---ELION---
Me desperté con un dolor punzante en la cabeza y la sensación de que todo mi cuerpo pesaba una tonelada. El estómago me daba vueltas y mi boca estaba seca, pastosa, como si hubiera tragado arena durante la noche. El mareo apenas me dejaba pensar con claridad. Lo primero que me noté fue el aroma a café y algo más... ¿hot cakes? Abrí los ojos lentamente, parpadeando contra la luz de la mañana que se filtraba por las cortinas.
No entendía nada. Me dolía el cuerpo, la cabeza, el orgullo... Todo. No recordaba cómo había llegado a la cama, ni qué había pasado la noche anterior, pero lo que sí sentía era una profunda sensación de pesadez en el alma, como si algo se hubiera roto dentro de mí. Me incorporé con dificultad, frotándome la sien, y traté de ponerme en pie, aunque mis piernas seguían torpes, como si aún estuvieran bajo el efecto de la borrachera.
"¿Qué diablos pasó anoche?" pensé, mientras me tambaleaba hacia la cocina, siguiendo el aroma cálido y reconfortante que me llamaba.
Cuando entré en la cocina, casi me caigo del susto. Allí, en medio de la estancia, con una sartén en la mano, estaba Blair. Mi Blair. Lucía tan tranquila, como si cocinar en mi apartamento fuera de lo más natural del mundo. Por un momento, pensé que seguía soñando, que tal vez aún estaba borracho y alucinando, pero ella se giró y cuando me vio, sus ojos se iluminaron. Soltó la sartén en la encimera y corrió hacia mí, lanzándose a mis brazos en un abrazo que me dejó sin aliento.
—Elion... —susurró contra mi pecho, sus manos recorriendo mi espalda como si quisiera asegurarse de que realmente estaba ahí.
La rodeé con mis brazos, todavía demasiado atónito para hablar. Sentía su calor, su piel suave bajo mis manos. No, esto no era un sueño.
—Blair... ¿Qué... qué haces aquí? —pregunté finalmente, todavía con la voz ronca y la cabeza dando vueltas.
Ella levantó la vista para mirarme, sus ojos estaban llenos de ternura y preocupación.
—Anoche, en la llamada, me dijiste que me necesitabas —respondió con suavidad—. Y vine. No podía quedarme en Boston sabiendo que estabas así.
La confusión me golpeó de nuevo. ¿Llamada? No recordaba nada de eso. El último recuerdo claro que tenía era de estar en el bar, bebiendo hasta perder el sentido, tratando de ahogar en alcohol todo el caos que me rodeaba.
—¿Llamada? —murmuré, más para mí mismo que para ella—. No recuerdo haber llamado...
Blair me miró con paciencia, como si entendiera la bruma en la que mi mente estaba envuelta.
—No importa si lo recuerdas o no —contestó con una sonrisa suave—. Estoy aquí porque me necesitabas, y eso es lo que importa.
El nudo en mi garganta creció, de esos que te impiden hablar sin que la voz se rompa. Me quedé mirándola, incrédulo, sintiendo una oleada de emociones que amenazaban con derrumbarme. Ella lo dejó todo por mí, sin pensarlo. Vino porque la necesitaba. Nadie... nunca nadie había hecho algo así por mí.
—¿Dejaste todo solo para venir a verme? —pregunté, tratando de mantener la voz firme, aunque me costaba.
Blair asintió sin dudar.
—No. No deje todo solo para venir a verte. Deje todo porque quería apoyarte, no iba a dejarte solo... no así.
Eso fue lo que me rompió por completo. Sentí que algo dentro de mí cedía, como si una muralla que había estado construyendo por años simplemente se desmoronara. Pero no podía dejar que me viera así, no podía permitir que viera cuán vulnerable me sentía. Tragué duro, intentando contener las lágrimas que amenazaban con caer. En lugar de decir algo, la abracé más fuerte, hundiendo mi rostro en su cabello.
—Nunca... —mi voz salió en un susurro tembloroso—. Nunca nadie se había preocupado así por mí, Blair.
Ella se apartó un poco, lo suficiente para mirarme a los ojos, y me sonrió con esa calidez que solo ella podía darme.
—Bueno, pues ahora alguien lo hace —respondió, pasando su mano por mi mejilla—. Y me tendrás aquí siempre que me necesites.
No sabía qué decir. Ninguna palabra parecía suficiente para expresar lo que sentía en ese momento. La abracé de nuevo, esta vez con más suavidad, como si temiera que pudiera desvanecerse.
—Vamos, necesitas comer algo —dijo ella con una sonrisa, rompiendo el silencio con un tono más práctico—. Te he hecho hot cakes y café. Te sentirás mejor con algo en el estómago.
—Gracias... —murmuré, soltándola finalmente y dejándome guiar hacia la mesa de la cocina.
Blair me sirvió un plato con hot cakes y una taza de café. El simple aroma del café negro me devolvió un poco de cordura, aunque el mareo seguía presente. Mientras me sentaba, la vi dirigirse al baño, pero antes de que pudiera preguntarle qué hacía, me explicó.
—Voy a prepararte un baño. Un buen baño caliente te ayudará a despejarte un poco —dijo mientras se alejaba.
Me quedé mirándola irse, asombrado por la calma con la que tomaba todo. Era como si todo lo que yo cargaba sobre mis hombros no fuera más que una pequeña piedra para ella. Aún me costaba creer que realmente estaba aquí, que había dejado todo por venir a verme en medio de mi desastre.
Mientras cortaba un trozo de hot cake, me preguntaba cómo había tenido tanta suerte. Blair no era solo mi pareja, era mi refugio. Y en ese momento, mientras el sabor dulce de la comida llenaba mi boca y el café caliente recorría mi garganta, me di cuenta de que no importaba cuán mal estuvieran las cosas. Con ella a mi lado, podía enfrentar cualquier tormenta.
Después de terminar el último bocado de los hot cakes y el último sorbo de café, me sentí un poco más humano. El mareo seguía ahí, pero menos intenso, como si la comida hubiera calmado el caos que llevaba en el estómago. Justo cuando dejaba la taza en la mesa, Blair apareció en el umbral de la puerta, con esa calma que siempre traía consigo.
—El baño está listo —me informó con una pequeña sonrisa.
Me levanté con algo de esfuerzo, aún tambaleante, pero cuando llegué frente a ella, me sentí lo suficientemente lúcido para bromear un poco.
#7444 en Novela romántica
romance, romance fantasía acción aventuras, princesa castillo reinos rebelde msica
Editado: 06.03.2025