Corazón sin ley

CAPÍTULO 32.No puede ser verdad

Lunes.

Una nueva semana.

Desde el cumpleaños de Juan me he estado sintiendo mal, me dan pequeños mareos, un inagotable apetito. He aumentado un poco de peso, tampoco es que estoy gorda una tremenda barriga, pero el pantalón del uniforme no me queda, ya no quiere cerrar y me lastima de lo apretado que me queda.

Mi doctor bonito me ha arrullado entre sus brazos con bonitas palabras y yo he terminado llorando, pero ¿Qué coño es lo que me pasa?

Me despierto en las madrugadas buscando helado en el refrigerador. Una idea cruza por mi cabeza y la desecho, no puedo estar embarazada, además me faltan dos semanas para que me llegue el periodo.

No veo como puedo estarlo, me he tomado la píldora al pie de la letra, no he tenido ningún retraso al momento de tomarla, ni siquiera en minutos.

Un fuerte dolor de cabeza me ataca, mierda…

Lo que me faltaba para completar mi lunes.

Por el rabillo del ojo veo que mi teléfono se enciende. Un WhatsApp de Juan.

Juan: Pelirroja, ¿Estás bien? En la mañana no tenías buena cara.

Nada le pasa desapercibido. Un mensaje en el grupo con las chicas.

Estefa: Quita esa cara de mensa, que la jefa se va dar cuenta que tienes la cabeza en otro lado, menos en esta.

Fede: Luciana, concéntrate que sabes que estamos a prueba.

Bufo.

Le respondo a Juan.

Amor estoy trabajando, hablamos en casa.

A medida que pasa la mañana me siento peor, tengo unas terribles ganas de vomitar que me alertan.

Mierda.

Mierda.

Mierda.

Termino en el baño dejando mi almuerzo y la merienda. No quiero pensar en eso, no quiero. Pero algo muy dentro de mí me dice que lo estoy.

Dios mío, ¿Qué voy hacer? ¿Cómo se lo voy a contar a Juan?

Un hijo no estaba dentro de nuestros planes. Me levanto del piso y me mareo. Me agarro de las paredes hasta sentirme bien.

Sin tiempo que perder me lavo la cara y voy al consultorio de una de las mejores ginecólogos de la clínica. Ni loca me hago un examen el laboratorio, será para que todos se enteren antes de que lo haga yo y ruede por los pasillos.

Saludo a la secretaria de la doctora Rojas y me dice que espere un momento que la doctora está con una paciente y que no tiene a más nadie por atender, la suerte está se mi lado. Aprovecho y mando un mensaje por el grupo con las chicas.

Yo: bajé un momento, creo que me voy a demorar. Si preguntan por mí, digan que estoy consultando unos precios en la unidad de Gastro.

Siento que los minutos se vuelven horas cuando finalmente la doctora sale un su paciente, la secretaria me informa que me quiero ver con ella, pero que no tengo cita.

La ginecóloga me pasa a su consultorio y pregunta directo.

—Cuéntame, ¿Qué te perturba? —sopeso varios minutos la respuesta, me esperando. Inhaló y exhalo antes de responder.

—Creo que estoy embarazada.

Lo dije en voz alta, siento como la realidad me golpea. ¿Qué voy hacer? Me entran unas terribles ganas de llorar.

La doctora frente a mí me estudia, para luego preguntar —¿Tienes un retraso?

—No, la menstruación debería estar llegándome dentro de dos semanas.

—¿Qué te hace pensar que estás embarazada?

—Los mareos, las ganas de comer, la inagotable energía sexual, algunos olores me producen asco y las gana de llorar constantemente.

Me observa bien, anota algo en su libreta. Me pide mis datos y los escribe en su laptop.

—Vamos a salir de dudas —dice—. Acompáñame —pasamos a una salita al lado de su consultorio, me indica que desabotone mi camisa y me acueste en la camilla.

Siento que todo pasa en cámara lenta, coloca gel en mi abdomen y lo esparce con el transductor e inmensamente envía imágenes al monitor, la doctora observa, observa y yo me paralizo.

No sé qué está viendo, pero frunce el ceño, sigue movimiento por todo mi abdomen hasta llegar a la zona de la pelvis.

Me antes de presionar algo en el equipo, me ve fijamente, la veo hacer medidas.

Veo que se tarda en un puntito casi insignificante, me desespero.

—¿Encontró algo doctora?

—Luciana —me quedo viéndola—. Efectivamente estás embarazada, por el tamaño del feto podría decir que estás en tu cuarta semana. ¿Cómo fue tu último sangrado? ¿Fue leve o como de costumbre?

Eh…

Estoy embarazada, estoy embarazada, ¿Cómo rayos pasó eso? ¿La píldora no sirvió de nada? Mierda, ¿Cómo le explicaré esto a Juan?

—Muñeca no entres en pánico, por tu cara sé que este bebito no fue planeado —me tiende servilletas para limpiarme. Lo hago mientras veo como ella imprime las ecografías—. Te agendaré cita para dentro de dos semanas para observar el crecimiento del feto, luego tendremos consulta cuando estés en la décimo segunda semana para evaluar el sexo si se deja ver, si va creciendo como es de esperar o tiene alguna anormalidad.




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