Corazones perdidos en Paris

Capítulo 1: El Encuentro Desafortunado

En la estrecha calle de París, donde la brisa traía consigo ecos de música y el inconfundible aroma del café recién hecho, me encontraba sumida en mis pensamientos. Las luces de neón destellaban sobre mi piel, mientras las voces del bullicio me rodeaban, creando un murmullo constante que me envolvía.

 

Hacía mi camino hacia la librería de la esquina, cuando, de repente, lo choqué. Fue un choque inesperado, un golpe brusco que interrumpió mi ensoñación.

 

"No miras por dónde vas, ¿verdad?" dijo una voz familiar que no pude ubicar de inmediato. Levanté la vista rápidamente y lo reconocí. Era Julian Lefevre, el famoso cantante conocido tanto por su impresionante talento como por su comportamiento errático, según las revistas. Su presencia era imponente, y un escalofrío recorrió mi espalda al encontrarme con su mirada.

 

Sus ojos, oscuros y penetrantes, se clavaron en los míos, llevando con ellos una chispa de desdén que me hizo sentir pequeña y vulnerable. "Perdón, estaba distraída", respondí, sintiendo un calor incómodo subir por mis mejillas. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de emoción y vergüenza.

 

Julian rió con ironía mientras recogía las gafas de sol que había dejado caer. "¿Distracción? Parece ser la especialidad de la casa hoy en día. Y tú debes ser la reina," dijo, mostrando una sonrisa torcida que reflejaba su sarcasmo. Sentí cómo una ola de inseguridad se alzaba dentro de mí, haciéndome sentir pequeña frente a él.

 

Traté de defenderme, enderezando mi postura. "No todos tenemos el lujo de caminar con una comitiva que nos guíe," respondí con firmeza. Sus ojos brillaron con un destello de diversión, aparentemente disfrutando de la confrontación.

 

Por alguna razón, ese comentario, esa pequeña batalla de egos, me hizo sentir viva. No era una fan de Julian, pero no podía negar el magnetismo que emanaba y cómo ese intercambio me había despertado una chispa de energía inusitada.

 

"No necesitas una comitiva cuando tienes talento," respondió él, haciendo una pausa deliberada antes de añadir, "y confianza." Su sonrisa se ensanchó, dejando claro que disfrutaba de nuestro intercambio.

 

Las luces del atardecer se reflejaban en su piel, dándole un aspecto dorado y casi etéreo. "Quizás te vea en mi próximo concierto. Pareces necesitar algo de buena música en tu vida," añadió con un tono que mezclaba desafío e invitación.

 

Me crucé de brazos, fingiendo desinterés. "No estoy segura. He escuchado que el cantante es un poco... pretencioso."

 

Julián rió de nuevo, pero esta vez su risa fue sincera y profunda, resonando como una melodía en el aire. Extendió su mano en una invitación muda, sus dedos largos y elegantes temblando ligeramente. Confundida pero intrigada, tomé su mano y sentí una chispa eléctrica recorrer mi cuerpo, una corriente que nos conectaba de una manera inexplicable.

 

"Bien, señorita...?"

 

"Sofía," respondí, mi voz apenas un susurro, todavía atrapada en la intensidad de su mirada.

 

"Sofía, ha sido un placer. Hasta nuestro próximo encuentro," dijo, soltando mi mano con una lentitud deliberada, como si no quisiera romper el lazo invisible que se había formado entre nosotros.

 

Mientras se alejaba, el mundo regresó a su ritmo habitual. Las voces de la gente, los olores de la ciudad, el bullicio incesante, todo volvió a ser mi realidad cotidiana. Pero algo había cambiado irrevocablemente. En el aire quedaba una promesa implícita, una sensación de anticipación. No sabía si Julián y yo seríamos amigos, enemigos, o algo más complejo. Solo sabía que deseaba descubrirlo.




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