Corazón Dorado

Esclava

A Antonella le fastidió que la mamá de Chusmita, cuyo nombre de pila era Camila, fuese una mujer simpática.
—¿Cómo está, Capitán?
A Zulay se le había iluminado el rostro al ver al minero aparecer con su atractiva estampa.
El Capitán y Zulay... Nella apretó los labios. ¡Maldito fuera el destino!
—Bien, mujer, ¿tú cómo andas? Me dijeron que llegaste anoche—contestó acercándose a grandes zancadas. Le dio un beso a Zulay en la mejilla—¿Por qué no me avisaste que venías?
Zulay miró a Nella de reojo.
—No quería molestarlo.
—No seas boba, no es molestia. Quiero que hablemos de Chusmita. Por cierto ¿conociste a mi mujer?—preguntó alborotándole el pelo a Nella como si fuera su cachorro y no la mujer que le calentaba las sábanas por las noches—Le digo Nella. Es doctora. No muerde.
—Sí, he tenido el gusto—miró con curiosidad como Nella intentaba quitarse de encima la mano del hombre, sin mucho éxito—. Gracias por lo que hiciste por mi hija, Nella. De verdad.
—Hice un juramento hipocrático que me lo exige. Lo que necesitan es entregar a la policía al bastardo que abusó de la niña. Seres así no deberían existir.
—Es cierto—susurró Zulay tocándose la mano.
—A la policía le importa una mierda lo que pase en este pueblo—comentó el Capitán asqueado del tema—. Por ahora el Caníbal anda suelto por la selva y nadie sabe su paradero.
—¿Caníbal? ¿Le dicen así por...?
—Lo llamamos así por su obsesión de coleccionar dedos de sus víctimas... Es un enfermo.
—Por Dios... ¿las viola y se come sus dedos? Qué horror.
El Capitán le masajeó el cuello a su mujer y la miró con ternura.
—Nadie sabe lo que hace con los dedos, mi reina. Es su marca. Y no solo viola, también mata y mutila. Se enorgullece del reguero que va dejando a su paso.
—¿Y qué vas a hacer cuando lo encuentres?
—Hacer que pague por cada una de sus fechorías.
—¿Pretendes enfrentarte a un psicópata violento que viola, mata y desmembra? No, no quiero que tengas nada que ver con él.
El Capitán hizo una mueca.
—Yo tampoco quisiera nada que ver con él. Pero así es la vida. He dado mi palabra de que lo atraparé y la voy a cumplir.
Nella lo abrazó muy fuerte sin importarle quien los viera. Él le devolvió el abrazo y le besó la coronilla.
—Esta noche hablemos, sin discusiones tontas—le dijo con suavidad.
Nella frotó su mejilla contra su poderoso torso y asintió.
—Deme su palabra de que llegará temprano, mi Capitán.
—Lo haré—contestó de inmediato.
La encantadora sonrisa que desplegó la muchacha lo embrujó. El Capitán la abrazó muy fuerte levantándola del suelo en un gesto de cariño un poco hosco. Antonella le dio un beso en la punta de la nariz que lo hizo reír. La puso de nuevo sobre sus pies y embelesado, la vio marcharse muy contenta.
Era encantadora. Era dulce... y por Dios santo, era de suya.

—Caray, lo que jamás pensé que vería justo ante mis narices: el Capitán enamorado—murmuró Zulay.

Había observado en silencio toda la escena y el Capitán había olvidado que ella estaba ahí y se sintió estúpido ante la mirada femenina.

—No vengas con chorradas, Zulay.

Zulay arqueó una ceja y él Capitán soltó un suspiro. No tenía caso negarlo. Tampoco admitirlo. Bajó la mirada a sus botas y pateó la tierra con cierta impotencia.

—No importa que la quiera. Me dejará en cuanto sepa la verdad.
—Dísela con tiento.
—¿Tiento? Já, ¡Huirá despavorida en cuanto se entere de lo que corre por mis venas ! No sólo soy un bastardo sin educación , si por eso fuera a ella no le importaría porque tiene un corazón que no le cabe en el pecho. Es una buena mujer Zulay, y educada. Ella viene de un mundo diferente al de nosotros ¿qué podría ofrecerle un maldito bastardo como yo?
Zulay se acercó y posó su mano justo sobre su pecho.
—Su corazón.

