Corazón sin ley

CAPÍTULO 10. Hazme tuya mil veces.

Sábado 21 y el Sol está en su máximo potencial, decido broncearme un rato. Me pongo un bañador de color vino tinto después de haber desayunado unas tostadas con queso y jamón. 

Le mando un mensaje a mis padres, agarro mis lentes, las llaves del departamento y bajo al área de la piscina. 

En la zona de la playa veo a las amiguitas de Giovanna La Cruz y le pido a todos los santos que ella no ande cerca y mucho menos su hermano. 

La mañana se pasa volando y yo ya estoy como un camarón, hidrato mi piel para que no se maltrate. Decido subir a la hora del almuerzo y me sorprendo al verlo en mi puerta. 

—Doctor La Cruz ¿Se le ofrece algo? 

Tiemblo, me siento tan indefensa con semejante hombre al frente y yo con tan poca ropa.

Me recorre de arriba a abajo y juro por Dios que ya me calentó hasta el alma con esa mirada. 

Se aclara la garganta y dice: 

—Luciana tenemos que hablar. 

—Doctor entre los dos no hay nada que hablar. —paso por su lado y abro la puerta de mi departamento. 

—Seamos adultos Luciana —dice con aquella voz que me hace temblar. 

—No sé de qué me habla —tomo fuerzas y voy a cerrar la puerta—. Con permiso. 

No he terminado de cerrar cuando ya se ha colado en mi apartamento y me ha estampado contra la puerta cerrándola tras de mí. 

Me mira con deseo y yo lo veo tan sexy y guapo con tan solo un bermuda, una camisa negra y unas sandalias de cuero. 

Jesús que pecado

Me come con la mirada acerca su mano a mi cuello y creo que voy a morir, mi sangre caliente ya está, mis labios se entre abren por la anticipación. Su otra mano se afianza en mi cadera y masajea directamente en la piel. 

Mis piernas fallan y él me sostiene. 

—También me muero por poseerte pelirroja —susurra en mi oído.

A partir de allí me olvido de todo. Tomo sus labios con desespero, primero el labio superior y luego el inferior, su agarre se vuelve más fuerte y yo lo saboreo en todo su esplendor. ¡Qué placer!

Este hombre es divino. 

Lo besó con devoción mientras su camisa vuela. Me separa un momento y me doy la vuelta para que quite mi bañador y me aseguro que mi trasero roce su notable bulto, bamboleo mis caderas una y otra vez mientras el deshace las tiras, me suelta una nalgada que me deja deseosa.

Lo llevo al sofá mientras le quitó el bermuda hasta que solo queda con su boxer, lo arrincono y me siento encima de él. Vuelvo a su boca mientras sus manos me recorren frenéticamente. 

Masajea mis senos con sus labios, se me escapa un suspiro, agarra con una mano mi cabello y me inclina hacia atrás para poder saborear mejor mis pechos, con la otra mano endurece mi pezón izquierdo para luego llevárselo a la boca. 

Mis bellos se erizan al sentir el contacto de su lengua con mi pezón, trato de mover las caderas, pero él no me lo permite. Sigue con mi pezón izquierdo y yo estoy toda húmeda lista para él. Cierro los ojos y me quejo al no sentirlo. 

Su boca atrapa mi otro pezón y estoy hecha todo un manejo de nervios, mi cuerpo ansía sentirlo.

—Por favor, —le ruego para ser penetrada—. Por favor te necesito. 

—¿Qué necesitas mi dulce pelirroja? —me dice en un susurro que pone más alerta mis sentidos.

—Hazme tuya mil veces si es necesario —respiro pausadamente para tratar de controlarme—. Por f...—jadeo al sentir sus dedos en mi fuente de deseo. 

—Estas tan empapada mi amor —se lleva los dedos a los labios y veo como se chupa mis fluidos, me frotó contra él y me enardece sentirlo tan duro debajo de mí—. Me vuelves loco pelirroja, tu piel, tú sabor, tus labios. 

Se me escapa un gemido al notar sus dedos en mi entrada, sube y baja, sube y baja y mi vagina se lubrica más de lo que ya está. Me levanta para luego sentarme en el sofá. Me besa con pasión su lengua se envuelve en la mía y jadeo. Deseo más, quiero más. 

Deja mis labios y desciende lentamente dando besos en mis senos, mi estómago, mi vientre. Allí poco a poco me quita la parte de abajo y suspira. 

Besa y muerde mi pubis, con sus dedos expertos separa mis labios y posa su lengua en ese botón que me hace llegar al cielo. Da lamidas y uno de sus dedos juguetea en mi entrada, me muevo buscando más profundidad. 

—Tranquila —jadea entre mis piernas. 

Y para mí es la gloria. 

Me come en todas sus palabras, saborea una y otra y otra vez mi vagina, mis músculos se tensan y sé que se acerca el orgasmo y lo necesito dentro. 

Mete un dedo en mi vagina. 

—Más, por favor —pido mientras mi conciencia está nublada por el deseo. 

Me ve y se relame los labios. Me dejo llevar y bamboleo mis caderas para hacer más profundo el contacto, grito al sentir un tercer dedo entrando en mi vagina. 

Me siento tan llena que de un momento a otra sé que voy a explotar, los mueve rápido, tan rápido que en el apartamento solo se escuchan mis gemidos, mis senos pesan y me los estrujo para aliviar esa sensación que solo él me provoca. 




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