Lucien dejó atrás la mansión y recorrió la carretera en su motocicleta, la cual le producía una tranquilidad incomparable cada vez que la conducía. El aire que le azotaba y la libertad que le proporcionaba la velocidad hacían que la adrenalina fluyera por sus venas. Era el único momento en el que él sentía algo después de la muerte de su novia y ahora de su amado padre.
Tomó el camino más largo para llegar a su destino, deleitándose en cómo la noche se hacía dueña de la ciudad, recordando una de las tantas veces que su Emely lo abrazaba en las tantas escapadas que hacían, pero cada día que pasaba tenía que recordarse que ella no estaba con él y ninguna mujer podría ocupar su lugar nunca.
—Por fin llegaste —le recriminó Danika cuando aparcó la moto al lado del auto de ella en el mirador en el que siempre se veían—. Estaba comenzando a creer que no vendrías.
—Hola, Danika —contestó sin dar importancia a su comentario.
Se conocían desde pequeños, pero después de que la novia del joven murió, su amiga de la infancia insistió en que, por lo menos una vez al mes, salieran, aunque fuera solo a charlar en un lugar privado. Lucien mismo eligió el mirador como el sitio de reunión, con la condición de que cada uno llegara por su camino y que fuera de noche. La joven aceptó sin objeción.
—¿Estás bien? —preguntó Danika, pero enseguida se reprochó a sí misma—. Perdón, obviamente no estás bien, qué tonta soy —añadió, intentando acercársele, pero él se percató y se alejó de forma sutil al pasamanos, recostándose para admirar las luces de la ciudad.
—No te preocupes por eso —le restó importancia, el dolor que él sentía tenía años de estar allí y con la muerte de su padre solo se había intensificado más.
—Me preocupo por ti, Lucien. —Danika se puso a su lado, dejando un espacio entre ellos—. Sé que desde que Emely mu…
—No la menciones —la interrumpió—, sabes que no me gusta hablar de ese tema. —Le dio una mirada dura que la hizo callar inmediatamente.
Ella solo podía verle los ojos a través del casco, este solo mostraba su rostro desfigurado por las quemaduras a su madre, pero nadie más lo veía. Él estaba frente a su amiga con un traje de cuero, completamente personalizado en colores negro y azul, combinado con su Ducati.
—Perdón, no lo volveré a hacer. —Lucien rodó los ojos con disgusto, ya que siempre era lo mismo, ella siempre quería hablar de ese tema—. Siento que hay algo más que te preocupa, ¿verdad? Te conozco, sabes que puedes hablar conmigo de cualquier cosa.
Y era cierto, para él, ella era confiable, la consideraba una buena amiga, aunque no se lo dijera en ningún momento.
—Tienes razón. —Se apoyó en la baranda y suspiró, cansado.
—Puedes contarme, eso hará que te sientas más tranquilo. —Ella también se recostó, pero recargando su espalda y cruzando sus brazos, una pose cómoda para poder escucharlo.
—Lo que te diré no puede salir de aquí, esto solo lo sabe mi madre y mi tía Deborah. No puedes contárselo a nadie, sabes que no te perdonaré si lo comentas con alguien, ni siquiera a tu familia le puedes contar —la amenazó. Él confiaba en ella, pero, aun así, le recordaba lo que sucedería si lo traicionaba.
—De esta boca no saldrá nada, ya te lo he demostrado. Nadie sabe que nos vemos —le recordó—. No diré nada, Lucien, y lo sabes.
—Mi padre me hizo una petición antes de morir, algo que yo no tenía previsto hacer en ningún momento, pero se lo prometí. —Lucien solo podía imaginar que eso lo haría con amor, con la que sería la madre de sus hijos—. Él pidió que tuviera un heredero, que la familia Fornax debía tener un descendiente de sangre…
—¿Te pidió que te casaras? —preguntó interrumpiendo. Danika mostró sorpresa, aunque en realidad lo que sentía era ilusión, ya que ella era la candidata perfecta para ser su esposa.
—No, no me casaré, él no me pidió eso. Mi padre era consciente de que me negaría a unirme a alguien, no me importa si fuese solo por contrato, eso no ocurriría, así que solo me dijo que tuviera un hijo, de mi sangre y de la forma en que sea. Por eso decidí que era mejor una inseminación artificial. Lo que no sé es qué mujer lo hará. —Eso lo tenía pensando constantemente, porque no cualquier mujer podría ser la elegida para llevar al heredero de un gran conglomerado.
—Yo puedo llevar a tu hijo —dijo Danika de inmediato, sopesando en que las oportunidades había que aprovecharlas al minuto en que aparecían y esa era una, una que haría que ella consiguiera lo que quería.
—No puedo dejar que hagas eso —refutó, mirándola fijamente a los ojos.
—¿Cómo que no? —dijo, haciéndose la indignada—. Antes de que vayas y busques a una desconocida, es mejor que me elijas porque puede que esa otra mujer quiera tomar partido de eso, hasta puede inventarse una relación contigo. —Se paró frente a él, muy cerca, y tuvo que subir la vista, porque ni sus tacones la colocaban a su altura—. Creo que soy tu mejor opción, así que piénsalo, por favor.
—Está bien, lo pensaré —concordó después de pasar un par de minutos callado—. Ya me tengo que ir.
—Pero… quería que cenáramos juntos.
—Eso no ocurrirá, lo sabes.
—¿En verdad lo pensarás? —repitió con un poco de desesperación disimulada.