Corazón sin ley

CAPÍTULO 25. Estamos preocupados

Ha pasado una semana desde nuestra reunión con la familia La Cruz, los doctores cuando me ven por los pasillos me saludan como de costumbres, ellos están enterados de las políticas de la empresa y no me podrían en riesgo. El día miércoles cuando despedimos a mis padres en el aeropuerto fuimos a cenar y se tocó el tema.

Les agradecí que no lo mencionasen frente a mis padres.

—Luciana y Juan, creo que es momento que hablemos de su relación y las consecuencias que les traería a Luciana —comentó en tono serio el Doctor La Cruz.

La mesa quedó en silencio. Juan vio a su padre y asintió.

—Tiene razón padre, es momento de que hablemos de eso.

—Estamos preocupados por Luciana —comentó Juana. Ya no podría llamarla doctora o señora La Cruz porque terminaría con un cachetón, como ella misma me lo supo decir—. Ahorita Luciana está en el mejor momento en su trabajo, sé que Estefanía los tiene muy vigilados junto con sus amigos, pero debo decirles que no se confíen de nada ni de nadie. Existen personas que no les gusta ver la felicidad de otros.

Leí entre líneas.

Zulianny.

Pongo los ojos en blanco, ¿hasta cuándo?

—Sé a lo que se refiere madre y tenga por seguro que estoy pendiente de eso. Por ello Luciana no ha venido a mi departamento sería muy sospechoso se los vigilantes de la clínica llegan a reconocer su auto entrando en la residencia, empezaran las habladurías y algunos atarían cabos —le responde. Pincha un pedazo de camarón y se lo lleva a la boca, sigo su nuez de Adam.

Me desconecto por varios minutos. Me pierdo en sus gestos, en su voz, en su aroma. Sé que es desconsiderado de mi parte, pero prefiero no hablar, creo que así estoy mejor. Además, lo de la transcriptora es un tema del que no me gusta hablar, no le tengo miedo, pero me pone los pelos de punta.

—Luciana.

—Tiene la misma cara de tonta que cuando Juan la vio por primera vez –comenta Giovanna.

—¡Respeta a Luciana! —exclamó Juan.

Espabilo al verlos que van a comenzar una de sus guerras. Sé que lo hacen con cariño, pero a sus padres llega momentos en los que los agobia, esta semana me pude dar cuenta de ello.

—Gia —la llamo por un diminutivo—, no creas que eso va afectarme —sí, este tiempo he establecido una amistad con la menor de los La Cruz—. Soy inmune a ese tipo de insultos con Federica y Estefanía me sobra —los veo, el semblante de Juana y Josías es preocupante—. Lo menos que quiero es que tengan que preocuparse por nosotros. Juan y yo somos mayorcitos para afrontar las consecuencias de nuestros actos. No les diré que no tengo miedo porque sería mentirle. Sí tengo miedo, estoy aterrada porque sé cuál es la reputación que van a poner por el piso.

Asienten.

—Me tomó unas cuantas discusiones con Juan, pero finalmente lo acepté. No se pueden cambiar los sentimientos —veo a mi amor. Sus preciosos ojos están llenos de orgullo. Porque es la primera vez que lo admito— porque donde manda el corazón no manda la razón. Y he aceptado que tengo un corazón sin ley.

Giovanna aplaude con una sonrisa burlona. Pongo los ojos en blanco. Benditos La Cruz que se han cruzado en mi camino para hacerme rabiar.

—Guau, que conmovedor —señaló. Toma su copa de agua y la levanta— brindemos por el eterno amor de Juan y Luciana.

—Giovanna Carolina ten la delicadeza de comportarte —habló con voz extremadamente seria el doctor La Cruz. Primera vez que le escucho aquella voz—. Tu madre y yo no te hemos enseñado esas cosas.

—No se preocupe doctor La cruz, por mí no hay problema. Estoy acostumbrada a ese tipo de burlas —intervine, no quiero una pelea y mucho menos que sea por mi causa.

—Padre, pero si me estoy jugando con Luciana, no estoy diciéndolo de manera seria.

—Cariño, pero debes entender que no todo el mundo entiende tu sentido del humor y estamos tratando un tema delicado —hace una pausa y fija en mí sus lindos ojos—, Luciana podría perder su trabajo por estar en una relación con tu hermano, aunado a eso su reputación quedaría por el piso. Y aunque me cueste aceptarlo sería la habladuría de varios días por ser una buscona. Ninguna mujer merece ese trato, y ese es el que van darle.

—Por eso tu madre y yo estamos preocupados —finaliza el doctor Josías—. Luciana es hija de uno de nuestros amigos y lo menos que queremos es un conflicto —lleva sus manos a la mesa y toma las mías entre ellas—. Estoy sumamente orgulloso porque con esto no estás demostrando que eres una mujer bien plantada, con los pies en la tierra y que sabrás apreciar los sentimientos de nuestro hijo. Estamos tranquilo porque Juan ha sabido elegir su pareja. Ya solo nos queda la preocupación con Giovanna Carolina y lo que piense hacer con ella.

—Sabías palabras doctor La Cruz.

—Nada de doctor La Cruz, puedes llamarme Josías. Eres una hija más.

Juan que estaba sentado a mi lado apretó mi hombro en señal de apoyo. Ese día después de dos horas Juan y yo partimos a mi departamento.

 

—Despierta dormilona —su voz se mezcla en mis sueños.

Me retuerzo en la cama, no me quiero despertar, los últimos días de la semana fueron agotadores. Anhelé tanto mi día favorito. Suspiro al sentir sus labios en mi clavícula. Abro los ojos y veo su sonrisa brillante.




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