Corazón de juguete
─ ¡Abuela!, ¡Abuela! ─ Gritan los niños cerca mío. Mis nietos son uno de mis mayores tesoros, pero llega un punto en que aturden.
─ ¿Si? ─ Digo yo con la voz más dulce
─ ¿Nos cuentas la historia de cuando fuiste al taller de Santa? Maxinne dice que Santa no es real... ─ Me suplica Allysse, con sus ojos de cachorro.
Yo río y les contesto: ─ Claro que sí. Pónganse cómodos, será una larga historia.
Todos se sientan en un semicírculo ante mí, y el relato comienza...
"Había ganado.
Me había ganado la entrada oficial al taller de Santa Claus.
No podía creerme que con solamente haber caminado quince metros desde la puerta de Shelby's Bookshelf bookshop había conseguido ser la clienta número 39, la ganadora de dicho premio.
A mis doce años de edad mi mayor sueño era conocer a Santa en persona y decirle lo que deseaba.
Yo no deseaba juguetes caros como los de Lyndsey Mcbreag, o juguetes electrónicos de última tecnología como los de Charlie Broucherre. Yo quería una estrella fugaz personal para pedirle deseos cada vez que yo quisiera.
Les comenté a mis padres de mi premio y me dieron todas sus bendiciones y felicitaciones. Mis padres eran lo único que yo tenía.
Mis hermanos, todos mayores de 18 años, estaban en Australia trabajando para las fuerzas aéreas y para la marina.
Y bueno, mis abuelos ya habían fallecido, mis padres eran hijos únicos, y mis abuelos también...
El punto es:
A las tres semanas, un barco esperaba por mí y por el otro ganador.
Me subí a la majestuosa bestia blanca que sabía nadar perfectamente, siendo recibida por felicitaciones, cariños, mimos, atenciones lujosas, y demás. Muy irritante.
Mi área era la tranquilidad, bibliotecas, música clásica, una taza de chocolate caliente, una manta, una chimenea, clima frío y ese tipo de cosas. Y ahora que veía el lujo y el escándalo envolverme como papel aluminio al pollo que estaba en la barra del bufete, el cual se veía horriblemente seco, para variar.
Me llevaron a mi cuarto, me acomodé y al rato apareció el que sería mi tutor. Thomas Jefferson, mi padrino, el cual hace siete años que no veo, pero al cual también le he tomado cariño demasiado rápido.
─ Bueno, patito. Te dejaré que te acomodes a tu gusto, y yo estaré en el cuarto de al lado. ¿Si?
─ Si, Thommy. ─ Dije y le sonreí.
Días más tarde, aproximadamente tres, llegamos al polo norte con algunas dificultades.
Ya saben. Hielo, icebergs, agua demasiado fría, posibilidades de hipotermia, y eso.
Lo típico.
─ ¡Bienvenidos a la excursión oficial por el Polo Norte del año 2015! ─ Vociferaba un guía de turismo a los únicos dos que estábamos allí. Aunque el otro niño no era visible aún.
¿Excursión oficial? ¿Y la visita a Santa?
─ ¿Cómo que excursión oficial? Llévenos a ver a Santa.─ Demandó un niño bastante alto para los supuestos 9-10 años que debe tener. ─ No he sido enviado aquí para pasear por un paisaje cubierto de hielo. Para eso le pido a mi padre que me encierre en un congelador, con helados incluidos. ─ Se burló el mismo niño de rizos rubios y ojos color ámbar.
─ El problema es que tú no sabes apreciar las cosas. ¿Cuántas veces en la vida tendrás la posibilidad de viajar al polo norte y observarlo de cerca? ─ Dije yo y el rió.
─ Soy rico, mi padre es rico, mi abuela es rica, somos todos ricos. Si yo quiero volver en un año, lo haré. ─Dijo el niño creído y me tocó a mí reír.
─ No lo creo. Intuyo, principito, que tienes menos de 18 años y te faltan alrededor de cinco años para llegar ahí. De un modo u otro, tengo la certeza de que tu abuela debe ser una mujer bastante mayor que ya no tiene permitido viajar a más de setenta mil millas de su casa. Eres de Queensland, si no me equivoco, por el acento. Tu padre, ya que es tan rico, debe vivir con el trabajo atado a su espalda. Aquí ni siquiera hay señal para que él pudiera continuar su trabajo vía internet con su portátil o su teléfono último modelo. Tu madre, podría apostar que es de las típicas amas de casa que no podría ir tan lejos, menos si tiene que atravesar dos continentes y medio para llegar. ¿He adivinado bien? ─ Pregunté y él quedó en silencio. ─ Lo supuse. Por favor, sigamos. Estoy ansiosa.