Corazón sin ley

CAPÍTULO 12. Luciana, ¿te encuentras bien?

El martes me despierto bien temprano con unas ganas tremendas de vomitar, salgo directo al baño y siento que voy a dejar mi vida en el retrete. Cuando me logro calmar un poco lavo mis dientes. Camino a la cocina y mi estómago gruñe, agarro lo más sano para que no me vaya a caer mal. 

Me siento de la patada, considero la opción de quedarme, pero no puedo, debo ir a trabajar. Decido no hacer almuerzo y comprarme un caldito de pollo para que no me caiga pesado en el estómago. Con los ánimos por el piso me visto y me echo brillo en los labios para no parecer un muertito. 

Me canso al bajar el primer piso y tomo el ascensor. 

Dios mío ¿Será un virus que anda por allí? pienso mientras voy de camino a la clínica. Al llegar me dirijo al cafetín por un jugo natural y me voy a sentar en un banco cerca de la fuente que se encuentra entre el ala de hospitalización a y hospitalización b. 

Leo en mi teléfono unas noticias con respecto a la situación económica del país y todos los pronósticos de los economistas, escucho pasos y no le paro, sigo ensimismada en lo que estoy leyendo. 

—Señorita Araujo —volteo al escuchar esa voz tan sexy, y me deleito repasando todas sus facciones, blanco, ojos azules hermosos, mandíbula bien definida con una barba de o más sexy, labios provocativos — Luciana ¿Te encuentras bien? —Dice en un susurro y noto su preocupación, se sienta, mira a ambos lados, sus manos acarician mis mejillas y me observa evaluándome y yo sigo sin responderle— Es obvio que no estás bien, ¿Luciana me estas escuchando? 

Quiero responder pero no puedo, de pronto me pesa hasta respirar, su voz la escucho lejana y no sé en qué momento termino en sus brazos, y toda mi cabeza da vueltas, vuelven las ganas de vomitar y ya no puedo sentir más nada, veo como me ve y sin esperarlo mis ojos se cierran como si bajasen los breques de los reflectores de un estadio.  

Me despierto con un dolor punzante en la cabeza, como si se me fuese a estallar, veo a mi alrededor y me encuentro en la emergencia, me siento desorientada hasta que en el cubículo que donde estoy entra uno de los médicos residentes. 

—Señorita Luciana ¿Cómo se encuentra? —pregunta educadamente—. Se ha desmayado, por suerte se encontraba el doctor La Cruz cerca, si no el golpe que se hubiese dado en la cabeza iba ser tremendo. 

Ay dios mío, pero ¿Qué me ha pasado? 

—No se asuste —dice al ver mi cara de espanto—. No se preocupe, todo está bajo control. Se le han hecho unas pruebas para saber con exactitud lo que ha provocado el desmayo, por la forma del desmayo se cree que pudo ser por la deshidratación y también producido por un Síncope. Usted ha contraído un virus estomacal, lo que explica la debilidad que tiene en el cuerpo, ¿me puede decir qué desayunó o no lo hizo?

Para mí es como si me hubiese hablado en mandarín. Lo veo… y hasta responder me cuesta.

—Algo ligero doctor, una manzana y un jugo de fresas.

Anota algo en la historia y me dejan sola un momento. Me quedo pensativa, ¿En qué momento me desmayé? ¿De verdad Juan impidió que me diera un golpe en la cabeza? Las lagunas mentales hacen estragos en mí. 

Ya el estómago no me duele tanto como al principio y noto el suero que me han colocado, o sea que no estoy soñando. De verdad me he desmayado. No me quiero ni imaginar cómo debe estar la pobre Federica si está así desde el sábado. 

Seguramente ella me lo contagió.

Se me va media mañana en la emergencia, entre inyecciones y sueros. Dios mío no me puedo enfermar justo ahora. Me dan tres días de reposo, lo acepto para que me dejen salir de esta área y poder subir. Está demás decir que no los voy aceptar, mi jefe al parecer se va la semana que viene y yo ya debo estar al frente de todo. 

Camino por rayos x y todos se preocupan al verme en este estado, menos una persona que disimula muy bien esa sonrisita de víbora. Me despido y me voy para mi hueco. Subiendo las escaleras siento que la cabeza me va estallar.

Federica me salta encima. 

—Luci ve como estas, si pareces un muertito —dice alarmada y no es para menos. 

—Estoy bien Fede, que no se te olvide que tú estás igual, aunque viéndote mejor, tienes buen semblante. Te curas y me lo pasas, que mala amiga que eres —digo en broma.

—Sí, pero yo no me desmayé y mucho menos caí en los brazos del bombón La Cruz. —añade picara.

—Baja la voz ridícula —siseo, y veo si Sonia nos escuchó.

En ese momento sale mi jefe de su oficina. 

—Luciana me acaban de informar que te dieron tres días de reposo para que te mejores y recuperes fuerzas. —Suspira— Te deberías reincorporar el día viernes, ese día finiquitamos todo, el día lunes me voy de viaje. En el caso de que aún sigas enferma, que sé no va ser el caso, Federica quedará al mando hasta tu recuperación. —Nos ve a las tres—. Les pido encarecidamente que den siempre el ejemplo ahora que no voy a estar, nada de llegar tarde y siempre estar bien arregladas con su uniforme, no quiero que a mis chicas les estén llamando la atención los de RRHH, ustedes son muy inteligentes y saben cómo mover sus fichas. —Hace una pausa—. Luciana por favor toma tus cosas y puedes irte para que te recuperes pronto y sin hacer desarreglo. 




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