Jarlath se sentía nervioso, no lo podía negar. Estaba en medio de cientos de elfos y elfinas. Algunas de ellas cargaban bebés elfos. Lo miraban con mucha curiosidad. De pronto, se empezó a escuchar una armoniosa música de flauta y entonces todos empezaron a aplaudir rítmicamente. Dos elfinas salieron del círculo y bailaron las gigas al compás de la música, sin dejar de ver a Jarlath. Él las contempló sereno, pensando que su vida cambiaría para siempre, pero, por otra parte, estaba descubriendo con asombro, su deseo genuino de pertenecer a esa comunidad de seres increíbles.
Noam no perdía detalle de la desenvoltura de las mujeres danzantes, quienes serían las encargadas de llevar a cabo el rito de la conversión, después contempló brevemente la luna que destellaba una luminosidad extraordinaria. Las elfas detuvieron sus movimientos cadenciosos y se colocaron frente a Jarlath. Alzaron los brazos poniéndolos rectos y comenzaron hablar en un idioma que él no entendió, sin embargo, sintió la imperiosa necesidad de cerrar los ojos y así lo hizo. Cuando concluyeron la oración del ritual, una de ellas se dirigió a la fila del gentío y otra mujer le entregó un vaso de cristal con un elixir color rojo burbujeante.
—Bebe… —dijo la elfina al acercarse nuevamente a Jarlath.
Jarlath tomó el vaso sin titubear, después ingirió el brebaje que le quemó al instante la garganta.
—Abre los ojos, terrenal, y observa la luna.
Jarlath obedeció y observó ese hermoso astro que parecía estar tan cerca del mundo bajo las olas.
—Pídele en silencio la conversión. Ella…—la elfina señalaba la luna— es la que nos observa por las noches y sabe lo que necesitas. La luna es la princesa de la luminosidad y nos brinda regalos como los dones.
Jarlath asintió y casi de inmediato se llevó las manos a las sienes que comenzaron a arderle fuertemente. El dolor era afilado y creciente, así que cayó hincado posando sus manos sobre su cabeza, pensando que le estallaría en cualquier momento. Entretanto, los elfos y elfinas se fueron apartando lentamente. Solamente las hechiceras y Noam, permanecieron en el lugar, para ser testigos silenciosos del proceso de mutación de Jarlath. Pasó más de una hora en el que los cambios del cuerpo de él se completaron. Había lanzado gritos de gran dolor y otros más que había reprimido, percibiendo después como su cuerpo empezaba a relajarse. Jarlath estaba en posición fetal y tenía la boca entreabierta. Poco a poco iba recuperando el aliento. Su frente estaba perlada de sudor y los ojos cerrados.
—Jarlath…
Era la voz de Noam y posaba su mano en el hombro de él. Jarlath agradeció en sus adentros que la tortura había acabado. Abrió los ojos despacio y notó su vista diferente. No…podía ser. ¡Veía claramente en la obscuridad! Se incorporó con dificultad, sintiendo todavía destellos de dolor en algunas partes de su cuerpo. Se fijó que ahora Noam no era tan alto, ni tan robusto. Si, podía sentir su propio cuerpo más voluminoso y fuerte. Alzó una mano y se tocó la oreja, llevándose una gran sorpresa al sentir la punta prominente. Noam sonrió con satisfacción.
—¿Ya soy como tú? —preguntó Jarlath.
—Tienes tu propia personalidad, ¿Quieres conocerte?
La elfina le extendió un espejo de tamaño mediano y Jarlath lo tomó con cautela. No pudo evitar sentir miedo ante lo que estaba a punto de descubrir. Alzó el espejo de forma lenta y cuando se vio a sí mismo, quedó atónito. No podía ser cierto, pensaba sin poder asimilarlo todavía, pero ahí estaba su nuevo reflejo. Sabía que era él, pero de humano ya no tenía nada. Su piel era de color verde suave, las orejas eran puntiagudas, pero… ¡Bingo! ¡Había conservado el azul de sus ojos! La camisa estaba hecha jirones y podía ver sus músculos marcados. Se contempló un rato más.
—Soy yo, soy… ¡Un elfo! —al fin exclamó, lleno de asombro.
—Si. —contestó Noam.
La mujer elfa dio un asentimiento con beneplácito y después de mirarlos alternadamente, se retiró.
—Todavía no lo creo. —Jarlath emitió una risa, sintiéndose emocionado— ¿Y qué puedo hacer? Dime.
Noam lo instó a caminar.
—No lo sé. El don se mostrará ante ti. Yo, por ejemplo, soy experto en el uso del arco y vidente. Ung quiere que acepte la inmortalidad como él, pero…no estoy seguro de quererla. Y menos ahora que voy a ser padre.
—¿Grainne está esperando un bebé? —Jarlath se maravilló.
—Si. —Noam sonrió feliz.
Jarlath sintió felicidad en su corazón al saber que su hermana por fin había encontrado al verdadero amor junto a Noam.
—No puedo considerar en seguir vivo cuando sé que todos los que amo algún día dejarán de existir. Ung lo ha padecido en carne propia y por esa razón me ha adoptado como familiar sin que nos una un lazo de sangre. Creo…que no quiero eso.
Jarlath guardó silencio.
—Vamos, —Noam hizo un gesto con la mano—que te darán ropa más acorde a tu nuevo aspecto.
—Noam, quiero ver a Alpha cuanto antes.
—Lo sé, pero esa camisa blanca no te va bien ahora.
Jarlath echó una carcajada y después siguió a Noam. Su corazón le dio un vuelco al imaginar el encuentro con Alpha. ¿Qué le diría acerca de su nuevo aspecto? Se palpó la bolsa de su pantalón y se sorprendió que aún llevara la caja del anillo que le había regalado Elda, a pesar de su abrupta llegada al mundo bajo las olas.