Corazón sin ley

CAPÍTULO 28. ¡Lo sabía!

Los días comenzaron a pasar a una rapidez vertiginosa, para cuando me di cuenta se cumplió el plazo que estaría mi jefe por fuera. Incluso, ha pasado una semana y ni se ha pronunciado. En esa semana los directivos estuvieron rondando mi oficina.

Le dejé varios mensajes al whatsapp y no me respondió. Suspiro, esto me comienza estresar porque número: uno el señor Navarro ya debe estar aquí, número dos: voy a tener a la junta directiva sobre mí y número tres: de no aparecer mi jefe voy a seguir en el cargo hasta que ellos encuentren a la persona que creen idónea para el cargo.

Todo en si se está convirtiendo en una bola de nieve y me va arrastrar. Mi relación con Juan va viento en popa, hemos decidido que es momento de conocer su entorno y no siempre estar en mi departamento o bajo mis términos.

Reconozco que me costó un poco tomar esa decisión, pero lo hice para que un futuro no haya reproches, después de tanto conversarlo con Fede y Estefa, me hicieron abrir los ojos y darme cuenta de lo irracional que fui en el momento en que me molesté con él.

Mi teléfono suena sacándome de mis pensamientos.

Juan: ¿Cómo te está yendo, pelirroja? ¿Mucho trabajo?

Sonrío como tonta al ver su mensaje, eso se ha convertido en una rutina muy bonita. Cuando no es él, soy yo quien le escribe para saber de su mañana.

Yo: No tanto, como me imagino que debe estar tu mañana.

Juan: Está visto que eres una romántica empedernida. Sí, padre y yo estamos un poco atareados, pero saqué unos minutos para saber de mi pelirroja.

Suelto una carcajada, he descubierto su sentido del humor, aunque muy pocas veces suele salir a luz. Momentos como estos son los que llenan mi echo de calor.

Yo: Vaya a trabajar y deje estar escribiéndome, doctor La Cruz.

Juan: Pensé que era tu doctor bonito.

—Ahora el teléfono hace cosquillas —suelta Federica, pego un brinco, sorprendida, si estaba en su escritorio, ¿Cómo fue a dar hasta el mío sin que la escuchase?

—Te llamé —aclara, como si me estuviese leyendo el pensamiento—, pero como estas tan embobada por el doctor bonito no me escuchaste —pongo los ojos en blanco—. No, o me pongas esa cara, reconoce que es verdad.

—¿Qué quieres Federica? —mi pregunta suena más hostil de lo que realmente quería ser.

—Venía de camino cuando los doctores Núñez y Rodríguez me pidieron que te dijera que te esperan en Juan Directiva.

—Eso está raro —interviene Estefanía, apareciendo detrás de Fede.

Algo está pasando, lo presiento. Mi cuerpo es sacudido por un escalofrío.

—Tranquila, no tienes de qué temer. Lo has hecho muy bien y nosotros podremos dar fe de ello —me anima mi amiga.

Salgo de mi oficina nerviosa con rumbo a la de los socios, que sea lo que Dios quiera. Aunque no he de sentirme así porque he hecho mi trabajo, tal vez sea por lo de mi jefe.

Niego con la cabeza varias veces para dejar los malos pensamientos de lado y centrarme lo que dure la reunión.

Toco la puerta y escucho el adelante.

—Buenos días doctor Rodríguez, doctor Núñez, ¿Cómo están? —saludo amable—. Lcda. Barreto.

—Buenos días Luciana, siéntate —me indica la Gerente General.

—imaginamos debes estar nerviosa por el motivo de que te mandamos a llamar —dice el doctor Rodríguez, me da una sonrisa amable—, tranquila. Lo que deseamos hablar contigo es referente al cargo que estás ocupando ahorita.

—Hemos supervisado de cerca tu trabajo y la verdad es que estamos asombrados —señala el doctor Núñez—, a pesar de ser tan joven has sabido manejarte este mes, y por eso queremos felicitarte y se te dará una bonificación.

Guau.

—Nos hemos contactado con Navarro y nos ha confirmado lo que nos temíamos, no tiene pensado regresar —aquello me deja fría, ¿Por qué no respondió mis WhatsApp? Él me dijo que no sabía, pero su deber era informarme para yo saber a qué atenerme—. A pesar de estar encantados con tu trabajo Lcda. Araujo hemos decidido buscar una persona con mucha más experiencia, no estamos denigrando tu trabajo, porque nos ha gustado, pero esta es una empresa grande, donde se nada con tiburones —hace una pausa, me examinan los tres—. No sé si me estoy explicando o te estoy enredando.

—Si doctor, le estoy entendiendo a la perfección —indico, respiro profundo, sé que en la actualidad es difícil confiar en los jóvenes por su poca experiencia, pero aquello no permitiré que me afecte.

—Mientras conseguimos esa persona, seguirás a cargo de la contabilidad de la empresa —continúa el doctor Rodríguez.

Pasamos diez minutos más hablando, e informándome de lo que tienen planea hacer para el siguiente mes, les doy mi punto de vista y salgo de esa reunión.

No puedo describir las emociones queme embargan, es como una mezcla entre felicidad y frustración. Felicidad porque han reconocido lo que, hecho en este mes y frustración por no atreverse a confiar en mí, aunque los entiendo. Ellos mismos lo dijeron, la contabilidad de Centro Clínico el Valle es como nadar con tiburones por cuestión de SENIAT, SUNDEE, y todos los entes que pertenecen al Estado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.