Corazón de Gemas

CAPÍTULO 16 BATALLA EN EL CAÑÓN DE ORO.

Los descubrió enseguida y su corazón dio un vuelco al ver como Jarlath luchaba enérgicamente por zafarse del agarre de la bruja. El grifo estaba aparte y ya nadaba hacia la superficie. Alpha rápidamente movió sus brazos y formó un remolino que envolvió a Jarlath y a Abedrot, provocando que la bruja lo soltara, después Alpha nadó con velocidad y cuando alcanzó a Jarlath, lo jaló de su camisa con fuerza para sacarlo del río. Abedrot salió también y se echó a volar rumbo al pico de la montaña. Alpha sujetó a Jarlath por la espalda y lo elevó, mientras tanto el grifo llegaba a ellos. Ella lo colocó sobre el lomo.

—Te di una orden. —miró fijamente a Jarlath.

—Perdón…pero…

Alpha no esperó respuesta y salió volando en persecución de Abedrot. Jarlath inspiró.

—Si, ya sé, —se quedó callado de pronto al percibir la recriminación del grifo, sin que este pronunciara palabra— espera… ¿Cómo sé que me estás reprochando al haber perseguido a Alpha? ¿Acaso puedo comunicarme contigo?

El grifo asintió.

—¡Puedo comunicarme con los animales! —Jarlath estaba atónito ante ese descubrimiento.

El grifo negó con la cabeza.

—Perdón… si, ya sé que no eres un animal común, es decir, tú estás a otro nivel. Si, entiendo, mejor no dejemos sola a Alpha, aunque creo que más que ayudarla, estoy entorpeciendo la batalla, pero trata de comprenderme, la amo y no puedo estar como si nada pasara.

El grifo asintió y después emprendió el vuelo en ascenso. Mientras tanto, Alpha llegaba a la cima del cañón. Se acomodó el cabello empapado por detrás de su oreja y observó a su alrededor. No había nadie a la vista.

—Sé que estás aquí, Abedrot. Quieres mi reino, tómalo. ¡Pelea!

Se oyó una risotada en el ambiente.

—Tu odio es inútil, porque siempre reinará la luz. —repuso Alpha con fervor.

— ¡Cállate…cállate!

—Has odiado a mi abuela todo este tiempo y no la venciste. ¡Me odias y no me has vencido!

Al oír eso, Abedrot chilló fuertemente y salió de su escondite. Voló y se postró a unos metros de Alpha.

—Eso cambiará hoy. —dijo la bruja.

Alpha no contestó y tomó aire, elevando el rostro. Abedrot masculló unas palabras y después su cuerpo empezó a temblar fuertemente, volviéndose toda ella en llamas espeluznantes. Empezó a atacarla con bolas de fuego y Alpha los contuvo con su escudo, pero este quedó estático de repente y se empezó a elevar dentro de una burbuja de fuego. Alpha no lo podía creer y Abedrot se carcajeó.

—Novata… —se burló la bruja.

El escudo se consumió ante el fuego abrasivo de la burbuja y entonces Abedrot se acercó, atacando nuevamente con ramificaciones de fuego, entretanto, Jarlath llegaba y se escondió en la roca con el corazón angustiado, mirando el desarrollo de la batalla. Alpha había creado otro escudo y se dio cuenta que su energía disminuyó cuando lo formó, pero no le importó y contuvo los golpes de fuego. Abedrot volvió a encerrar el escudo en un aro centelleante, sin embargo, Alpha le lanzó un relámpago de luz al escudo y este vibró unos segundos, bañándose de color negro brillante. Alpha sonrió maravillada, al ver el resultado. Reflexionó que tenía solo segundos para actuar, a pesar de que la risa fastidiosa de Abedrot quería sacarla de concentración.

Siguió dirigiendo la luz al escudo y entonces el metal se empezó a resquebrajar, formando ladrillos que salieron volando con gran fuerza hacia el cuerpo de la bruja.

—¿Esto es todo? —Abedrot enarcó una ceja, sacudiéndose el último ladrillo.

—No, no es todo.

—¡Muéstrame! —rechinó los dientes la bruja.

Alpha recuperaba el aliento y se enderezó, percibiendo unos latidos fuertes dentro de su ser.

—Perdóname… —dijo, sintiendo un nudo en la garganta y se tocó el vientre disimuladamente— pero no seré nada, si esa mujer se adueña del mundo bajo las olas.

Jarlath se percató del gesto de Alpha y gritó fuertemente:

—¡No!… ¡Alpha! ¡No lo hagas!

Al oír los gritos de Jarlath, Alpha le lanzó un destello de luz y él se agachó rápidamente, porque el rayo se estrelló con la punta de la roca. Y no le importó el regaño, ni que los trozos de piedra cayeran en su cabeza, porque no podía ser lo que pensaba. Escondió su rostro en sus manos, presintiendo lo peor. Se le nublaron los ojos de lágrimas y luego se asomó otra vez con cuidado, seguro de que, si Alpha perecía, él lucharía con la bruja después, porque ya no querría vivir…ya no…lucharía hasta el final. Tal vez en otro plano sería feliz con ella y el mal no existiría.

Abedrot miró fijamente a Alpha, pensando que había llegado la hora terminante para cualquiera de las dos. La odiaba a rabiar y no podía ser de otra manera. Con las manos extendidas a los lados, elevó los ladrillos uniéndolos todos y formó una espada brillante. Por su parte, la reina del mundo bajo las olas juntó sus palmas y estas centellearon de forma extraordinaria creando otra, hecha de diamante y se puso en guardia. Abedrot gritó a la vez que se lanzaba contra Alpha, pegando cuatro veces formando un rombo de luz, pero Alpha los contuvo perfectamente, luego ella sujetó la espada con ambas manos y la elevó por encima de su cabeza, dio un giro asombroso y golpeó con vigor la espada de la bruja, quebrándola por la mitad. Abedrot ahogó un grito, al ver los pedazos de metal en el suelo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.