Corazón sin ley

CAPÍTULO 17. Será zorro

La cabeza me va explotar.

Maldición, en tremendo berenjenal estoy metida. ¿Por qué todo tiene que ser un problema? ¿Por qué?

Resulta que efectivamente están tres personas involucradas en el robo de la caja de rayos x. quedó comprobado al revisar las cámaras. Ayer miércoles se habló con la contralora y se despedirán a las tres personas, Sonia, la cajera y el auditor.

Ahora debemos cubrir esos puestos mientras se consiga su reemplazo. Ya RRHH está solicitando currículos y haciendo entrevistas. Veo el calendario, estamos a 5 de marzo más tardar el lunes 9 debo tener una persona en el departamento. Federica y yo no damos abasto.

Ayer salimos mucho después de la hora. Arnaldo vino a nuestro departamento y nos estuvo ayudando con la revisión de la caja de la mañana, para entregarla hoy a contraloría. En rayos x está cubriendo la cajera de la mañana que ya se reintegró y en las tardes la coordinadora, mientras también se busca el personal capacitado para esos cargos.

Mierda.

Una fecha llama mi atención.

Mi cumpleaños es dentro de 15 días y cae viernes. Suspiro, menos mal cae viernes y no atravesado en la semana, con este estrés que cargo es capaz que muerda ese día en vez de sonreír.

—Vamos almorzar porque si no de aquí no vamos a salir —dice Federica estirándose—. Arnaldo nos está esperando, son la 1:20 de la tarde.

Miércoles…

¿En qué momento pasó la hora?

Acepto su petición.

Bajamos y me encuentro al doctor bonito. Los ojos se me van en más de una ocasión. Solo recordar lo que pueden hacer esas manos me pone cardiaca y me quita todo el cansancio que tengo encima.

—Disimulen un poquito —susurra la rubia—. Él te come con la mirada y tú botas la baba, así cualquiera va darse cuenta. Ya tu amiguito me ha preguntado varias veces y lo he negado hasta la muerte.

Sacudo la cabeza y seguimos caminando.

Siento pasos detrás de nosotras, sé que es él con el doctor Pirela y su esposa. Le hago señas a Federica para aumentar el paso y nos perdemos su vista.

Llegamos al comedor cansadas de la carrera que hemos dado. Mi celular suena anunciando un mensaje.

—Es tu amorcito, las dos lo sabemos —abre la puerta del comedor—. Léelo de una vez que quiero saber que te escribe ese adonis.

La miro mal, pero lo hago porque después no lo podré hacer con nuestro amigo, se daría cuenta en apenas sacar el teléfono.

Juan: Me vuelve loco como menas esas caderas, pelirroja. Buen provecho, no te estés saltando las horas de la comida Luciana, eso no es recomendable. Esta noche te quito todo ese estrés que de seguro debes cargar.

La rubia loca de amiga se tapa la boca y da brincos.

—¡Te lo dije! —susurra—. Tienes a ese hombre loquito —suspira enamorado—. ¿Cómo que esta noche? ¿No dizque cada quien estaba durmiendo en sus departamentos? —cuestiona levantando la ceja izquierda.

—No voy a darte explicaciones de mi vida privada —respondo.

—Serás perra —gruñe—. Yo te cuento todos mis escarceos con el imbécil de tu amigo…

—Sí, después que yo los descubriera—la interrumpo. Conmigo que no venga hacerse la pobrecita.

—¡Luciana! ¿Por qué eres así? —Monta el dram del día—. Niégalo todo lo que quieras pero el doctor bonito te tiene en sus manos.

Hago caso omiso y me dirijo a la mesa donde está Arnaldo.

 

 

—Pelirroja creo que tengo la solución a tus problemas —dice mi doctor bonito. Me levanto de sus brazos y le veo fijamente. Despeinado y relamiendo sus labios, completamente desnudo—. Si me sigues viendo de esa manera no podré ni decirte.

—Míralo ve, se cree la última Pepsi cola del desierto el doctor bonito.

Ups.

Se me escapó eso último.

—¿Doctor qué?  —pregunta incorporándose y colocándose en mi misma posición.

—Olvídalo, no he dicho nada.

—Te he escuchado Luciana. Dijiste doctor bonito. —habla socarrón.

Las orejas se me ponen coloradas, me tapo los ojos, no quiero verlo de seguro ha de tener esa sonrisa guasona que me derrite.

—Cariño —su voz, con cuidado quita las manos de mi cara y me hechiza con su mirada—. No tienes por qué avergonzarte por eso —sonríe de lado—, me han llamado cosas peores. Tú eres mi sexy pelirroja y no tengo vergüenza de decírtelo.

Acerca su boca a mi cara, acaricia nuestras narices, la razón se me nubla y termino sentándome sobre él, a horcajadas, me pierdo en el azul de su mirada y él en la negrura de la mía. Nos tentamos con besos, con lametazos que nos saben a gloria.

Entre mis piernas comienzo a sentirlo duro, lo que me hace jadear. Lleva una de sus manos a mi cadera y la otra a la base de mi cuello para besar con devoción, cierro los ojos y me dejo llevar por las miles de sensaciones que invaden mi cuerpo y mi vientre.




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