Corazón sin ley

CAPÍTULO 7. No te resistas Luciana.

Me duelen todas las extremidades, mi noche fue muuuyyy placentera, demasiado diría yo, ya mi cuerpo lo echaba de menos. Juan La Cruz tiene lo suyo si antes medio lo afirmaba, ahora lo afirmo completamente. Coge como los dioses, te hace sentir que tienes el mundo a tus pies, te hace volar y en definitivo ese hombre te enloquece con sus besos y sus miradas, pero no repetiré, no, no, no. 

Debo tener mano dura, nada puede llegar más allá de doctor a empleado y de empleado a doctor, por mi salud mental ruego que sea así. En la madrugada mientras me hacía suya por tercera vez me di cuenta que cualquiera se podía enamorar de semejante Dios. Su mirada transmitía mil emociones, sus labios profesaban mil cosas y su cuerpo te hacía vibrar mil maneras. 

Sí, vaya que es bueno el doctor en la cama. 

Me debo levantar y lo que me provoca es seguir en cama… ¿por qué tuve que haber aceptado trabajar como operadora de caja de rayos x? Eso implica levantarse una hora más temprano, con lo mucho que me encantan a mí los lunes.

Este es mi buen inicio de mes, aunque sea dos de febrero, fuese fabuloso, hasta lo festejaría si no fuera lunes, que mal que me llevo con ellos. 

Preparo mi desayuno y almuerzo para ir a trabajar, muero de hambre. Veo que el pollo con vegetales no se me vaya a quemar mientras estoy sofriendo el arroz, tengo el leve presentimiento que llegaré tarde. Siento que todo está pasando lentamente mientras el tiempo avanza… 

6:30am y aún no he terminado el almuerzo; ya desayuné los huevos revueltos con las tostadas y jugo de manzana, pero nada que está el pollo; resulta que hoy los vegetales no quieren ablandarse, los dejo a llama lenta mientras voy a vestirme, el mismo uniforme todos los días, no varía ni un solo día. 

Diez minutos después voy vía a la clínica. Al llegar como todas las mañanas saludo al seguridad y voy rumbo a rayos X. No hay muchas personas esperando, las facturo y les llevo las órdenes a los técnicos para que ya se encarguen ellos. La mañana pasa tranquila, mi amiga pasó un rato por aquí al llegar y después se marchó a nuestro puesto de trabajo. 

A las once de la mañana, solo falta una hora para irme almorzar ¡sí! Qué bueno, parezco niño de preescolar anhelando que llegue la hora para ir a casa. No he querido darle tantas vueltas a cierta tentación que debo mantener alejada, por mi laboral y emocional, solo lo vi cuando llegó y pude sentir como mi vagina se lubricaba con una sola mirada de ese hombre, desde que llegó no ha salido de su cuartel, ha estado solo toda la mañana o eso creo, no vi pasar al doctor La Cruz padre. 

La coordinadora de rayos X llega y la dejo atendiendo la caja mientras voy a buscar unos resultados a la oficina de los médicos radiólogos y cruzo los dedos porque esté en un estudio especial, al abrir la puerta así parece, respiro tranquila y busco en el buzón de la Dr. Molina, la radióloga de la tarde. 

— ¿Le puedo ayudar en algo Luciana? — ¿por qué la suerte nunca está de mi lado? Pues creo que no le caigo bien. 

—Tranquilo doctor, ya lo estoy buscando —digo con el mayor profesionalismo que puedo, para que no se dé cuenta que estoy temblando. 

Se para en el marco de la puerta y me volteo, se va. Vuelvo a respirar, pero pego un respingo al sentir ese cuerpo detrás de mí, ay dios mío lindo que me da algo aquí, llamen a la ambulancia que estoy que me desmayo. 

—No sabes como me muero por quitarte el uniforme —susurra en mi oído, su olor exquisito se cuela en mi sistema y solo deseo suspirar—, por recorrer toda tu piel. 

Me erizo… me vuelvo blandengue, y no, esto no puede ni va seguir así, me niego. 

—Creo doctor La Cruz que está confundido, permiso, acabo de encontrar los resultados que estaba buscando. —me voy a retirar cuando me toma por el brazo. 

—No te resistas Luciana y mucho menos te reprimas, ayer quedó muy claro cómo nos deseamos. 

Y me fui… hui… prácticamente corrí. Entregué los resultados, recogí mis cosas subí a guardarlas en mi cubículo y me fui almorzar. 

Martes… 

Señor te pido que mi día no sea una mierda como el de ayer, por favor Diosito lindo no seas tan malo conmigo que yo soy muy buena samaritana. Voy a tiempo al trabajo, desayuné tostadas y una manzana con jugo. Anoche mientras pensaba en que hacer, me alise el cabello y me encantó como me quedó, y muy importante me ayudó a distraerme un rato y no pensar en cierto doctor bonito que coge como los dioses. 

Saludo a todos al llegar y hoy milagrosamente, solo me está esperando un paciente lo atiendo y me dirijo a grabar en unos CD de unos estudios que pasaran buscando a media mañana. Siento una sombra detrás de mí y de inmediato me da un olor varonil, que bien huele. Suspiro porque reconozco de quién es ese perfume. 

—Buenos días pelirroja —susurra cerquita de mi oído, ay madre mía que me derrito. 

—Buenos días Dr. La Cruz. —balbuceo y por dentro ruego que los CD salgan de una vez. Me doy la vuelta para enfrentarlo y sus ojos azules me hacen temblar. 

—¿Nerviosa mi pelirroja? —pregunta mientras me come con la mirada y yo no dejo de observarlo. Camisa manga larga de puntos negros, pantalón de vestir negro, se encuentra totalmente atractivo hoy. Sin darme cuenta me toma del cabello y por la sorpresa jadeo—. Me muero por tus labios, me muero por sentirte apretadita, me muero por recorrer tu piel mil veces, una y otra vez. 




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