—Ya no me llames princesa, sólo Alpha. —Alpha inspiró.
Edrev se crispó, sabiendo que Alpha estaba en un error al hacer esa petición, puesto que nunca podría quitarse ese título honorífico, aunque quisiera pasar como una simple terrenal.
—¿Acaso tienes miedo, Alpha? —preguntó Edrev, mortificada.
Alpha no contestó y se mantuvo serena.
—Tía, —Antonina tomó la palabra— yo quisiera estar en tu lugar para pelear esta guerra, pero no tengo ningún poder, lo cual me disgusta, pero mi tío me contó cómo te enfrentaste a los trolls del bosque. No debes temer. ¡Eres grandiosa!
—¿Tú crees? —Alpha sonrió débilmente.
—Así es. —Edrev juntó las palmas de sus manos y la miró, suplicante—No le temas a esa desdichada y ponla en su lugar.
Alpha inspiró.
—No he mentido cuando les digo que me siento diferente. —Alpha se volvió a sentar— Y no entiendo por qué no se puede vivir en la paz. —Su rostro se entristeció—Pensé que al venir a vivir aquí me alejaba de la guerra y la maldad, pero me equivoqué.
—Porque los problemas no desaparecen, siempre vuelven. —Edrev la miró fijamente— Tampoco puedes ignorarlos. Debes enfrentarlos con valentía y sabiduría.
Antonina estaba maravillada por lo que escuchaba y de inmediato se sentó en la tierra frente a ellas, para seguir poniendo atención.
—No quiero pelear con nadie. —Alpha bajó la mirada.
—Pero ¿qué estás diciendo? Entonces, ¿Abedrot será la ganadora de esta batalla? ¡No puedes hablar en serio!
Al oír eso, Alpha levantó el rostro, contemplando el sol que comenzaba a debilitarse por la proximidad de la noche.
—¿Abedrot no abandonará su plan? —Alpha preguntó, con desánimo.
—¡Nunca lo hará! —Edrev empuñó su mano con firmeza.
—Tienes que defenderte de esa bruja, tía. Tú puedes hacerlo.
Edrev dio varias piruetas en el aire y luego se quedó estática frente a Alpha.
—Siempre me das la impresión que estás un poco oxidada, princesa Alpha. —Edrev se acercó más y le señaló el pecho—Pero tú eres más poderosa de lo que piensas. —Edrev se frotó la barbilla— ¿Sabes lo que te hace falta?
—¿Qué me hace falta? —Alpha preguntó, a la vez que la miraba con curiosidad.
—¡Entrenamiento!
Antonina y Alpha se quedaron pasmadas por la sugerencia de Edrev.
—Es más…—Edrev le dio la espalda, mirando los árboles—creo…—regresó a ver a Alpha—que empezaremos el adiestramiento en este momento.
—¿Tú me lo vas a dar? —Alpha estaba incrédula, poniéndose de pie.
Antonina se carcajeó, sintiéndose de lo más divertida. También se incorporó.
—Soy una motivadora de lujo. —Recalcó Edrev, ignorando la risa burlona de Antonina y alzó la barbilla— Se me ocurre... —tamborileó los dedos sobre sus labios—que caces algo para que podamos comer, ¡Si! Ya te dije que muero de hambre.
—No creo que esté permitido, debe haber guardabosques. —interfirió Antonina, con tono de preocupación.
—Será divertido. —dijo Edrev, guiñando un ojo a Alpha.
Alpha asintió.
—Está bien, lo haré. —Alpha miró a Antonina— No te preocupes, la mayoría de los animales fueron hechos para alimentarnos. No estamos infringiendo ninguna norma en contra de la naturaleza.
Edrev sonrió con orgullo.
—Eso se llama hablar con sabiduría. —Edrev lanzó una mirada a Antonina— Vamos, nueva hada, anímate.
—De acuerdo, pero si nos ve un guardabosques, yo…
—¡Shht!…—Edrev fue y le tapó la boca rápidamente, después le susurró al oído—No desalientes a Alpha. Ella necesita hacer esto, créeme.
Antonina entendió que estaba siendo imprudente y Edrev tenía razón. La cacería de un animal comestible no sería nada comparado con la batalla que enfrentaría Alpha contra una bruja y… ¿Ella estaba queriendo poner trabas a su entrenamiento? Cuando Edrev le quitó la mano de encima, observó el perfil de Alpha que estaba sereno, contemplando el ambiente. Se veía muy concentrada. De pronto, se impulsó y salió disparada en un vuelo muy veloz. Edrev le hizo una seña y juntas, volaron para seguirla de inmediato.
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—Corazón de Gemas.
Al oír esas palabras, Alexa se llevó la mano a la boca y ahogó un sollozo fuerte. Cerró los ojos y una lágrima que se convirtió en rubí cayó al suelo.
—¿Qué? —exclamó la reina.
—El corazón de la princesa está formado…con gemas. —enfatizó Lana.
—¡No…No!
El recinto se llenó de un silencio tenso y abrumador. Alexa empezó a caminar de lado a lado, llevándose las manos al rostro.
—¡Yo lo presentí!... ¡Oh, Dios de las hadas, es mi culpa! —Su rostro estaba rojo y colmado de lágrimas.
Ung inspiró, intercambiando una mirada con Lana, la vieja dama de las Anjanas, quien había pronunciado el diagnóstico, después de haber estado analizando las placas que estaban sobre una mesa grande y rectangular. Había vertido un brebaje sobre ellas. La pócima provocó una ebullición extraña y finalmente se fue vislumbrando la perfecta forma del corazón de Alpha resaltando los colores vivos de las piedras.