Corazón sin ley

CAPÍTULO 20. Estefanía Duben La Cruz

El lunes bien temprano me presento en la oficina, ya por lo  menos me siento mucho más animada que ayer. Ya pasé lo que tenía que pasar, en la noche me escribió pero decidí borrarlos directamente sin verlos. No me haría más daño.

Ahora quiero un tiempo para mí, para crecer como persona  y como profesional. Tal vez mi decisión es muy radical, tal vez no es lo más correcto, pero es lo que quiero hacer. No quiero tener encima la presión de una relación y mucho menos una relación como la que tendríamos nosotros, estar escondiéndonos con el miedo de ser pilados, con las amenazas de Zulianny y el sin fin de cosas que tenemos en contra.

Aprovecho que no hay nadie y voy al baño a echarme agua en la cara. Suspiro, Luciana concéntrate y enfócate en tu trabajo.

Hoy comienza a trabajar la nueva asistente, el viernes me indicaron en Recursos Humanos que estará un mes de prueba y dependiendo de su desarrollo se le hará un contrato por tres meses primero, luego tres meses y si su rendimiento es favorable se le hace un contrato indefino. Aún no sé quién es la persona que designaron para acá. Pensé que me lo dirían, pero su respuesta fue: que estaban esperando por dos personas más para tomar la decisión.

Federica llega la oficina y me saca de mis cavilaciones.

—¿Cómo está la tía más linda? —habla como si le estuviese hablando a un bebé.

La detallo de arriba abajo, un poquito más y se le empieza a notar el embarazo.

—¿Lo notificaste en RRHH? —cuestiono mientras me siento en mi puesto, abro mi bolso del desayuno y saco una manzana, le doy un mordico grande.

—Te odio, viéndote comer me dan ganas a mí —gruñe sentándose en su puesto—. Pienso hacerlo esta semana, porque como te habrás dado cuenta este bebé quiere crecer rápido y a este ritmo se me notará una barrigota el mes que viene.

—Imagino que es muy temprano para conocer el sexo del bebé —comento mientras me devoro un sándwich.

—Imaginas bien, solo hemos ido a una consulta —dice mientras se está comiendo un cambur—, la doctora nos dijo que en la próxima consulta si se deja ver nos lo dirá.

 Cuando terminamos de desayunar nuestro amigo se parece en la oficina en compañía de nuestra nueva compañera de trabajo. La escaneo disimuladamente y me parece maja. Es alta, pelo negro, ojos azules, nariz respingona, sonrisa dulce, se nota a leguas que no pasa los 30. La junta directiva se va infartar cuando sepa que su contabilidad está en manos de unas niñas, pienso con ironía.

—Buenos días chicas —saluda Arnaldo, hace señas a su acompañante—. Le presento a la persona que la ayudará en todos sus problemas.

La aludida se presenta— Mucho gusto me llamo Estefania Duben La Cruz y estaré para apoyarlas en todo lo que necesiten.

Todo a mí alrededor tiembla. Esos ojos y ese apellido. No he de ser adivina para saber que es su prima. Tantas personas y justamente ella fue la seleccionada. Aunque… no puedo optar por esa actitud fui yo misma quien se lo propuso a Juan.

Federica enarca la ceja, Arnaldo se encoge de hombros y yo… solo espero que no sepa de mi “acercamiento” con su primo.

—Mucho gusto soy Federica Montalvo  —se presenta mi amiga y extiende su mano—, soy los ojos y oídos en esta oficina, aunque sean otras quienes se llevan ese merito —se mete conmigo.

Pongo los ojos en blanco, Arnaldo sonríe y Estefanía frunce el ceño.

—Luciana Camila Araujo Duval —hablo extendiendo la mano. Algo en su expresión me llama la atención, y me hace saber que algo ha de conocer respecto a mí—. Nuestro jefe está de permiso y durante ese periodo yo estaré encargada de la oficina, por eso fue que Federica añadió lo último —la nombrada me ve con mala cara—. Dentro de unos días conocerás su personalidad alocada, ojalá no te vayas asustar y salgas corriendo.

—Te estoy escuchando pelirroja, más te vale mantenerte calladita —comenta con tono burlón—, conozco ciertos episodios de ti que te pueden dejar mal parada.

—Es mi momento de retirarme —dice Arnaldo, le dedica una mirada a mi amiga que pasa desapercibida para nuestra compañera—, las veo en el almuerzo. Y Estefanía espero que no vayan a volverte loa estas dos.

Pasamos toda la mañana explicándole nuestro trabajo, ella y Federica inmediatamente tienen feeling. Es fácil de tratar y entiende de lo que vamos hablándole, además, va anotando en una libreta aquello que pueda olvidársele.

La ubicamos en el que fue el puesto de Sonia, no hace referencia ni mención de sui primo, ya por eso me agrada, no está vanagloriándose de que es conocida de uno de los médicos más guapos de la clínica.

A la hora del almuerzo decidimos llevarla con nosotras e integrarlas a nuestro grupo. No sé si mi amigo le caerá en gracia, pero no podemos dejarla sola.

Cuando vamos caminando hacia el comedor veo a lo lejos a Juan, mi cuerpo reacciona a él, pero me obligo hacer de la vista gorda. Mi celular anuncia un mensaje, de manera automática lo veo.

Juan: Hoy estás más hermosa que nunca, a pesar de ser tu tan odiado lunes. Te extraño pelirroja. Por favor hablemos.

Suspiro.

Borro el mensaje, para no tener la necesidad de responderle.




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