Corazón sin ley

CAPÍTULO 19. la que me faltaba.

Me levanto como si me hubiese pasado un tren por encima. Qué locura, ¿Por qué todo tuvo que terminar así?

 Me quedé dormida bien entrada la noche después de tanto llorar. No sé en qué momento se torcieron las cosas.

Mi corazoncito duele por sus palabras, no voy a superar tan fácil que me haya gritado inmadura de mierda. Yo también tengo mis sentimientos, y él me hirió, lo haya hecho o no a propósito.

Suspiro, ¿Por qué me siento tan mal? ¿Tan sensible?

Me levanto y voy al baño, necesito sacar todo eso de mi cuerpo.

Minutos después conozco la razón del porqué estoy más sensible que de costumbre.

Uy, la que me faltaba. Quiero gritar, no encontró otro momento en el qué llegar.

Termino llorando en la ducha, con el agua escurriendo por mis cabellos. Dios, que dolor. No quiero sentir, no quiero. Ni dolor físico ni dolor emocional.

Bendita sea la hora cuando Dios hizo a la mujer y tenía que llegarle la regla, ¿Por qué no castigó a los hombres de esa manera? ¿Por qué?

Así sufren lo que uno tiene que sufrir todos los meses. Salgo del baño con el albornoz, voy a mi cocina y me preparo una tortilla con tostadas y café. Un café bien fuerte, que me deja un sabor amargo en la boca.

Escucho mi teléfono sonar y no le prestó atención, hoy no quiero saber de nadie. No me preocupo por mis padres, porque con ellos hablé el viernes. Además, tengo predestinado un tono para ellos y otro para las demás llamadas.

No pasan ni dos segundos y tocan la puerta de mi habitación.

Bendito sea el señor, gruño.

Solo espero que no sea Juan, porque le voy a voltear la cara de una cachetada que voy a darle. Con todo el mal humor que cargo del día anterior me levanto y voy a la puerta para ver quién es.

Volteo los ojos al ver a Federica.

¿Diosito te he hecho algo?

Porque miércoles... Te empeñas en que pase un mal fin de semana, cuando son mis favoritos.

—Te advierto que no estoy para tus juegos —gruño abriendo la puerta.

Mi amiga, me ve de arriba abajo, con los pelos de loca y el albornoz.

—Luciana Camila, ¿Qué rayos te pasó? —cuestiona entrando a mi departamento. Cierro la puerta.

La veo pasearse de un lado a otro, se sienta en el mueble y de pronto saca un cinturón que no me había fijado que estaba allí.

—¿Y esto? —enarca una ceja, estudia todo a su alrededor con cautela por si consigue algo más—. Dudo mucho que sea tuyo.

—En estos momentos no estoy para hablar, ¿Vale? Así que no me toques los ovarios que los tengo hinchados.

Me desparramo en el sofá junto a ella. E inevitablemente mis ojos se hacen agua.

—Pero si tú no lloras —se burla, le doy una mala cara—. Ok, está bien, está bien. Prometo no decir nada.

Me ofrece su hombro y termino llorando a moco tendido, la sensación de ahogo en mi garganta no se va. Por más que lleve diez minutos llorando no se va.

Maldito seas Juan La Cruz.

Odio estar así de sensible. Odio no poder controlar mis emociones. Sorbo por la nariz y todavía quedan lágrimas por salir.

Federica se levanta y deambula por mi cocina, buscando los sobres de té para prepararme.

Cuando por fin dejo de llorar el dolor de vientre me machaca, llevo una mano y me acaricio. ¿Por qué me duele tanto? Mis últimos periodos no han dolido como lo está haciendo hoy.

—Luci debes calmarte —dice Fede, sirve el té en una taza—. Ven, levántate. Te hará bien estar en movimiento, ¿Quieres que pasemos un día de chicas?

Lo pienso... Lo pienso...

No quiero estar sola, sé que terminaré llorando, y no quiero parecer una llorona. Suspiro, me limpio la cara y voy a la isla de mi cocina para sentarme.

—¿Puedo saber qué pasó? —pregunta indecisa.

Por extraño que parezca algo en mi hace clic. ¿Cómo sabía que la necesitaba en estos momentos para no morirme entre lágrimas?

Descarto la idea rápidamente. No creo que Juan tenga su número, mucho menos creo que se haya atrevido a llamarla. Sencillamente no lo veo venir. Federica me queda viendo, detallando mi rostro, momento que aprovecho para yo hacer lo mismo con ella.

Algo me llama la atención. Hay algo distinto en su rostro, pero no logro dar con que, su nariz y sus ojos siguen siendo los mismos, sus cejas bien definidas y pobladas. Sus cachetes. Doy en el clavo, noto sus mejillas un poco más grandes, cosa que me parece sumamente raro. Sigo detallando su cuerpo y me fijo en lo hinchado de su pecho, en que usa una camisa para nada ajustada y finalmente en sus leggings.

¿Cuándo le salió barriga?

—Sé lo que estás viendo —aclara con una manzana en a boca—.pero no quiero que hablemos de eso, hoy es un momento para ti.

¿Acaba de decir lo que creo que escuché? ¿No estará bromeando?¿en serio está embrazada?




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