—¡Laura! ¡¿Dónde estás?!
Busque en cada habitación. Ningún rastro de ella. Agarré el teléfono y llamé a la policía. La reporté como desaparecida. Apenas tenía ocho años. No era posible que se hubiera escapado.
Esa noche rogué como nunca y fue así durante cinco noches más.
Me encontraba sentada en el sillón. Mis días se habían vuelto solo días. Estaba muerta en vida. Mi teléfono comenzó a sonar. Limpie mis lágrimas y me sone la nariz antes de contestar.
Era la policía.
—¿Marta González?
—Si.
—Encontramos a una niña con la descripción de su hija. Necesitamos que venga a la comisaría a identificarla.
—Ella está… —no pude terminar la frase. La voz se me quebró.
—No. Se encuentra con vida.
Sentí que me quitaban una carga. Me sentí muy aliviada. Fui directo a la comisaría. En cuanto llegué, vi a mi niña sentada en la banca. Aún traía puesta la ropa que llevaba ese día.
Me hicieron firmar unos papeles y después de eso la llevé a casa.
—Los policías me dijeron que no quisiste decirles porque estabas en una casa abandonada —dije cuando llegamos a casa.
—Vi a una hada y la seguí hasta ahí.
Entró a la sala y comenzó a jugar con sus juguetes. Parecía feliz.
—¿Pasó algo en esa casa? —me acerqué.
—Nada mami —Su sonrisa se amplió aún más.
Comencé a prepararle su comida favorita. Me parecía asombroso que hubieran pasado seis días y mi hija estuviera como si nada. Como si solo se hubiera ido a la casa de una amiga.
Cuando termine, coloque la mesa y la llame para comer.
—Preparé tu comida favorita —bese su cabeza—. Espero que tengas hambre.
—Claro mami. Tengo mucha hambre.
Se sentó en la mesa. Miró mi espagueti e hizo una mueca de desagrado.
—¿Pasa algo?
—Es espagueti blanco. A mi me gusta el rojo.
—¿Qué?, no. Siempre te sirvo el blanco porque te gusta más que los otros.
—No, siempre me gustó más el rojo —apartó su plato—, de igual forma no tengo hambre.
Se fue a su habitación dando pequeños brincos. Me dejó helada en la mesa.
—Así no es mi niña.
Recogí la mesa. Mis manos temblaban. ¿Cómo es posible que una hija controle a su madre? ¡Demonios! Siempre fui tan débil, tan manejable. Me odio por eso.
Había llegado la noche. Después de lavar los platos pasé a la habitación de Laura. Se encontraba mirando fijamente la ventana.
—Es hora de dormir.
Ella volteó la cabeza. Sonrió y se fue directo a su cama. La acobije y le di un beso en la frente.
—Dulces sueños.
—También para ti, mami.
El tono en que lo dijo: su mirada fría, su sonrisa inocente, me provocó un escalofrío. Apague la luz y encendí la lámpara de noche. Salí del cuarto, dejando la puerta entreabierta.
Entré a mi habitación. Me senté sobre mi cama.
—Siempre fuiste débil —me dije.
Apreté mis cobijas y comencé a sollozar. Solo quería tener una familia y lo único que conseguí fue un divorcio y una hija que comenzaba a parecerse a su padre: manipulador y frío.
Me recosté y tras unos minutos el sueño me invadió.
Me despertó las ganas de ir al baño. Antes de que pudiera reaccionar, escuché los pasos de mi niña correr lejos de mi cuarto.
<<¿Qué está haciendo?>>, pensé.
Me puse de pie y caminé hasta el pasillo. La puerta del cuarto de Laura se hallaba entreabierta, tal y como la había dejado. Pará quitarme las dudas, caminé hasta su habitación. Me asomé por la abertura. Dormía plácidamente.
—Que tontería temerle a mi propia hija —dije.
Cuando termine de ir al baño, volví al cuarto. Siempre dejaba un vaso con agua sobre la mesita de noche para despertar y beber un poco para aclarar la garganta.
Contemplé el vaso por unos segundos para después irme a dormir.
Al despertar, estiré los brazos. Laura ya sé había levantado; podía escuchar el ruido que hacía con sus juguetes.
Agarré el vaso con agua, lo empine, pero antes de beber, lo volví a dejar sobre la mesita. Esta vez pasaría de largo esa rutina.
Me lave un poco el rostro antes de ir a la sala. Laura se encontraba jugando.
—Por fin te levantas, mamá —dijo sin dejar de jugar.
Me quedé helada. Quería ponerme firme, decirle que no podía hablarme así. Sin embargo, agache la cabeza como con su papá y fui a preparar el desayuno.
Agarré unos panes y los coloque en la tostadora. Mientras, preparé un huevo estrellado.
Cuando todo estuvo listo. En un plato coloque el huevo y aún lado dos panes tostados. Serví agua de Jamaica y lo llevé a la mesa.