En la áspera noche, con el único ruido de los grillos, intentaba desesperada poder dormir.
—Esto es imposible.
Me levanté de la cama, y sin preocuparme por ponerme las pantuflas, caminé descalza hasta la ventana. La abrí un poco solo para dejar entrar una pequeña corriente de aire caliente.
<<Maldita noche, lo que me faltaba>>, pensé.
Volví a la cama con la esperanza de conciliar el sueño, sin embargo unos golpecitos hicieron que abriera los ojos.
<<¿De dónde viene el ruido?>>.
Me quedé desconcertada ya que parecía provenir de mi armario. Caminé directo a el. Los golpes aumentaron. Abrí con rapidez las puertas y al mismo instante el ruido cesó.
Mis latidos aumentaron, mi cuerpo se tenso. Lamí mis labios resecos antes de apartar la ropa colgada. Encendí la luz para obtener una mejor visión. Nada.
Suspiré de alivio. <<Que tonta soy —pensé mientras se dibujaba una sonrisa en mi rostro—, debo ver menos películas de terror>>.
Volví a mi cama cuando de repente, escuche el rechinar de las puertas del armario al abrirse.
Mi cuerpo se tensó. Acostada de espaldas al armario, lo único que pude hacer fue cerrar los ojos.
Mis latidos aumentaron a mil por hora, al igual que mi respiración. Apreté las cobijas al sentir que algo se encontraba parado detrás de mí.
<<Por favor que no sea nada, por favor>>, rogué.
Respire profundo y con rapidez me giré, esperando encontrarme algo lista para gritar, sin embargo solo se encontraba la fría oscuridad. Mire al armario, el cual se hallaba cerrado.
—De acuerdo, sólo me estoy sugestionando.
De un brinco salí de mi cama corriendo hasta el apagador. Con un clic todo el cuarto se iluminó.
Entrecerré los ojos por la molesta luz brillante.
Regrese a mi cama. Me sentía más protegida, como si la luz fuera una clase de superpoder el cual alejaba todo tipo de mal.
Al cerrar los ojos, esa pequeña luz que se filtra por tus párpados, se apagó. Todo se volvió oscuro. Los abrí de golpe y en efecto, me encontraba en las penumbras.
Iba a levantarme hasta que escuche de nuevo el rechinar del armario.
<<Todo tiene una explicación lógica. No es nada malo>>, pensé para intentar convencerme.
Respire hondo para controlar mi cuerpo del pánico que comenzaba a invadirme. Giré lentamente la cabeza hasta ver el armario, el cual se encontraba entre abierto.
<<Quizá lo deje así y no me di cuenta>>.
Sonreí de los nervios.
<<Debo prender la luz>>.
Mis ojos comenzaron a adaptarse. Dentro del armario visualice a una persona inhumanamente alta, retorcida para caber dentro. Sus ojos se posaban fijamente en mi.
Grite muy alto. Tan alto como pude.
Esa cosa salió del armario y se llevó el dedo índice a la boca en señal de que guardara silencio. Por alguna extraña razón lo hice. Me tape la boca para evitar gritar involuntariamente de nuevo.
Era alto y muy flaco. Su sonrisa cubría casi todo su rostro. Sus dientes afilados se hallaban manchados de sangre. Su cabeza estaba adornada por un sombrero verde con líneas amarillas. Vestía tan sólo con un short color amarilo con líneas verdes y dos pequeños tirantes del mismo color, que sujetaban el short. Sus ojos eran totalmente blancos. Y sus uñas eran largas (medían unos tres centímetros aproximadamente). Su piel era completamente pálida.
—¿Quién eres? —pregunté. Mi voz era débil.
—Herr hut.
Su sonrisa se ensanchó. Alargó su brazo a mi pierna y con fuerza me tiró de la cama.
Iba a gritar cuando su mano huesuda se posó en mi boca.
—Todos queremos comer —dijo.
Herr hut me jaló directo al armario mientras solo pude ver a muchos como él, debajo de mi cama, solo que con distinto color de sombrero.
Todos sonrieron ampliamente, y tras eso todo se oscureció.
FIN.