Edrev refunfuñó unas cuantas palabras, cuando él ya había entrado y siguió observando. Jarlath iba directamente a su oficina y una mujer rubia que ondeaba su cuerpo al caminar, entraba y comenzaba a charlar con él, mientras sonreía provocativamente. Edrev apretó sus puños con fuerza deseando darle un pescozón a Jarlath. Contrajo el rostro sintiendo mucho coraje, reconociendo que no podía guardar ningún secreto, por el bien del reino. Esperó el momento oportuno a que la mujer volviera el rostro y entonces Edrev voló rápidamente bajando hacia la salida.
Que la confundieran con un pájaro, rogó en sus adentros, mientras volaba a través de la acera, porque tenía que encontrar pronto a Alpha y a Antonina.
—¡Psst! ¡Psst!
Edrev volteó a ver y descubrió que Alpha y Antonina la llamaban y estaban replegadas en la pared de la calle adyacente.
—Aquí están… —Edrev recuperaba el aliento.
—¿Por qué entraste al edificio? —Alpha le recriminó con la mirada.
—Alpha, tienes que ser fuerte. —Edrev se puso rígida y luego inspiró hondo.
Pero Alpha solo se cruzó de brazos.
—Ya, anda… ¿Qué averiguaste? —preguntó Antonina, ansiosa.
—Se trata de una mujer. —Edrev formó un puño frente a su rostro.
—¿Qué? —gritó Antonina.
En cambio, Alpha permanecía serena, asombrándose de su propia templanza.
—La incertidumbre era lo que me agobiaba más. Ahora que tú lo has descubierto, lo entiendo todo. —declaró Alpha, tomando aire.
—Deben estar bromeando. —Antonina se mostraba indignada— Edrev está suponiendo solamente, y tú, tía, ¿Estás aceptándolo, sin preguntar siquiera? Esa mujer debe ser una de sus colaboradoras.
—Si, como no. —Edrev encaró a Antonina— ¡Yo vi con mis propios ojos como le sonreía esa mujer! Estoy segura que hay algo raro entre esos dos.
—Edrev, no sigas. —Antonina apretó los dientes, enojada.
—Tú lo defiendes porque es tu tío, pero yo tengo el deber de informar todo a mi reina y a mi princesa, en este caso a Alpha.
—¡Silencio! —Alpha alzó una mano—Ya he oído bastante. ¿No creen que soy yo la que debo decidir qué hacer?
Silencio. Antonina y Edrev bajaron la mirada. Alpha empezó a caminar de lado a lado, meditando. Sentía el corazón roto, pero sabía que tenía que ser equilibrada. Repasó las situaciones que había considerado cuando notó el cambio de Jarlath y una de ellas, era que le estuviera siendo infiel. También dominó la ira que luchaba por salir, porque sabía que con el enojo no ganaría nada. Se detuvo para tomar aire, mientras que su rostro se mantenía inalterable. Antonina y Edrev cruzaron una mirada de expectación.
—Tienes razón, Antonina. Debo ir a enfrentar a Jarlath en este preciso momento. —Alpha echó a andar.
—¿No puedes…esperar a la noche? —Antonina preguntó angustiada, siguiéndola con paso apurado.
Edrev puso los ojos en blanco y luego ignorando a Antonina, fue a esconderse en la bolsa de Alpha que caminaba hacia la constructora con determinación. Antonina se puso cabizbaja, preguntándose lo que sucedería en unos cuantos minutos, pero solamente su tío tenía la culpa de todo, reflexionó, sintiéndose malhumorada. Entonces se prometió que nunca se casaría, para no tener semejantes problemas.
Alpha subió los pisos rápidamente y cuando llegó a la puerta, no dudó ni un segundo en abrir. Los trabajadores la miraron brevemente y después continuaron haciendo sus actividades. Ella observó la oficina a través del cristal y ahí estaba precisamente Jarlath y la joven, sentada frente a él y en ese momento le mostraba unos papeles.
Alpha atravesó la estancia con paso firme y abrió la puerta del cubículo. Jarlath se quedó helado, mientras Abedrot la miró, dominándose para que su rostro no reflejara la sorpresa que sentía. Antonina, que estaba detrás de Alpha contempló a la mujer y se llevó inmediatamente una mano a la boca al descubrir el parecido enorme con su tía Bianca. Simplemente no lo podía creer. Jarlath notó la perplejidad de su sobrina y cerró los ojos, contrayendo la mandíbula.
—Hola, Jarlath. —Saludó Alpha, mirándolo fijamente.
—Alpha… —Jarlath se puso de pie, de inmediato.
Abedrot se retrajo un poco y solo quería huir de ahí, pues estaba segura que la presencia de Alpha estaba echando a perder irremediablemente su plan de conquista.
—Yo los dejo, tengo asuntos pendientes. —Apuntó Abedrot, fingiendo una sonrisa.
Después salió de la oficina y Antonina no la perdió de vista sintiéndose muy confundida. Edrev aprovechó, salió de su escondite y voló hasta el escritorio para resguardarse detrás del portapapeles, permaneció de pie y observaba con disgusto a Jarlath.
—¿Es esta tu reunión, por la cual no pudiste recibirnos? —preguntó Alpha, con voz queda.
—Alpha, estás pensando equivocadamente. —Jarlath alzó una mano.
—Contesta. —a Alpha le brillaron los ojos, por el llanto contenido.
—Dile tío…dile lo que yo acabo de ver. —intervino Antonina, sin poder evitarlo.
—Antonina, por favor, no es asunto tuyo. —Jarlath la miró.