Corazones y Castillos: Entre verdades y engaños

2.-Reencuentros y cierres

---ELION---

El aire a mi alrededor se volvió pesado en cuanto vi la mano de Robert deslizarse por el rostro de Blair con esa maldita servilleta. Mi cuerpo se quedó congelado por un segundo, atrapado entre dos impulsos. Quería atravesar el restaurante, tomar a ese idiota por el cuello y hacerle entender que Blair no era alguien a quien pudiera tocar tan fácilmente. Pero, maldita sea, no podía hacer una escena. No frente a ella, no en un lugar como este.

Respiré hondo, obligándome a mantenerme cuerdo. Mi mente estaba a mil por hora, diciéndome que no debía perder el control, que debía mantenerme frío. No era el lugar, no era el momento, aunque cada célula de mi cuerpo gritaba lo contrario. Con pasos decididos, me acerqué a la mesa, pero no hacia Robert. Mi objetivo era Blair.

La encontré con la mirada, y su rostro se relajó en cuanto me vio. Sin decir una palabra, incliné la cabeza hacia ella, colocando mis manos en sus mejillas con una suavidad que solo reservaba para ella. Me incliné y planté un beso suave y casto, en sus labios. No me importaba si alguien más veía, es más, ese era el punto. Ese beso era para recordarle a todos, y a Robert en particular, que Blair era mía.

Blair me sonrió, su rostro iluminándose de esa manera que siempre me desarmaba.

—Chicos, este es Elion —dijo Blair con una calma que admiraba. Me señaló con una ligera inclinación de la cabeza, y los presentes me miraron con curiosidad—. Elion, te presento a mis colegas.

Asentí con la cabeza, manteniendo una sonrisa educada mientras Blair me iba presentando a cada uno de ellos. No tenía interés real en lo que decían sus nombres, pero saludé a todos con la misma cortesía. Luego llegó el momento de conocerlo a él.

—Y él es Robert Hartman —dijo Blair.

Mis ojos se encontraron con los de Robert, y lo que vi solo confirmó lo que ya sabía. Su expresión neutral no me engañaba. Había algo en la manera en que miraba a Blair, algo que me hizo apretar la mandíbula, aunque mi rostro no mostró nada más que serenidad. Era un maestro en ocultar lo que sentía cuando lo necesitaba.

—Es un placer conocerte, Elion —dijo Robert con una sonrisa algo exagerada—. He oído mucho sobre ti y tú familia, Los Wentworth.

Lo dijo de una manera que me hizo entender que, él sabía exactamente quién era yo. Pero no era la fama o el apellido lo que le importaba. Estaba claro que su interés iba mucho más allá de una simple cortesía. No respondí de inmediato, solo lo miré. Mi expresión era neutral, pero en mi interior, lo fulminaba.

—El placer es mío Robert —respondí al final, con una voz que podría haber sido una simple formalidad, pero que tenía un filo que no pude evitar.

Blair, ajena a la tensión entre nosotros, me miró y dijo:

—Ya pedí por ti, espero que esté bien. —Sus ojos me buscaban como siempre, con esa mezcla de preocupación y cariño.

La miré y dejé que una pequeña sonrisa cruzara mi rostro.

—Gracias, Blair —respondí suavemente, inclinándome un poco hacia ella antes de tomar asiento a su lado.

Me senté, pero mi mente no estaba en la conversación trivial que siguió. Por más que intentara concentrarme en lo que decían los demás, mis pensamientos siempre volvían a Robert y la manera en que la miraba. No era algo tan evidente como una mirada lasciva, no. Era más sutil, pero yo lo notaba. Los ojos de un hombre interesado eran algo que podía detectar de inmediato, sobre todo cuando se trataba de Blair.

Mientras hablaban sobre el trabajo y los próximos proyectos, yo observaba. Robert se mantenía distante, pero de vez en cuando, su mirada se desviaba hacia Blair, y lo hacía con una intensidad que me irritaba profundamente. Se sentía como una amenaza silenciosa, un recordatorio constante de que había hombres que siempre estarían al acecho cuando se trataba de ella. Y no podía culparla por eso, ella era preciosa, cualquiera con dos ojos perfectamente sanos podía notarlo.

No pude evitar moverme ligeramente en mi asiento, tensando los músculos de mi cuello mientras una corriente de pensamientos cruzaban mi mente. Sabía que Blair era leal, sabía que me amaba, pero no podía ignorar lo que veía. Robert no era un rival declarado, pero sí un problema en potencia, y no podía permitir que alguien como él comenzara a rondarla.

—¿Estás bien? —susurró Blair, volviendo su rostro hacia mí, notando mi rigidez.

Asentí, fingiendo una sonrisa.

—Sí, solo estaba pensando en algunas cosas del trabajo —respondí, intentando sonar casual.

Pero lo que realmente pensaba no tenía nada que ver con contratos o inversiones. Lo único en lo que podía concentrarme era en la forma en que Robert seguía manteniéndose cerca de Blair, como si tuviera todo el tiempo del mundo para ganarse su favor.

El ambiente en la mesa seguía siendo cordial, aunque no podía ignorar la tensión subyacente entre Robert y yo. Estaba haciendo un esfuerzo monumental por no dejar que mi irritación se notara, pero sabía que Blair podía percibir mis cambios sutiles. Me conocía demasiado bien.

—He leído bastante sobre tu familia Elion, no apropósito —dijo Robert, recostándose en su silla mientras me miraba con una sonrisa que me resultaba un poco forzada—. Aparecen constantemente en las revistas de negocios, y, bueno, ni qué decir de los Vanderbilt. Ambos apellidos son un sinónimo de poder en Nueva York, ¿no?

Sentí una ligera incomodidad. Sabía que el apellido Vanderbilt abría muchas puertas, pero no era algo que me gustara alardear. Robert parecía tener un interés casi excesivo en mi linaje, lo que encendía mis alarmas. Había algo detrás de su comentario, algo que no lograba descifrar del todo, pero me mantenía alerta.

—Sí, salen mucho en las noticias, pero ya sabes cómo es la prensa. Su trabajo es vender información falsa —respondí con una sonrisa neutral, intentando no dejar ver mi incomodidad.

Antes de que Robert pudiera decir algo más, sentí la intervención de Blair, su voz cálida y segura siempre lista para suavizar cualquier situación.




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