¡corre!

Mamá.

Llegue a casa. Eran alrededor de las tres. Como todos los días fui directo a mi habitación en el segundo piso, sin antes saludar a mi mamá.

—¡Hola, mamá, ya llegué! —dije.

—¡Hola, cariño! —respondió ella desde el patio trasero. 

Entré a la habitación, arrojé mi mochila a una silla y me acosté para ver mis redes sociales. Unos veinte minutos después recibí un mensaje de mamá. <<Que raro. Quizá no quería gritar>>, pensé. 

Abrí el mensaje y decía lo siguiente:

 

Cariño, por favor haz tu tarea. 
 

Claro mamá, enseguida la hago. 

 

Me levanté de la cama perezoso. Agarré mis cuadernos y me senté sobre mi escritorio. Desde la ventana podía ver como mamá arreglaba el jardín; se hallaba de espaldas regando sus plantas. (Casi todos los días se dedicaba  a cuidarlas). No pasaron más de quince minutos cuando volví a recibir otro mensaje de mamá. 

¿Estás haciendo tu tarea cielo?
 


Sí, mamá. Apenas acabó de empezar. 

 

La mire. Revolvió entre sus objetos de jardín sacando unas enormes tijeras. Supongo que podaba algún arbusto. Volví a concentrarme en la tarea de historia. Tras una media hora recibí otro mensaje. 

 

Cielo, ya casi va a estar la comida. Espero que hayas terminado tu tarea. 
 


Gracias, mamá. Ya casi termino la tarea. 

 

Volví a ver a mamá. Parecía estar plantando algo en el jardín. 

<<¿Cómo hizo la comida si todo el tiempo ha estado afuera?>>, pensé.

 

¿Qué hay de comer? 

Tu favorito, cariño. Pollo a la naranja.
 


¿Qué? ¿Por qué de repente es tan amable?

 

¿Ya está la comida? 

 

Los niños buenos terminan su tarea antes de comer. 
 


Estaba algo extraña. Sin tomarle importancia me concentré en mis estudios.

Al terminar estiré los brazos. Con un pequeño vistazo a la ventana vi que mamá aún seguía en el jardín. 

<<Que sol hace —pensé—. ¿Cómo aguanta tanto estar bajo el sol? >>

El vibrar de mi celular me desconcertó de mis pensamientos. Era otro mensaje suyo. 

 

¿Ya terminaste la tarea? 
 


Sí, acabo de terminarla

 

Muy bien, querido. Ahora baja para que podamos comer juntos. 

Ella casi nunca me habla así de amable. ¿Qué está pasando?  

 

Enseguida bájo, mamá. 

 

La vi de nuevo. Casi no se había movido ni un centímetro. 

<<¿Qué le estará llevando tanto tiempo? >>, pensé.

 

Mamá, ¿no quieres que te ayude con la jardinería? 

 

No, no, no. Ni se te ocurra arruinar mis preciadas flores. 
 

De acuerdo. Tranquila, no te ayudaré. 

 

Bien, ahora baja a comer. 
 


Me levanté de la silla para bajar, sin embargo algo me llamó la atención. 

Mamá se quito sus guantes amarillos, los cuales parecían tener manchas rojizas, aunque las manchas de tierra no me permitían ver con claridad. 

 

¿Te encuentras bien, mamá? 

 

¿Con que se habrá lastimado? Me quedé mirándola fijamente. 

 

Claro, cariño. Ahora baja a comer.
 


¿Cómo? Ella me había contestado sin siquiera agarrar el celular. Claramente no era mamá. 

 

¿Quién eres?

 

Escribí. La miré de nuevo. 

<<Quizá le robaron el celular y solo juega conmigo>>

Mamá se levantó y por fin pude ver lo que tanto le estaba costando hacer. Quedé horrorizado por lo que veía. 

La cabeza de mamá se encontraba plantada. Como si de una maceta se tratara. Flores salían por la parte de arriba de su cráneo, uno de sus ojos se salía de su órbita ya que la tierra empujaba hacia afuera 

—¡Que mierda! —grite del impacto. 



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En el texto hay: suspenso, terror y misterio.

Editado: 31.10.2021

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