Corazón sin ley

CAPÍTULO 30. Caprichosa

Su baño es de ensueño, muy parecido al del hotel en Coche, la diferencia es que no tiene una tina. Pero todo es hermoso. Hay un aroma a mandarina que me enloquece, huele delicioso.

No sé cuántos segundo o tal vez sean minutos, paso perdida en mis pensamientos. Cuando me doy cuenta estamos otra vez en su habitación. Su mirada felina me lo dice todo. De aquí en adelante lo que viene es placer, placer y más placer.

Nuestras respiraciones se alteran, ¿Y cómo no alterarse si estamos tan cerquita?

Se siente como si nos estuviésemos desvistiendo por primera vez, la sangre me hierve, la piel se me eriza y mi mente no piensa nada más allá de ¡SEXO! Mucho sexo, salvaje, ardiente, enloquecedor y abrumador.

¡Sexo! ¡Sexo! ¡Sexo!

Últimamente mi apetito sexual estaba por las nubes. Y el estar hoy conociendo su departamento me generaba nervios y deseo.

Mis ojos se funden en sus iris, y los suyos en los míos. Su mirada azulada queda hechizada en mis ojos negros. Ante mi tengo al hombre mas sensual, romántico y detallista que he conocido.

Todo de él produce morbo. Todo de él invita a pecar, a jugar con fuego y quemarse. Ay Juan La Cruz, ¿Qué hiciste conmigo?

Anhelo y deseo todo de él.

Sin esforzarme tomo sus labios entre los míos, los amaso, los muerdo y los chupo a mi antojo. Lo beso con un hambre voraz, hambre de su ser, hambre de lo que esconden esas prendas, ambos nos pertenecemos. Pensar en lo tonta que fui me hace sonreír, ahora no veo una vida sin mi doctor bonito.

Jadea.

Me sabe a gloria sus gemidos, sus gruñidos. Todo en él es el jodido paraíso.

Hago nuestros besos más ardientes, más feroz. Llevo mis manos a su pecho y siento sus latidos en la palma de mi mano. Están descontrolados. Cómo deben estar los míos.

Sus fuertes manos me aprietan las nalgas y me restriegan contra él.

Coloco mis manos en su pecho, siento el palpitar de su corazón contra mi palma.  

Me separo de él. Lo voy a volver loco de placer, como estamos desnudos lo aprovecho para tocarme los pechos ante su atenta mirada. Una de mis manos la desvío hacia el ombligo y termino en mi vagina.

Sus fosas nasales se abren y se cierran. Estoy gustosa con lo que he ocasionado, mi doctor está que salta y me devora, aunque lo está haciendo con su mirada ardiente.

Sonríe cuando me abro los labios y tocó mi clítoris.

Señor, que placer.

Se me escapa uno, dos, tres jadeos ante su mirada, pero no hago nada por acercarme a él, que sea él quien se acerque a mi.

Cierro mis ojos y dejó volar la imaginación, con una de mis manos me pellizco los pezones mientras la otra me da placer en mi centro. Quiero recostarme de algo, de su pecho, de su calor.

En mi imaginación Juan se acerca a mi y me devora las tetas, me estruja y me da nalgadas que me hacen chillar. Mi vagina se lubrica y lo deseo dentro de mí.

Salgo de mi ensoñación cuando sisea con la voz enriquecida:

—Pelirroja, mírame.

Hago lo que me pide. Su gesto de tensa y se acerca despavorido.

—¿Quieres matarme mujer? —susurra en mis labios.

Su olor.

Su jodido olor, tan masculino y delicioso.

—Me estoy conteniendo para no cogerte en esa cama como un poseso.

Aquello revoluciona mis hormonas, le prende fuego a mi sangre, me veo diciendo en el mismo tono que él.

—Tómame de la forma que quieras, pero por favor hazlo ya —ladeo la cabeza y gimo en sus labios, mis dedos siguen en mi abultado clítoris—. Te necesito con urgencia doctor La Cruz.

Me besa, asola mi boca mientras mi cuerpo tiembla por las sensaciones.

—Eres deliciosa, eres exquisita mujer y no me canso de ti, creo que jamás me cansaré bonita —Vuelvo abrir los ojos, ni siquiera me di cuenta cuando los cerré —. Te quiero, Luciana.

Me desconecto de todo.

¿Ha dicho lo que creo que ha dicho?

Jesús, ayúdame.

Siento que voy a desmayarme.

Él suelta una carcajada al ver mi cara de apuros.

—Te quiero, Luciana Araujo. Eres mi razón de existir y espero que nunca se te olvide preciosa.

A partir de allí nos volvemos uno solo. Me lleva a la cama y me abre las piernas, se posiciona en mi monte de venus, sus dedos expertos abren mis labios y su lengua

Entra en mí.

¡QUÉ PLACER!

Antes de mi mente ponerse en blanco, nos veo a través del espejo. Es lo más sensual y erótico que he visto en mi vida. Juan, mi doctor bonito dándome placer con su boca. Me ataca hambriento, yo me retuerzo al sentir un cúmulo de sensaciones en mi vientre, voy a explotar, en cualquier momento lo haré.

Inconsciente llevo una mano a sus cabellos y me restriego en su boca.




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