Todo se irá al traste, pensó Antonella acomodándose en el asiento del todoterreno. Una cosa era vivir una aventura con un minero atractivo en lo profundo de la selva amazónica y otra muy distinta llevarlo a su mundo. A la ciudad. Le mortificaba la reacción de Yaya en cuanto viera al Capitán, seguro le daría un soponcio. Y no le agradaba tampoco la idea de que el Capitán conociera su realidad. Por mas que hubieran compartido intimidad Antonella llevaba años luchando por ocultar al mundo la caida en desgracia de los Alcántara del Castillo y habia pasado un rato desde que habia abierto las puertas de su casa a alguien que no fuera de la familia.

Se removió en su asiento y miró a su amante subirse al todoterreno . Debía hacer algo para evitar que sus dos mundos colisionaran. ¿Pero cómo?Al Capitán se le metió entre ceja y ceja que la acompañaría y no hubo manera de disuadirlo de lo contrario.


Nella pasó el dedo por la guantera del todoterreno y lo levantó ante la cara del Capitán.

— Tiene polvo¿lo ve?Capitán. Yo digo que es mejor que dejemos el viaje para la próxima semana , igual yo hablé con Yaya y la encontré animada. Y así usted termina los pendientes que tenía con Toribio .

El Capitán elevó la vista al cielo y encendió el Jeep; sabía que Nella se ponía tiquismiquis cuando estaba nerviosa así que no le hizo caso.

Antonella se removió en el asiento por segunda vez cuando el auto avanzó.

—Capitán, de verdad, no es necesario que se tome tantas molestias por mi persona. Lo mejor es que tome un bus y asunto arreglado.
—No digas tonterías. Eres mi mujer.

La frustración en Nella iba en aumento a medida que salían de Casablanca. Después de enzarzarse en una discusión sobre el viaje que duró horas, él decidió, unilateralmente, que la acompañaría.


Frustrada Antonella se cruzó de brazos y vio el paisaje desaparecer. Las penosas viviendas, la exuberancia de la naturaleza y el cielo despejado, volaban a su alrededor.

—Enredará todo ¿es que no lo entiende?—dio un manotazo al aire con frustración—¿Qué le diré a yayita? ¿Cómo explico lo hay entre nosotros?
—¿Te avergüenzas de mí? —preguntó él sin despegar la vista del camino.
—¡No! Solo no quiero preocuparla... si se entera de lo que he hecho para conseguir su tratamiento... No quiero decepcionarla.
—No le diré de nuestro acuerdo, si es lo que te preocupa. Eso es algo entre tú y yo.
—Yo... ni siquiera sé que decir.

El Capitán le dirigió la mirada y le causó gracia verla enfurruñada jugueteando con el cordón de su sudadera.
Soltó la palanca y le apretó la rodilla.

—Pues dile que eres mi esclava.
—Ni se le ocurra decir algo así frente a Yaya, es muy conservadora y le daría un ataque si se enterara...
—¿Que somos amantes? ¿Que su niña consentida me cazó como su conejo? ¿Qué me sedujo hasta llevarme a su cueva y despellejarme? ¿Que me calienta más que plancha de chino?
—Basta... por Dios, no se le ocurra decir eso—pidió a ojos cerrados, su vergüenza era tal, que el Capitán soltó una carcajada.
—Nella, lo que hago entre mis sábanas solo te incluye a ti. No tengo por qué estar anunciándolo.
—No termino de entender por qué quiso venir conmigo, porqué insistió tanto cuando en la mina hay tanto trabajo¿qué gana con eso?
—Quizá solo quiera entenderte. Me gusta conocer el terreno que piso. Y apechugo con lo que encuentre. Pero esto que está... —le dio un golpecito en la frente que la sorprendió—en esta cabecita, atormentándote, quiero solucionarlo.

Nella se sobó la frente mirándolo de reojo.

—Son cosas que escapan a su control, Capitán.
—Apechugaré. Y si está en mis manos: lo solucionaré. No soy una persona que se rinde fácil, Nella.
—No dudo de sus buenas intenciones. Ha demostrado ser un buen hombre y muy cumplido. Sin su apoyo no sé qué haría con yayita.
—Ese era el trato. Y pretendo cumplirlo lo más que pueda. Apoyarte hasta las últimas consecuencias; porque disfruto de tu compañía. Y no hablo solo de la cama.

Conmovida, Nella tomó su mano y la puso en su mejilla. Se estaba acostumbrando a su textura callosa. Antes de retirarla dejó un beso muy suave en la palma de la misma y le sonrió con ternura.

—Gracias por todo.
—Soy yo quien debería agradecerte. Fui yo quien salió ganando con este trato, no lo dudes ni por un segundo.




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