Silencio.
—Casi…provocas que se me enchine la piel, por tu amenaza. —la bruja echó un vistazo a su brazo, fingiendo temor.
Los otros esperpentos de mujer al oír eso, estallaron en nuevas carcajadas, no obstante, Orgen, quien era la que reemplazaba a Abedrot en su ausencia, pensaba que no podía desafiar al nuevo señor del abismo, así que miró a todas y les guiñó el ojo, para convenir en obedecer.
—Está bien, —dijo ella— pero…—miró con desdén a Alexa— sería tan fácil acabar con esa hada altanera.
Alexa escuchaba todo controlando su impaciencia, pues sabía que no podía iniciar la guerra, porque estaría violando el precepto fundamental que regía al mundo bajo las olas, el cual era mantener la paz, así que solo se mantenía en guardia. Una mirada entrelazada. Si, Alexa observaba detenidamente el rostro de Jorsa, que también la fulminaba con la suya. El sátiro empuñó su mano frente a su cara desagradable, luego alzó el brazo estirando los dedos, al mismo tiempo que lanzaba un grito espeluznante que nacía desde el interior de su alma.
Todo se volvió un caos en los siguientes momentos. Alexa salió volando con sus esplendorosas alas y se cubrió los primeros embistes de las brujas, formando un tornado de aire y lo lanzó a las mujeres deformes, que huían entre gritos histéricos y reían burlonas, sin embargo, volvían a contraatacar. Jorsa galopó, mostrando en lo alto una espada plateada y deslumbrante, y fue directamente hacia Ung que se retrajo, pero que rápidamente comenzó a resistir los ataques de ese sátiro que estaba lleno de odio.
Mientras tanto, Noam se encargaba de los trolls y lanzaba flechas a diestra y siniestra con su caracterizada puntería y sus reflejos de hierro, sin embargo, cuando vio de reojo que su tío estaba en serios aprietos, se volvió y el siguiente tiro lo disparó a Jorsa, pero este la estrelló con la hoja de la espada. Noam se quedó atónito por tal proeza. Su distracción le costaría caro, pues Asor le lanzó un rayo de fuego que le pegó en la muñeca y él soltó el arco. Alexa, al ver eso, se desplegó y voló con velocidad para defender a Noam de un segundo ataque.
Asor salió proyectada hacia el cielo cuando se vio envuelta en la nube de polvo ardiente que produjo Alexa al soplar sobre sus palmas. Noam se inclinó e intentó agarrar su arco, pero en eso un grito se oyó detrás de él.
—¡Cuidado! ¡Es un dragón que se arrastra! —gritó el duende rojo.
Noam sintió el hedor en su espalda y se estremeció completamente. Rápidamente se tiró al suelo para rodar sobre su cuerpo, sintiendo como era perseguido por ese ser lúgubre que se arrastraba con agilidad sobre la tierra. El elfo dio una vuelta más y sacó de su cinto un espejo mediano y al quedar boca arriba, colocó el espejo en su pecho, mientras cerraba fuertemente los ojos, aguantando la respiración. Porque si no lo hacía, significaría su muerte. Sólo pudo escuchar un espasmo gutural y enseguida el crujir de ese cuerpo, que le indicaba que se estaba convirtiendo en roca al ver su propio reflejo.
Noam abrió un ojo, cuando ya no escuchó nada y confirmó que la serpiente erguida ahora era una piedra rojiza. Se incorporó de inmediato, cayendo el basilisco a un lado haciéndose pedazos. El príncipe del Astado contempló el valle, percibiendo el olor de la guerra. Veía elfos apresados por los fuertes brazos de los ogros, que se deshacían fácilmente de las flechas y no les hacían el menor daño. Los duendes rojos se dedicaban a hacerse invisibles y recoger las ballestas para entregárselas nuevamente a los elfos, pero algunos no tan afortunados, chocaban con las miradas de los basiliscos, muriendo al instante.
La imagen de Grainne cruzó por su mente por un segundo. Estaba resguardada en el castillo de Alexa y custodiada por elfos de gran valor. Temió por ella e imaginó a su bebé en ese vientre que lo protegía.
—¿En qué estás pensando, Noam? —preguntó una voz, cargada de enojo.
Noam reaccionó y sabía que era su tío quien lo reprendía mentalmente.
—Estabas a punto de ser aniquilado por Jorsa. Lo siento, me desconcentré. —dijo Noam, parpadeando.
—Tú no te preocupes por mí, esto es una guerra, debes saberlo bien. No descuides tu posición por nadie, ¿Escuchaste? ¡Por nadie!
Noam advirtió que Jorsa miraba a su alrededor en ese momento, buscando a Ung.
—¡Así debe ser, huye, cobarde! —gritó Jorsa colérico, refiriéndose a Ung.
Noam tomó el arco de inmediato y lo cargó, disparando después a los trolls aniquilando a muchos de ellos. Mientras tanto, Alexa tenía los ojos fulgurantes y de sus manos surgían rayos de fuego que se estrellaban con las detonaciones de las hechiceras. Jorsa se lanzó contra un elfo y este contuvo el ataque con su espada, pero no fue suficiente y esta cayó a un lado. El elfo no tuvo más remedio que correr a resguardarse.
Inesperadamente, el cielo tronó muy fuerte y empezó a caer una fuerte lluvia. Noam no lo podía creer, pues los tronantes estaban provocándola. La tormenta estropeaba la vista de todos, incluyendo la de los seres del abismo, pero parecía que no les importaba. Jorsa reía fuertemente al ver que los cantores de luna retrocedían ante sus ataques. Noam se sorprendió al ver que Jorsa y su espada imponente, parecían invencibles.
Jorsa se abalanzó hacia otro elfo, que intentaba cargar el arco, pero el golpe de la espada lo impidió, cayendo de espaldas y miró con asombro como su arco estaba despedazado a un lado de él. Jorsa alzó la espada amenazadoramente y el elfo solo atinó a taparse con el antebrazo, pero Noam disparó en ese momento y el sátiro movió su espada para deshacerse fácilmente de la flecha, entonces el elfo aprovechó el momento y corrió a refugiarse detrás de un tronco de un árbol.