Corazón sin ley

EPÍLOGO. Te amaré incluso después de la muerte.

Han pasado muchas cosas desde mi salida de la clínica. Comenzaré contando a medida que fueron sucediendo:

Federica y Arnaldo se casaron semanas después del accidente. Así que su dama de honor usó collarín en la boda. Es algo que todavía me hace rabiar.

Papá y mamá se quedaron dos meses en Venezuela, por mi recuperación, así que el cumpleaños de papá, a finales de julio, lo celebramos juntos, para ese momento por fin había dejado de usar el collarín y podía mover mi brazo con tranquilidad.

En octubre y justamente en el cumpleaños de Arnaldo, Federica dio a luz un hermoso niño, rubio como ella y de ojos grises como mi amigo. Era toda una ternurita, sobra decir que lloré más que María Magdalena. Mi amiga llevada por su loca imaginación llamó al niño Thor. Sí, leíste bien, Thor, como el de la mitología nórdica. Como el vengador de Marvel.

En diciembre Estefanía renunció a la clínica y decidió irse a España con su nuevo novio. A su madre y los abuelos La Cruz casi les da un infarto cuando les dio la noticia. A nosotros particularmente fue como un balde de agua fría, ¿Cómo se le ocurría irse? Pero cuando el corazón puede más que la razón, solo queda aceptarlo, nosotros más que nadie sabíamos aquello. La apoyamos en todo momento.

En enero sufrí pequeñas contracciones que nos pusieron los nervios de punta, afortunadamente todo quedó en un susto y no pasó a mayores. A finales de este mes, mi doctor bonito me propuse matrimonio y acepté. El muy tonto, pensó que le diría que no a último momento.

Eso fue algo que nos hizo reír mucho, no fue mi intención avergonzarlo, pero no sabía que toda nuestra familia estaba escuchándonos.

Y finalmente llegamos a febrero, el mes en que daría a luz a este bebé, que amenazaba con devorarme. Juan y yo decidimos descubrir el sexo del bebé en el momento del parto, indistintamente de su género lo amaremos con locura.

Porque este bebé a pesar de no ser planeado, es fruto de nuestro amor, del más puro amor que pueden sentir dos personas.

Sé que estás haciendo cuentas y hay algo que no les estoy contando. Fueron días duros de juicio. Demostrar la culpabilidad de Zulianny en el intento de asesinato llevó sus días. Sus abogados estaban calificándola como inestable mentalmente para rebajarle los años de condena y se considerase como un acto llevado a cabo por imprudencia, gracias a Dios y a la Virgen del Valle, aquella estrategia quedó descubierta y se comprobó que la transcriptora estaba en todos sus sentidos. 

En el juicio declaró la gerente de RRHH, quién dio a conocer los detalles de cómo esa desquiciada nos siguió hasta hacer las fotos que presentó. También declararon los testigos de mi accidente, quienes fueron los que llamaron en ese momento a protección civil. Mi declaración y la de Juan, terminó de hundirla. Por intento de asesinato en primer grado le dieron 15 años de condena sin derecho a rebaja de pena por buen comportamiento. Inmediatamente fue trasladada a la prisión de San Antonio donde cumpliría su condena.

Y llegamos a este momento, estoy en casa escribiendo un libro con nuestra historia, cambiándole algunas cositas, pero sin afectar en sí lo que vivimos. Este libro no es para ser publicado por ninguna editorial, pero sí en una plataforma de lectura gratuita llamada Wattpad.

En esa plataforma he aprendido a conocer personas de otros países, a tenerles afecto en la distancia y a valorar lo que hacen las chicas que allí escribimos. Porque no solo lo hacemos para agradarle al público, sino para dejarles una enseñanza. Es lo que trato transmitir con mi libro Corazón sin ley.

Termino de publicar el último capítulo, cuando las contracciones me hacen llevar las manos a mi abultado vientre. Me asusto, porque aún falta una semana para la fecha.

—¡JUAN! —exclamo cuando otra contracción viene.

Mi doctor bonito aparece corriendo en nuestra habitación.

—¿Qué pasa, pelirroja? —cuando ve que las manos las tengo en el vientre se pone nervioso y el celular se le cae de las manos. Sin poder evitarlo termino riendo a carcajadas.

Me dedica una mala mirada, se acerca a mí y decide llamar a la doctora Rojas.

—¿Crees que nuestro campeón se adelantó?

—O campeona —puntualizo. Maldigo cuando viene otra contracción.

Me entran unas ganas horribles de orinar. Juan me ayuda a levantarme de la cama, no doy ni dos pasos y siento el líquido que corre por mis piernas.

—¡No puede ser! Aún falta.

—Espérame aquí, mi amor —sale de la habitación corriendo. Vuelve con la pañalera donde están las cosas de nuestro bebé. Me ayuda a levantarme y con paso lento salimos de nuestro hogar.

En el camino a la clínica, pongo el manos libres y le doy la noticia a mis padres, llegaron la semana pasada y se están hospedando en mi departamento. Me dicen que inmediatamente me esperarán allá. Marco a Arnaldo y le digo que voy camino a la clínica.

De mi garganta sale un grito profundo.

—Ya va pasar mi preciosa, tranquila.

Llegamos, afuera nos esperan mis padres y la doctora con un grupo de enfermeros da la orden que me lleven al cubículo donde tiene los equipos para realizarme el ultrasonido. Como de costumbre, observa la pantalla sin decirnos nada hasta que sonríe.




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