Corazón Delator

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LUNA: parte 2

Como era de esperarse, no pude negarme a obsequiarle un par de minutos de mi presencia, aunque no parecía tan comunicador como imaginaba. El aire pasaba entre nos, fuera de la cafetería, sin más remedio, su nariz estaba roja y los mechones rubios de su cabello se movían por el viento.

Fue aquella expresión voluble que atrapó mi curiosidad desde el principio. Pude estar seguro de haber visto a un hombre abatido, cuyos ojos estaban a nada de llenarse de lágrimas por un rechazo inocente, ahora aquella mirada estaba plantada en mí, con una expresión reluciente y una determinación que amenazaba con derrumbarse en cualquier momento. Y, sin embargo, ¿existe un acto más valiente que el de luchar contra sí mismo?

Valiente.

Eso pensé.

Lo observé por unos segundos más. Laurent mantenía la mirada fija en mí, su expresión a simple vista no cambiaba a grandes rasgos, sin embargo, yo, quien le miraba de cerca, pude estar seguro de una cosa, notaba el temblor de la mano que sujetaba mi abrigo y su mirada cercana comenzaba vaciar el brillo inicial, dudando.

Suspiré. Giré los ojos. Estoy seguro de haber arrugado la frente antes de hablar.

—A lo que me refiero es… —mi voz vaciló. Ni siquiera sabía lo que iba a decir, pero había abierto la boca para hablar—. La revista. Ya no trabajo con ellos. Dejé Men of Gold hace un par de meses. Esa foto… en realidad, ya no me pertenece.

Cualquier cosa bastaba con tal de calmar su ansia. Tal vez solo pediría una firma y luego se iría, pensé. Y estaba preparado para ello. ¿Hace cuánto tiempo no sucedía algo así?

Hubo una época en que los jóvenes que crecían para convertirse en grandes artistas de la fotografía o incluso aquellos que admiraban el arte desde lejos, solían reconocerme en las calles, podía disfrutar de su admiración, tal vez guiado por la emoción de sentir aquello que pocos tienen el privilegio: saciar la vanidad, por su puerto.

Sin embargo, esa época había llegado a su fin y cualquier cosa, y lo reafirmo siempre, Y cualquier cosa que me recuerde a aquel tiempo ingenuo en el que creí conocer el mundo, y más aún, creí que podía salir ileso… es mi rechazo. Por completo.

Pero Laurent no me conocía, tal como era, solo era un fantasma en mi vida. Cuando sujetó con mucha más firmeza la manga de mi abrigo, pude ser consciente del leve cambio que había dado su expresión. Algo cambió. ¿Era una característica propia de los omegas? Su aroma era tenue, casi imperceptible, pero su apariencia lo delataba. No existía criatura más hermosa en la naturaleza. ¿Sus ojos brillaban o era el reflejo de la luz de la luna? Aquella que había aparecido hasta hace una hora y se había vuelto testigo.

El deseo por tenerlo más cerca de mí solo creció, quizás en el efecto romántico que puede tener una noche fría y oscura iluminada únicamente por un astro en el cielo. El deseo por escucharlo hablar una vez más, incluso si de su dulce voz mencionara aquello que reconocía como innombrable o cualquier barbaridad. Incluso sí es algo en contra de mis principios. Después de todo, ¿qué valor tiene la conciencia cuando la mente está nublada por el deseo?

Tal y como lo había aprendido, existen deseos que no pueden ser.

Seguí con la mirada el movimiento de su mano, hasta encontrarme con un pequeño, pero intenso objeto en su dedo anular.

—Me casaré pronto —dijo Laurent, al soltar mi abrigo.

Alcé la mirada, sin interés: —Ajá.

—Usted fue el fotógrafo en la boda de Fisher. Hizo un excelente trabajo…

Naturalmente. Esbocé una sonrisa leve: —No es para tanto.

La expresión de Laurent se suavizó, y sus comisuras se elevaron. —Es muy famoso entre las celebridades. Si usted va a mi boda, no hay forma en que alguna foto salga mal.

Es ahí cuando me di cuenta de sus verdaderas intenciones. Aunque si lo pensaba mejor, era obvio desde el inicio.

—Entonces, ¿le gustaría…?

Antes de que terminara su pregunta, la puerta de cristal se abrió repentinamente. El hombre que salió de la cafetería cruzó la pista hacia otra esquina, Laurent, quien siguió mi mirada, se dio cuenta de esto y tan pronto como identificó a la persona, algo le alertó.

Me miró y luego miró al otro hombre, tal vez decidiéndose a quién ocupar primero. Aproveché ese momento de confusión e intenté seguir mi camino, algo decepcionado por el poco empeño que le metí a un café tan costoso. Suspiré profundo, y antes de que diera un paso más, la insistencia golpeó con más fuerza mi paciencia.

—¡Por favor! ¡Búscame en este lugar o contáctame en este número! —sus brazos se extendieron y no me dio tiempo de rechazar la propuesta, Laurent corrió detrás del hombre con el que platicaba hace un rato.

Arrugué el rostro, mientras el frío recorría mi piel, ajusté el cierre del abrigo y suspiré. ¿Qué diablos pasa en este día?, me pregunté internamente buscando alguna explicación lógica, almacené la tarjeta en mi bolsillo y saqué mi teléfono, di un par de pasos ignorando mi alrededor, cuando me di cuenta de que algo entorpecía mis pasos, agaché la mirada solo para encontrar la revista que brilló en el escenario frente a mis ojos. No dudé, la recogí y le di un vistazo.

“Men of gold”, leí con cuidado. Volvía a mi vida tal y como lo habían advertido algunos compañeros. Una compañía tan grande e impactante deja huellas en quienes trabajan con aquella, el punto es que tipo de huella deja una revista que tiene como rehén la creación de un artista. Arrugué el papel tan solo al recordar, apreté los dientes con fuerza y arranqué cada una de las páginas.



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En el texto hay: omegaverse, romance, traición amorosa

Editado: 04.05.2025

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