIERTE A DAMIÁN DEL PELIGRO QUE SIGNIFICA ESTAR AL LADO DE ALPHA.

Y él volvía a poner su mente en blanco. Alpha se sorprendió una vez más del poder de concentración que tenía Damián, reconociendo que por esa razón y otras más, era el primero de la clase.

—¿Estás de acuerdo? —Dijo Damián—Porque no sé cómo lo tomará Jarlath cuando le digas que…bueno, sabes que no le agrado y ahora que no puedes volver a la Universidad, no sé si él te permita verme.

Silencio.

—Me gustaría que fueran amigos. —dijo ella, haciendo un mohín.

Damián negó levemente con la cabeza.

—Me he puesto en los zapatos de Jarlath y lo comprendo perfectamente. Yo tampoco querría ser su amigo. Lo que pides es imposible.

Alpha pensó con tristeza que nada era imposible, pero que los terrenales no pudieran entenderlo, era otra cosa. Al llegar a la casa de Grainne, se sorprendió al ver que Jarlath estaba en la acera, esperándola. Se estremeció al ver el rostro contrariado de él. Damián cruzó una mirada con Jarlath, mientras Alpha salía del auto y se despidió alzando la mano, luego caminó serenamente hacia Jarlath.

—Pudiste haberme llamado para que fuera por ti. —Dijo Jarlath, con voz grave.

Alpha se quedó atónita ante ese tono de voz que estaba usando Jarlath, pues sabía que Damián todavía no ponía el auto en marcha y con seguridad había escuchado, lo que la hizo sentirse avergonzada.

—¿Qué es lo que te sucede Jarlath? —Le preguntó ella, advirtiéndole con la mirada.

—También te dije que esto sucedería y ahora no podrás volver a la Universidad. —Jarlath farfulló, sintiéndose enfadado.

Alpha sintió que su cuerpo se enardecía sin remedio. Era demasiada la presión que sentía su pecho, de pronto sintió una sacudida y sabía lo que iba a pasar, así que se volvió y comenzó a caminar sobre la acera. Oyó los gritos de Damián que salía del auto, luego los de Jarlath. Su corazón latió fuertemente, mientras sus ojos se encendían liberando las llamas que había guardado celosamente en un cofre, desde que había llegado al mundo terrenal. Pero las cadenas de hierro que envolvían ese cofre, se reventaron bruscamente...

Intuyó lo que estaba pasando detrás de ella y se volvió un poco, viendo como Jarlath y Damián se agarraban de las solapas, pero ella no quería estar ahí, así que su cabello que estaba como la grana, se liberó como ráfaga de la cinta elástica que lo sujetaba y sus alas brotaron, haciendo añicos la blusa que vestía. En el siguiente instante, salió disparada en un vuelo accidentado, ante las miradas anonadadas de los hombres.

—¿Ves lo que has provocado? —le gritó Damián a Jarlath.

—¡Tú no puedes opinar nada! —Jarlath lo soltó dándole un empujón— ¡No sabes nada de Alpha!

—Sería una discusión sin fin, si tengo que defender mi derecho de amigo por saber cosas de Alpha. ¡Ella lo que necesita es tu apoyo, no reclamos! —Damián negó con la cabeza— Incluso me acaba de decir que le gustaría que tú y yo seamos amigos.

Jarlath contrajo el rostro y toda la rabia que sentía comenzó a diluirse al pensar que Alpha estaba sufriendo con la situación de verse amenazada, por el descubrimiento de su naturaleza y él solo estaba dedicándose a sentir unos celos absurdos, que lo estaban transformando en algo que no era. Se frotó la frente y luego miró a Damián.

—Dime que Alpha no te interesa en lo absoluto.

—Lo que yo sienta, no cambiaría los sentimientos que ella tiene por ti, pero veo que estás empeñado en trastornarte con la desconfianza. Sólo te voy a decir que no abandonaré a Alpha. Tendrá todo mi apoyo.

—¿Quién te ha pedido que seas su guardián? —Jarlath lo fulminó con la mirada—Para eso, me tiene a mí.

—Si, ya vi el respaldo que tiene contigo.

—Te prohíbo que te acerques a ella, —Jarlath masculló, apuntándolo con el índice—No tienes ningún derecho.

Damián se sacudió la ropa y lo miró fijamente.

—Ni tú tampoco. ¿Acaso te has comprometido con ella?

Jarlath se sintió airado con esa insinuación y abrió la boca, pero luego, sintiéndose sin palabras, la cerró. Damián lo miró.

—Sí, me imaginaba que no está en tu mente todavía comprar el anillo. Que estés bien, Jarlath.

Dicho esto, Damián se metió a su auto y se alejó por la calle en dirección por donde había visto volar a Alpha. Al ver eso, Jarlath corrió hacia el interior de la casa, buscó una muda de ropa para ella, agarró las llaves de su coche y salió del edificio.

Mientras tanto, en lo alto de un pino silvestre en Belvoir, Alpha descendía lentamente, al mismo tiempo que comenzaba a tranquilizarse. Se sostuvo de la última rama y se abrazó del tronco. Sentía mucha nostalgia. Su cabello matizado de negro y sus ojos del mismo color, se nublaron por las lágrimas. Los diamantes diminutos iban cayendo uno a uno a lo largo del árbol hasta tocar el suelo. Después de varios minutos, aterrizó en la tierra y se sentó, pegándose en la corteza del tronco. Alpha pegó su frente sobre sus rodillas dobladas.

—¿Sabes por qué Alexa nunca te quiso?

Alpha reconoció la voz que la había abordado días atrás y alzó su rostro mirando hacia todos lados poniéndose atenta, más no contestó, porque quería oír todo lo que tuviera que decirle. Sentía que ya no podía más.




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