Corazón Dorado

Frágil

Gerardo se puso la bata y ensimismado por la apariencia que le devolvió el cristal del mueble de medicamentos se la quitó de inmediato.

—A quien intento engañar, no sirvo para esto.
—Hola, ¿está abierto? Necesito ayuda.
—Sí, llegará...

Gerardo se volvió y al ver una linda mujer rápido se acomodó la bata.

—Soy el doctor. Pase, ¿en qué la ayudo?

Zulay venía cojeando y Gerardo se apresuró a prestarle su apoyo. Sentándola en la camilla.

—Sucede que estaba limpiando el patio y me he clavado algo en el pie que no me logro sacar y me causa mucho dolor entonces me dijeron que podía  venir aquí a que me atiendan.
—Veamos.
—Qué bueno que al fin tenemos un consultorio médico en Casablanca ya que estamos muy lejos de mano de Dios. Usted es el doctor...
—Alcántara, Gerardo Alcántara.

Mientras le examinaba el pie Gerardo le echaba miraditas a la joven que le sonreía. Le retiró una larga espina de pescado que se le había incrustado, desinfectó la herida y se la vendó adecuadamente. Así los encontró Antonella cuando llegó.

—Hola, Zulay, ¿cómo estás?
—Nella, bien; gracias a tu padre que me ha salvado.
—No podía dejar de ayudar a una dama en apuros. Me lo exige el código de caballeros—añadió con una sonrisa encantadora que Nella tenía años sin ver en el rostro de su padre y que la dejó estupefacta—. Nella será mejor que lleve a casa a la señorita Zulay para que descanse el pie. ¿Me das las llaves del coche?

Nella se quedó sumamente sorprendida por la petición y por la iniciativa de Gerardo sin embargo sacó las llaves del bolsillo y se las dio.

—Claro.

En eso llegó Gaby con su desparpajo y se apoyó en su hombro mirando la escena.

—¿Ves lo mismo que yo, Gaby?
— ¿A tu padre encandilado con Zulay? Claro que sí. Diez años es mucho tiempo para estar solo, ¿no crees?
—Y tú lo dices...
—Cariño, yo nunca estoy sola. Acabo de dejar a otro cliente feliz.

Antonella la miró tomar un caramelo del envase que tenía sobre el escritorio y metérselo entre sus labios rojos.

—Un polvo mañanero cae bien.
—Ya está bueno. Quiero que pares de una vez.
—Doctora, ¿a qué se refiere?¿No puede su amiga robarle un dulce? —contestó con falsa inocencia.
—Es en serio Gaby.
—Uf, es mi trabajo Nella.
—No, no es cierto. No es necesario que sigas vendiendo tu cuerpo ya que tus hermanos, motivo por el que comenzaste este oficio, ya no te necesitan. Son dos hombres que se valen por sí mismos. Y tú puedes ser lo que decidas ser Gabriela y lo sabes mejor que yo.

A Gaby se le humedecieron los ojos ante la verdad irremediable. El último de sus hermanos ya se había graduado y estaba ejerciendo de administrador en una empresa, ya no la necesitaban.

—Los cuidé y le brindé estudios. No lo hice tan mal después  de todo.
—Les diste la oportunidad que a ti te negaron—dijo Nella tomándole la mano—. Los he visto: son buenos chicos.
—Y decentes.

Gaby se limpió las lágrimas con el dorso de la mano profundamente conmovida.

—¿No te agradaría que pudieras invitarlos a venir sin tener nada que ocultar?

Antonella le tomó la mano y se quedaron en silencio por lo que pareció una eternidad.

—Y... ¿qué haría si lo dejo? No sé qué otra cosa hacer—susurró vacilante.
—No sé, depende ¿cuáles son tus sueños?

Gaby afeó su rostro con una mueca, sentía ríos de amargura destilando dentro de sí. En las raras ocasiones que se atrevía a mirar dentro de sí.

—Hace años que no sueño Nella. Es más fácil permanecer en el abismo cuando te niegas a soñar. Lo hace más llevadero.
—No importa, ya pensaremos en algo. Te apoyaré.
—Vaya, si dejo la prostitución, no sabría ni por donde comenzar.
—Fácil, comunicándole a tus clientes que ya dimitiste y no podrán solicitar tus servicios.

Gabriela sonrió y luego su rostro se tornó dubitativo. Se mordisqueó una uña mientras miraba a Nella.

—¿Qué?
—Al Negro le va a dar algo cuando sepa que no va a tenerme más. Él me exige un polvo diario y paga por adelantado.
—¡Al Negro! Gaby, a ese hombre no le importa tu bienestar—exclamó Antonella indignada—A ninguno de esos hombres. Solo piensan desde la cintura para abajo. Te prohíbo que les des explicaciones.
—Caray Nella, te has vuelto muy mandona ¿pretendes que desaparezca del negocio así por así?
—Exacto.

Los ojos de Gaby se abrieron de par al darse cuenta que no bromeaba. Nella se sentó muy derechita manteniéndole la mirada a su amiga.

—Hablo en serio. Seré peor que Torquemeda durante la inquisición y aniquilaré a cualquiera que intente llevarte por el camino de la perversión.

Gaby sacudió sus rizos y se dejó caer en la silla.

—Caray, voy a tener que dejar de usar el cuerpo para usar la cabeza, pff.

Sacar a Gaby del burdel resultó fácil. Lo difícil era sacar el burdel de ella. Parecía habituada a la impudicia. Después de mucho pensarlo Gaby manifestó la idea de montar un pequeño almacén en Casablanca de artículos de primera mano.

Antonella aplaudió ante la idea. Gabriela negoció con un minero para que le construyera un localcito cerca del consultorio. Pensó en pagarle en especie pero decidió pagarle en metálico. Antonella la tenía muy vigilada y aquella tarde saldrían del pueblo para comprar algunos artículos para la venta en una distribuidora. Era necesario que Gaby saliera de Casablanca y recorriera otros pueblos para surtir el negocio. Antonella insistió en acompañarla.




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