Corazones Estrellados

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Somos estrellas que rodean millones de galaxias, estamos hechos de compuestos inexplicables, que circulan por nuestra sangre y merecemos ser tratados como tratamos a los demás.

Desde que era una niña tuve toda mi vida organizada. Todos los problemas podían tener una rápida solución, la mayoría de mis problemas tenían una rápida solución, debido debido a que mis padres siempre me han protegido de lo malo.

Pero, desde lo que me hizo Christian, me volví una persona diferente e independiente.

Seguía aceptando la ayuda de papá y de mi hermano Will, que eran los únicos que pasaban más tiempo en casa. Mi madre trabajaba en la cafetería por las tardes, aunque eso fue hace mucho tiempo, y a penas la veía porque cuándo me levantaba ya se había ido, y cuándo me iba a dormir, muchas veces la esperaba aunque sea para darle las Buenas Noches.

En ese entonces, los gemelos estaban en la secundaria. Y Ethan, estaba a un año de terminar el instituto. Cuándo eres un adolescente, dejas de contar como cuándo eres un niño con tus padres o tus hermanos. Sobre todo los hermanos.

En el que siempre pude refugiarme antes de Will, fue en Ethan. Ethan y yo estábamos muy unidos, y en esa época, a penas estaba con Will porque era demasiado pequeño. Nos llevamos 5 años de diferencia, en cambio Ethan y yo 3 años.

Pero, cuándo se fue a la universidad tuve que hacer de hermana mayor durante 4 años.

Justo este año es su último año de carrera, porque repitió un curso de la universidad.

Ahora voy a visitar la residencia de estudiantes para instalarme. Ya ha pasado una semana desde que visite el establo Tomilson, y los acontecimientos que ese bosque escondía detrás, me carcomian demasiado la cabeza. Dentro de mí, en el muy fondo algo me decía que no estaba loca. Sentía una rara sensación, y esperaba poder descubrir que había más allá de esa alucinación.

No he parado de pensar, cuándo Oliver sujeto las fotografías me derrumbe por completo. Intenté que se notase. Pero, no podía quedarme de brazos cruzados. Estuve a punto de irme, y coger un vuelo hasta Bulgaria con tal de saber como estaba mi hermano. Pero, Samuel me convenció de que no era una buena idea.

Asi qué, tuve que llamar a mamá por videollamada para que ella me dijera como estaba mi hermano.

Me preocupa bastante su estado. Jamás habíamos estado durante tanto tiempo sin hablar, sin abrazarnos. Él siempre sabía que decirme, y la distancia aún más sabiendo que está inconsciente, me deja demasiado preocupada. Un escalofrío recorre mi espalda de pronto.

Veo los alrededores, hay jardines bastante bonitos. La residencia está en un edificio enfrente de la facultad.

Veo a un montón de jóvenes que están charlando bastante entusiasmados, no faltan las risas, ni los insultos amistosos.

Hay una rubia que me llama mucho la atención, está hablando con una pelirroja que va bastante arreglada, tiene unos labios muy rojos, y lleva un bolso cartera pequeño. Veo que se gira a mirarme, como si me conociera de alguna sitio. A decir verdad, su cara me resulta conocida. ¿De qué?

Entro a la residencia y pregunto por mi habitación a la encargada de las llaves, que se encuentra en una mesa sentada.

— Hola, soy Abby Evans. —me presento y sonrió cordialmente. Me devuelve una sonrisa severa, y alza las cejas. Me aclaro la garganta y contesto.—Vengo a por las llaves de mi habitación. Esta mañana llamaste para decirme que ya tenían una habitación libre, para mí.

—Ah sí. Toma. —dice buscando las llaves en una caja blanca. Me la da con desgana y suspira.—Pasa una agradable estancia.—le sonrío confundida y avanzo mis pasos hasta la escalera dónde tropiezo con mis propios pies.

Todo el decorado es bastante clásico, pero sin embargo, me sorprende la falta de simpatía que tienen algunas personas.

Hay veces que es más fácil echarle la culpa a los demás sobre tus problemas.

En cambio, yo también tengo mis propios problemas y no me descargo con los demás.

Cuándo llego a la habitación y voy a abrir con la llave. Tiro del picaporte encontrándome la sorpresa de que está abierto.

Veo a una chica tumbada en su cama recostada sobre ella, mirando hacía el techo. Da un suspiro, y se levanta al minuto.

Me mira de arriba a abajo, y la veo sonreír una vez me ha revisado.

—Vaya, tu debés de ser Abby. Tienes una pinta de nada empollona me esperaba que vinieras con gafas de vista, y ropa cómoda. —me cruzo de brazos y medio sonrío orgullosa. ¿Qué diablos? Acaso, se rumorea que soy una empollona. He hablado demasiado entre clases, eso ni siquiera se podría considerar ser empollona. —Por cierto, soy Skye Carson. Seré tu compañera de habitación durante dos años.

—Skye. ¿Pensabas que era una empollona? Oh por dios, en absoluto...—ella se tapa la cara y suelta una carcajada que resuena por toda la habitación. ¿Qué le parece tan gracioso? El hecho de que me ha llamado mojigata, en toda mi cara. O, simplemente que se ríe por estupideces.

Respiro hondo y la miro detenidamente poniendo mis manos en la cintura, y esperando a que ella diga algo.

Ella da un paso hacia el armario abriendo sus puertas.—Bien chica nueva, esta es tu parte del armario. Espero que aproveches para guardar tus cosas, y si ves algo desordenado, por mínimo que sea, te controles.—abro los ojos como platos ante su actitud. Me quedo paralizada un par de segundos, y abro la boca para protestar. Pero, ella me mira advirtiendome. —No pretendo ser una borde, de hecho, solo trato de decirte las cosas claras. En estos dos últimos años, he visto todo tipo de chicas entrar en esta habitación, la típica chica que se cree superior al resto, chicas que detestan las habitaciones ordenadas, otras que no pueden parar de limpiar.

—Sí, lo he pillado. Pero, ¿quién te dice que yo voy a ser igual al resto de tus ex- compañeras?—le pregunto enarcando una ceja, y cruzándome de brazos. Skye se sienta sobre su cama, y me sonríe de una manera espeluznante.




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