Corazón sin ley

CAPÍTULO 11. Lunes otra vez.

Dios! Me duele todo el cuerpo... Me siento como si no hubiese dormido nada. Suspiro y me doy cuenta del brazo que me tiene presionada. Me quedo un rato admirándolo. 

El doctor La Cruz es un hombre muy atractivo, mandíbula cuadrada, mirada azulada y pelo negro. Sus labios apetecibles me incitan a besarlo, a comérmelo como anoche, y de repente me entra aquel calor, aquella necesidad de sentirme llena por él.

Con una sonrisa traviesa paso mis dedos por su cuerpo como si lo estuviese haciendo la obra de arte más hermosa. Bajo mis dedos hasta su pene y noto como poco a poco va levantándose. Se me hace agua la boca al verlo así. Acerco mi boca y primero le doy una lamida para después llevármelo completo a la boca y saborearlo.

Siento su mano en mi cabeza y me ve con cara de picardía. ¡Se estaba haciendo el dormido el muy sinvergüenza! Lo saboreo unas veces más hasta colocarme a horcajadas y mirarlo con deseo.

—Buenos días doctor ¿cómo amanece? —esto último lo digo jugando con su miembro en mi entrada, mientras me inclino para agarrar en mi mesita de noche un preservativo. Gruñe y me ve con ardor. 

—Muy bien señorita Araujo —lo abro y me observa ponérselo, poco a poco me deslizo hasta sentirme completamente llena—. Pelirroja ¿Quieres matarme de deseo? —su voz es ronca y no desvía su mirada de la mía. Siento el fuego arder en mis venas. 

—Disculpe doctor, pero no sé de qué me está hablando —digo con maldad mientras subo y bajo sin ningún pudor y mis senos se mueven.

—Voltéate —me ordena y así lo hago. 

Me pone a cuatro patas y me introduce su duro pene en la vagina, con deleite jadeo. Agarra mi cabello y susurra: 

—¿Te gusta que te coja salvaje verdad? —Yo sin poder hablar solo asiento—. ¿Te vuelve loca sentirme a tu espalda? —Me da un empollón que hace que me agarre de las almohadas—. Respóndeme cariño.

—Si Juan —mi voz apenas es audible. 

***

 

—Luciana debemos hablar —me siento en la cama al notar su voz y expresión seria—. Me quiero disculpar por mi comportamiento, lamento haber dudado de ti cuando me hablaste de Zulianny —se pasa las manos por el cabello y clava en mí esos ojazos que me hacen derretir, ¿a quién no haría derretir unos ojos azules como el mar? Y sé por la intensidad en su mirada que me está hablando muy en serio y de verdad lo siente—. Le dejé muy claro que debe respetarte y también que entre nosotros no hay ni habrá nada.

Lo miro… lo miro… y sé que debo disculparlo, aunque ganas no me faltan de hacerlo sufrir un ratito.

—Juan, me tomaré la libertad de llamarte así cuando estemos a solas —suspiro—. No quiero tener problemas con nadie en el trabajo y eso la incluye a ella, tus problemas con Zulianny agradezco que los mantengas con ella y a mí no me incluyan —rozo con mi mano derecha su rostro—. Estoy en ese momento de mi vida donde pasaré por mucha tensión y crecimiento laboral, y ahora menos que nada necesito problemas, debo estar enfocada en mi trabajo —hago una pausa antes de añadir—, lo que sea que exista entre los dos debe permanecer oculto, ambos sabemos lo que un rumor de ese tamaño podría hacerme. Y ahora más que estaré encargada por un mes como la contadora de la clínica. Por…

No termino de hablar cuando está encima de mí.

—¿En serio? ¡Muchas felicidades Luciana! —me da un piquito— ¿y el licenciado Navarro?

—Estará un periodo ausente —digo entre sus brazos—. Por eso te digo Juan no quiero ni debo tener problemas con el personal.

—Tranquila Luciana la mantendremos al margen —me mira… mira mis labios y sé que ya estoy perdida—. Y esto que hay entre nosotros no es más que química y atracción, no es como si mañana te fuese a pedir matrimonio, los dos somos adultos y el día que ya ninguno de los dos quiera algo, con respeto y aclaramos las cosas para evitar malos entendidos ¿te parece?

Asiento como una estúpida, aun cuando sé que podría echar por la borda mi reputación en la clínica.

Lunes otra vez.

Sonrío al pensar en el doctor, que hombre más bueno, en todo el mal sentido de la palabra. Se fue anoche después de enrollarnos en la encimera de la cocina. Me encanta su pícara sonrisa, su mirada ardiente, sus besos deliciosos. Es de esos hombres que son muy calientes en la cama y fuera de ella también. 

Veo la hora y me levanto a preparar el almuerzo, hoy quiero comer carne y pollo con vegetales, papas fritas y queso. Mi estómago ruge y mientras se cocina el almuerzo me como un cambur. Me voy a bañar para que no se me vaya hacer tarde. 

Hay un tema que ronda por mi cabecita, y no se como actuar. Aunque está más que claro que entre el doctor y yo serán unos simples acostones y listo. Nada de rollos ni amoríos. Ambos somos adultos y debemos actuar como tal. 

Lo que me falta es que aflore esa parte de mi inmadura y me deje en vergüenza... Debo comportarme como una profesional y esta aventura pondría en peligro mi estabilidad laboral ahora que estaré por un tiempo determinado como contadora. Antes de que eso suceda debo decidir si seguir en Centro Clínico El Valle o conseguir otro trabajo. 

Todos al llegar me saludan con mucho cariño y subo a mi huequito, allí me encuentro con Federica y la saludo. 




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