Corazones y Castillos: Entre verdades y engaños

1.-Nueva York

---ELION---

Las voces resonaban con fuerza en la sala del despacho, haciendo eco en las paredes de mármol pulido y los muebles de madera oscura que siempre daban un aire de grandeza al lugar. Mi abuelo, Alexander Wentworth, se encontraba de pie frente a mí, con su mirada severa clavada en mí mientras sostenía un informe en sus manos. Sabía lo que venía. Había escuchado su tono en más de una ocasión, pero hoy la presión se sentía especialmente pesada.

—¿Qué piensas hacer al respecto, Elion? —su voz era baja, controlada, pero cargada de reproche.

Tragué saliva, tratando de mantenerme calmado. El caso Thornton había dado un giro inesperado. Nuevas pruebas habían salido a la luz, y aunque yo había dejado a Sofía a cargo mientras atendía otros asuntos personales, la situación había escalado más rápido de lo que cualquiera hubiera previsto.

—Sofía encontró las pruebas y las presentó de inmediato —expliqué, intentando mantener un tono profesional. Sabía que las cosas no habían salido como esperaba, pero había confiado en ella, y Sofía había sido eficiente.

Antes de que pudiera continuar, mi abuelo me interrumpió con un gesto brusco.

—No es suficiente, Elion. Tú eres el que debería haber estado al tanto de todo esto. Thornton es nuestro cliente más importante en este momento, y no puedes simplemente delegar lo más crucial a otra persona. Si en algún momento quieres estar a cargo del legado Wentworth, tendrás que empezar a sentar cabeza.

Su voz subió de tono, y cada palabra golpeaba con fuerza. Sentía el peso de sus expectativas sobre mis hombros. La frustración empezaba a crecer dentro de mí, pero me esforcé en mantener la calma.

—Lo sé, abuelo. Estoy haciendo todo lo que puedo con los casos que me has dado. Sofía es más que capaz y...— Sofía, que estaba a mi lado, intentó intervenir en mi defensa, con una voz firme pero respetuosa.

—Señor Wentworth, Elion ha estado manejando múltiples casos al mismo tiempo, y él confió en mí para supervisar este. Yo fui quien...—

Pero mi abuelo la cortó sin siquiera mirarla.

—No es a ti a quien le estoy hablando, Sofía. —La dureza en su tono me hizo apretar los puños.

—Si realmente quieres tomar las riendas algún día, Elion, tendrás que empezar a ser un hombre y dejar de comportarte como un niño —agregó con severidad, clavando sus ojos grises en los míos. Sentí un nudo en la garganta, uno que no podía deshacer fácilmente.

La sala quedó en silencio por un momento, y mi abuelo salió del despacho sin mirar atrás, dejando una tensión palpable en el aire. Sofía giró hacia mí con una mezcla de culpa y disculpa en sus ojos. Podía ver que se sentía responsable por lo sucedido.

—Lo siento, Elion —murmuró, su voz suave—. No debí intervenir en tu nombre, solo quería ayudar.

Negué con la cabeza, exhalando profundamente mientras trataba de liberar algo de la frustración acumulada.

—No es culpa tuya, Sofía. Hiciste exactamente lo que te pedí. Si hay alguien a quien culpar, soy yo. —Mi voz era más calmada de lo que me sentía por dentro. Sabía que Sofía había hecho un buen trabajo, pero la situación no había salido como esperábamos.

Ella asintió, pero sus ojos aún reflejaban una preocupación genuina. Sin más palabras, recogí mi abrigo y salí del despacho en busca de aire, necesitaba alejarme de ese entorno sofocante.

Al salir del edificio, la fría brisa de Nueva York me golpeó en la cara, y me detuve en la acera por un momento, mirando el bullicio de la ciudad. Era extraño cómo el caos de la ciudad podía resultar reconfortante en momentos como este.

Mientras caminaba, buscando algo de paz en medio de la tormenta que había dejado atrás, escuché una voz familiar que me sacó de mis pensamientos.

—¡Elion! —Alcé la vista y me encontré con Camille Thorne, la esposa de James. Se acercó con una sonrisa tenue en los labios. Desde la boda de James no la había visto, y aunque nunca habíamos sido cercanos, la presencia de Camille siempre era... intrigante.

—Camille —la saludé, sorprendido de verla—. Ha pasado un tiempo.

Ella asintió, con un destello de curiosidad en sus ojos.

—Desde la boda, ¿no? No te había visto desde entonces.

Esbocé una sonrisa incómoda, sintiéndome ligeramente fuera de lugar. Camille no era más que la esposa de mi mejor amigo, y aunque había sido amable conmigo en las pocas veces que nos habíamos cruzado, nunca habíamos tenido una relación cercana.

—Sí, el trabajo me ha tenido absorbido —comenté, encogiéndome de hombros—. Entre el despacho y otros asuntos, no he tenido mucho tiempo para socializar.

Camille me observó con una sonrisa suave.

—Parece que todos estamos atrapados en nuestras responsabilidades. He escuchado que Blair se mudó a Boston. ¿Cómo llevas eso?

El sonido del nombre de Blair en sus labios me hizo tensar ligeramente los hombros. Sabía que Camille no lo decía con malicia, pero cada mención de Blair me recordaba lo lejos que estaba, y cuánto la extrañaba.

—Lo llevo lo mejor que puedo —respondí, con una ligera sonrisa que no alcanzaba mis ojos—. Ahora que Blair está en Boston, trato de usar mi tiempo libre para llamarla o visitarla cuando puedo. Aunque, con todo lo que está pasando en el despacho, no siempre es fácil.

Camille asintió, su expresión mostrando una comprensión que no esperaba.

—Es complicado mantener una relación a distancia, especialmente con el trabajo de por medio.

—Demasiado complicado —admití, suspirando. Luego la miré directamente, intentando cambiar el tema. Camille no era precisamente la persona con quien quería discutir mis inseguridades—. ¿Y tú? ¿Cómo les va después de la boda? No hemos tenido la oportunidad de hablar desde entonces.

Ella sonrió con nostalgia.

—Ha sido un ajuste, por decir lo menos. Pero estamos encontrando nuestro ritmo.

Asentí, agradecido por la neutralidad de la conversación. No era el momento ni el lugar para discutir problemas personales, especialmente no con Camille. Al fin y al cabo, ella era la esposa de James, y yo tenía suficientes problemas con él, como para añadir más complicaciones a la mezcla.




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