Corazones perdidos en Paris

Capítulo 4: Susurros en la Noche

Los días que siguieron estuvieron llenos de un torbellino de emociones. Las calles de París, antes tan familiares, ahora me parecían una obra maestra en constante cambio, reflejando el caos que sentía internamente. Las luces de la ciudad, las sombras de los edificios, el murmullo de la gente... todo parecía vibrar con una intensidad nueva, como si París misma se hubiera convertido en el escenario de nuestra historia.

 

Julián y yo nos vimos con más frecuencia, dejando que la ciudad nos guiara. Caminamos por el Sena, exploramos librerías antiguas y descubrimos rincones ocultos donde podíamos escapar del bullicio. Compartimos momentos robados en cafés tranquilos, donde nuestras conversaciones se entrelazaban con el aroma del café y el murmullo de las conversaciones en francés. La conexión entre nosotros crecía, alimentada por la sinceridad y la pasión que florecía en cada encuentro.

 

Pero, mientras la pasión crecía, también lo hacían los rumores. El precio de estar con alguien como Julián, alguien cuyo nombre estaba constantemente en los labios de otros, era enfrentarse a las sombras de su pasado y las habladurías que lo seguían.

 

Una tarde, mientras tomábamos un café en Le Marais, mi amiga Clara me miró con una mezcla de preocupación y curiosidad. "Escuché que Julián y la actriz Léa Delacroix estuvieron juntos en Cannes la semana pasada," murmuró, sus ojos buscando los míos.

 

Sentí un nudo formarse en mi estómago, la familiar sensación de inseguridad amenazando con abrumarme. "Clara, no todo lo que se dice es verdad," respondí, tratando de mantener mi voz firme. "Julián me ha sido honesto sobre su pasado y sus errores. Estoy eligiendo confiar en él."

 

Clara suspiró, su expresión suavizándose. "Solo quiero que tengas cuidado, Sofía. No quiero verte lastimada."

Intenté restarle importancia a los rumores, pero en el fondo, el miedo comenzó a anidar en mi pecho. Con cada mirada robada y cada caricia compartida con Julián, la sombra de sus antiguos escándalos se cernía sobre nosotros. Me preguntaba si algún día seríamos libres de los fantasmas de su pasado, si podríamos encontrar un momento de paz sin que los susurros de otros nos persiguieran.

 

Una noche, después de una cena a la luz de las velas en Montmartre, donde la música de acordeón flotaba en el aire y las calles empedradas parecían sacadas de un cuento de hadas, Julián me llevó a uno de sus lugares favoritos: una pequeña terraza que ofrecía una vista panorámica de la ciudad. Las luces de París brillaban abajo, como un océano de estrellas reflejadas en la Tierra, y el aire fresco envolvía la noche con un aura mágica.

 

Nos apoyamos en la barandilla, observando el paisaje urbano que se extendía ante nosotros. La Torre Eiffel resplandecía en la distancia, y el Sena serpenteaba a través de la ciudad como una cinta plateada. Julián se giró hacia mí, su rostro iluminado por la suave luz de la luna.

 

"Te quiero, Sofía," susurró, sus ojos buscando los míos con una intensidad que me dejó sin aliento. La sinceridad en su voz, el peso de sus palabras, me hizo sentir como si el tiempo se detuviera.

 

"Yo también te quiero, Julián," respondí, mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Pero antes de que pudiera decir más, él continuó, su expresión cambiando a una de preocupación.

 

"Pero tengo que confesarte algo."

 

El aire pareció volverse más frío, y sentí un nudo formarse en mi estómago. "¿Qué es, Julián?" pregunté, mi voz apenas un susurro.

 

Él respiró hondo, como si estuviera reuniendo el coraje para decir las palabras. "Hay algo que no te he contado, algo que sucedió antes de que nos conociéramos. Cuando estaba en Cannes la semana pasada, no fue solo por trabajo. Léa Delacroix... hubo un momento en que casi volví a mis viejas costumbres."

 

Mi corazón se detuvo por un instante, y el miedo que había estado anidando en mi pecho se convirtió en una sensación de vértigo. "¿Qué quieres decir con 'casi'?" pregunté, tratando de mantener la calma.

 

"Nos encontramos en una fiesta, y hubo un momento en que estuvimos muy cerca. Pero no pasó nada, Sofía. Me di cuenta de que no quería volver a ser esa persona. Pensé en ti, en lo que estamos construyendo, y me alejé."

 

Las lágrimas llenaron mis ojos, una mezcla de alivio y dolor. La honestidad de Julián me tocó, pero también me hizo enfrentar el hecho de que los fantasmas de su pasado siempre estarían al acecho.

 

"Gracias por decirme la verdad," susurré, mi voz quebrándose. "Pero esto no es fácil para mí. Necesito tiempo para procesarlo."

 

Julián asintió, sus ojos llenos de arrepentimiento. "Lo entiendo. Solo quiero que sepas que estoy comprometido contigo, con nosotros. No quiero perderte, Sofía."

 

Nos quedamos allí, en la pequeña terraza con vistas a París, las luces de la ciudad brillando a nuestros pies mientras el peso de nuestras palabras llenaba el aire.

La respuesta vino de una fuente inesperada. Al volver a casa esa noche, con el corazón aún agitado por la confesión de Julián y el peso de nuestras palabras resonando en mi mente, encontré una carta de mi abuela esperándome en el buzón. Era un sobre delicadamente perfumado con lavanda, y al ver su letra cursiva, me sentí envuelta en una calidez familiar.

 

Me senté en mi sillón favorito, con la luz tenue de la lámpara iluminando suavemente la sala, y abrí la carta con manos temblorosas. Mi abuela, quien había vivido un amor tumultuoso en su juventud, siempre había sido una fuente de sabiduría y consuelo para mí. Sus palabras, aunque simples, siempre llevaban consigo una profundidad que resonaba en mi corazón.

 

Querida Sofía,

 

Sé que la vida te está poniendo pruebas difíciles y que el amor a veces puede parecer una batalla más que una bendición. Recuerda que el amor verdadero no se trata de la perfección, sino de la aceptación y el esfuerzo conjunto. Durante mi juventud, amé a alguien con todo mi ser, a pesar de las tormentas y los desafíos que enfrentamos.




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