Corazones perdidos en Paris

Capítulo 24: Luces y sombras del amor en París

La majestuosa Torre Eiffel se alzaba sobre Julian, su estructura iluminada creando una danza hipnótica de luces y sombras en el suelo adoquinado. La brisa nocturna, suave y cargada del aroma de castaños en flor, levantaba las hojas de los árboles cercanos, susurrando secretos antiguos. Julian, con el corazón pesado, contemplaba el peso de la decisión que debía tomar, sintiendo cómo cada luz parpadeante de la torre reflejaba su propia incertidumbre.

 

A lo lejos, en el encantador barrio de Montmartre, Léa se encontraba en su acogedor apartamento, rodeada de recuerdos artísticos y bohemios. La tenue luz de las lámparas de la calle se filtraba por la ventana, acariciando su rostro pensativo. Con una copa de vino tinto en mano, su mirada se perdía en el mar de luces de la ciudad. Pensaba en la propuesta que le había hecho a Julian sobre abrir su relación con Sofía. Aunque sabía que la propuesta tenía sus motivos egoístas, también creía genuinamente que podría ser una solución a la creciente tensión palpable entre los tres. Los pensamientos de Léa vagaban entre la esperanza y la duda, mientras el vino dejaba una calidez reconfortante en su interior, contrastando con el frío dilema que envolvía su corazón.

Léa tomó su teléfono, sus dedos temblando ligeramente mientras marcaba el número de Julian. El tono de llamada parecía eternizarse, cada segundo aumentando la ansiedad que sentía. Finalmente, él contestó, su voz familiar atravesando la línea.

 

"Julian, necesitamos hablar en persona", dijo sin rodeos, su tono firme pero cargado de una súplica silenciosa.

 

Julian, aún bajo la imponente sombra de la Torre Eiffel, suspiró profundamente, sus ojos perdiéndose en las aguas danzantes de la fuente del Trocadéro. "Estoy en el Trocadéro, cerca de la fuente. Ven," respondió, su voz teñida de una mezcla de cansancio y resignación.

 

El eco de sus palabras se desvaneció en el aire nocturno, dejando a ambos sumidos en un silencio lleno de promesas no dichas y decisiones inminentes.

Cuando Léa llegó, encontraron un momento de silencio compartido mientras caminaban, escuchando el suave murmullo de la ciudad que los envolvía. El frescor de la noche parisina les acariciaba el rostro, como si intentara calmar la turbulencia de sus pensamientos.

 

"Julian," comenzó Léa con cautela, sus palabras cuidadosamente escogidas, "sé que mi propuesta puede haber sonado insensible o egoísta, pero piénsalo. Podríamos encontrar un equilibrio, una manera de tener lo mejor de ambos mundos."

 

Julian se detuvo, la luz de la Torre Eiffel reflejándose en sus ojos mientras la miraba fijamente. "Léa, lo que sentimos en el pasado fue real y poderoso. Pero, la realidad es que lastimamos a las personas en el proceso. No quiero hacer eso otra vez. No quiero lastimar a Sofía."

 

Sus palabras, llenas de honestidad y dolor, colgaron en el aire como una sombra. Léa asintió lentamente, comprendiendo la profundidad de su dilema. La noche continuaba su curso, y París, con todas sus luces y sombras, parecía contener la respiración junto a ellos.

 

Léa se acercó, sus ojos brillantes bajo las centelleantes luces de París, reflejando una mezcla de esperanza y desesperación. "Pero Julian, aún siento algo por ti. Y no creo que esté sola en eso. ¿Realmente puedes decirme que no sientes nada cuando estás cerca de mí?"

 

Julian suspiró, el peso de sus emociones reflejado en la tensión de sus hombros. Miró hacia el horizonte, buscando las palabras correctas entre las sombras y las luces que danzaban a su alrededor. "Es complicado, Léa. No puedo negar nuestra historia o la química que hay entre nosotros. Pero tengo que pensar en el presente y en el futuro. Y en eso, quiero a Sofía."

El silencio que siguió fue denso, cargado de sentimientos no expresados y decisiones difíciles. Léa asintió lentamente, sus ojos llenándose de lágrimas no derramadas.

Léa tragó saliva, intentando mantener las lágrimas a raya. "Entonces, ¿qué hacemos ahora?" preguntó con voz temblorosa, la vulnerabilidad clara en sus palabras.

 

Julian desvió la mirada hacia la distancia, fijándose en la silueta iluminada de la Catedral de Notre Dame que se alzaba majestuosa contra el cielo nocturno. "Lo que debimos haber hecho desde el principio," respondió con una firmeza suave, "ser honestos con nosotros mismos y con los demás. No más juegos, no más secretos."

 

Las palabras de Julian resonaron en el aire, llenando el espacio entre ellos con una verdad ineludible.

 

Léa bajó la mirada, luchando contra las lágrimas que amenazaban con escapar. "Pero yo no puedo," susurró, su voz quebrándose bajo el peso de la confesión.

 

Julian la miró, viendo el dolor reflejado en sus ojos. "Léa..." comenzó, pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta.

 

"No puedo simplemente dejar de sentir lo que siento," continuó Léa, alzando la vista hacia él, sus ojos brillantes y llenos de emoción. "No puedo ignorar lo que significa para mí nuestra historia, nuestra conexión. No puedo fingir que todo está bien cuando no lo está."

 

Julian dio un paso hacia ella, sus manos temblando ligeramente mientras intentaba encontrar las palabras adecuadas. "Sé que es difícil, Léa. Pero si no somos honestos, seguimos lastimándonos a nosotros mismos y a los demás. No quiero que sigamos así."

Léa levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas contenidas y una mezcla de esperanza y desesperación. "Pero si nos quisimos tanto, ¿por qué tenemos que terminar así?" preguntó, su voz temblando con la carga de sus emociones.

 

Julian suspiró profundamente, sintiendo el peso de su propia tristeza. "Léa, a veces amar no es suficiente. Nos quisimos con intensidad, con una pasión que no puedo negar. Pero también nos hicimos daño, y no quiero repetir esos errores. A veces, el amor significa dejar ir, para que todos podamos sanar y encontrar la paz que necesitamos."




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