Corazón sin ley

CAPÍTULO 15. No me mires así.

Lo desnudo sin premura, poco a poco. Primero la camisa mientras recorro con mis dedos y boca su más que delicioso abdomen, para excitarlo rasguño las zonas sensibles y su respuesta no se hace esperar, gruñe.

—Luciana por favor me estas matando —lo miro y tiene los ojos cerrados, su pecho sube y baja, y su pantalón parece estallar en cualquier momento.

Me dirijo hacia donde está el tarro de chocolate y los destapo. Sonrío, lo que se me ocurre con esto.

—Doctor La Cruz —murmuro atrapando su labio inferior—, dejémonos llevar por la lujuria, saciemos esta necesidad de tenernos, hagamos de este lugar nuestro Edén e inmortalicémoslo en nuestras memorias.

Su respiración cada vez está más agitada, sus manos se tensan en mis caderas, él sigue con los ojos cerrados, meto un dedo en el chocolate y se lo llevo a la boca. Trata de lamer mi dedo, pero lo retiro rápidamente.

—Tranquilo Juan.

Vuelvo a pasar mis dedos por sus labios llenándolo del rico sabor a chocolate. Me acerco y tomo sus labios con auténtica necesidad, introduciendo mi lengua en su paladar, el sabor a dulce lo hace aún más placentero. Una de sus manos abandona mis caderas para ir directamente a mi cabello, lo hala con cuidado sin hacerme daño, profundizamos el beso siendo todo un manojo de lenguas y dientes, cuando sentimos que nos vamos a desmallar por la falta de aire nos separamos.

Con sus ojos fijos en mí, meto dos dedos esta vez en la Nutella y la paso por su abdomen haciendo un camino hasta llegar a su parte paja. Lamo mi dedo provocativamente y él suspira. Con demasiada calma desabrocho su pantalón, lo bajo lentamente junto con su bóxer y me pongo de rodillas, miro hacia arriba y puedo ver como lucha por contenerse. Sus ojos azules se oscurecen de tal manera que parecen fuego, es tanta la intensidad en su mirada que me deja anonadada. 

Vuelvo en si al notarlo respirar fuerte una vez más. Su miembro me mira suplicando ser atendido, agarro su falo y maldice.

—P-pelirroja no aguanto más, p-por f-favor déjame entrar en ti. —habla entrecortado.

—No Juan —siseo—, con calma. Así lo disfrutaremos más.

Mientras él me mira con ganas de asesinarme por dejarlo esperando, yo aprovecho y lleno su pene y sus testículos de chocolate, los amaso con cuidado de no hacerle daño, y cuando va hablar otra vez lo llevo a mi boca saboreándolo completamente.

—Maldición Luciana.

Dirijo mi boca a sus testículos y vuelve a maldecir.

—Nena ¿quieres matarme?

Lo lamo en toda su longitud de arriba abajo y viceversa, dándole más atención a su glande, lo rodeo con mi lengua hasta no dejar rastro del rico chocolate, en la entrada de su orificio está una gota pre seminal, cuando voy a pasarle la lengua su mano derecha va hacia mis hombros deteniéndome.

—Cariño si no paras acabaré en tu boca —ladra mientras aprieta sus manos.

Sus ojos parecen lanzar llamas.

—Permíteme a mí ahora. 

 Hago lo que pide, lo dejó explorar mi cuerpo con el delicioso chocolate.

Nos dejamos llevar, olvidándonos de todo a nuestro alrededor, olvidándonos hasta de nuestros nombres. Juan recorre mi cuerpo como si la vida se le fuese en ello, creo perder la conciencia al sentirlo entre mis piernas, mi cuerpo se estremece por las miles de sensaciones que me embargan. No sé ni cómo llegamos a la bañera, solo sé en el momento que entró en mí, poseyéndome con verdadera lujuria, con un fogaje abrumador.

Quedamos agotados después demuestro encuentro en el baño, suspiro. Esta vez se sintió más intenso que las otras veces, fue como si él se hubiese impregnado en mi piel y yo en la suya. Paso los dedos por mis cabellos para tener algo con que distraerme, no me siento en condiciones de hablar, siento que todas las palabras están atoradas en mi garganta.

Tal vez se deba por la intensidad de nuestra entrega o tal vez por la música, pero sé que algo cambió, lo sentí en todo mi ser, no solo fue sexo, fue algo más y eso no hace nada más que asustarme, porque se que caeré a sus pies.

Mis sentimientos cada vez se harán más grandes y no podré protegerme, pero tampoco tengo la fuerza para dejar esto.

—Luciana ¿Estás bien? —mis pensamientos se ven interrumpidos por la razón que los originó.

Lo veo... Me ve y sonríe.

—Estas pensando mucho ¿Cierto? —pregunta mientras agarra mis manos y las besa—. Luciana, por favor, solo déjate llevar ¿Dónde quedó la atrevida pelirroja? ¿En el baño? Cariño solo estamos tú y yo, solo somos tú y yo. Nunca haría nada para lastimarte.

Sus manos van a mi rostro y me hace verlo directamente a los ojos.

—Solo piensa en nosotros. No tengas miedos mi dulce pelirroja —besa mis ojos—. Lo sentiste ¿Verdad? Luciana jamás te haría daño, no de manera intencional. Eres una mujer demasiado cautivadora, hermosa y malditamente sensual, además mis padres nunca me perdonarían si te hiciese algo, yo tampoco lo haría, créeme.

—Juan siento que todo esto me supera. Siento que en cualquier momento perderé todo lo que he conseguido, y discúlpame, pero no sé si vale la pena arriesgar tanto por algo que tarde o temprano va terminar. No será hoy, no será mañana, pero en algún momento será.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.