¡corre!

El monstruo

Mi vida siempre fue complicada. Era el mejor en el trabajo, mi jefe siempre me lo decía. Lamentablemente eso trae envidia. Como Arturo, siempre quiso mi vida: a mi esposa, a mis hijos, mi trabajo perfecto y mi casa ideal.

Una noche cuando lavaba mis manos, escuché el ruido de una ventana romperse. Corrí a la sala, puesto que ahí se encontraba mi familia.

Arturo se hallaba de pie, y frente a él, mi familia muerta. Cada uno degollado.

Lo miré con horror.

Arturo salió corriendo adentrándose en la casa. Inmediatamente corrí a llamar a la policía. En cuanto lo hice, me dijeron que permaneciera en un lugar oculto. Corrí a la cocina. No podía creer lo que acababa de pasar, la cólera incrementaba al igual que el pavor. 
Saqué el cuchillo más afilado que teníamos y corrí al cuarto. Coloque el cerrojo y me quede esperando.

—¡Vamos, Jonathan! ¡No te tengo miedo!

<<¿Miedo? Él es quien se metió a mi casa. ¿De qué hablaba?>>.

—¡Siempre vienes a la oficina fingiendo esa gran sonrisa tuya, ¿pero sabés?, siempre supe que eras un fraude! —hizo una pausa. Supongo que esperaba algún tipo de respuesta—. ¡No es posible tener una vida tan perfecta!

Escuché el "clic" del seguro de una pistola.

<<¿Tiene una pistola? >>.

Aferré más el cuchillo entre mis manos. Lo escuché subir las escaleras y caminar por el pasillo. Se encontraba quizá a dos metros de la habitación donde me encontraba. El sudor comenzó a entrar en mis ojos.

—¿Dónde estás, pequeño Jon?

Sé paró justo detrás de la puerta. Alcanzaba a escuchar su respiración, y si era así, significaba que él también podía escuchar la mía. Así que la contuve, esperando que no me hubiera escuchado antes.

—¡Un padre, esposo y empleado espectacular! ¡Qué barbaridad!

Sabía que Arturo era envidioso, sabía que hablaba mal a mis espaldas, pero nunca llegué a pensar que fuera a hacer algo así. Nunca pensé que pudiera ser un asesino.

Calme mi mente. Toda clase de pensamientos se aglomeraban en mi cabeza. Debía ser certero, pensar con claridad. Me alejé unos cuantos pasos de la puerta con sigilo. Inhale y exhale tres veces. No podía permitirme entrar en pánico. Cerré los ojos cinco segundos para calmar los rápidos latidos de mi corazón. Hasta que llegara la policía, debía controlar la situación.

—¡Acabemos con esto de una puta vez!

Escuché un estruendo fuerte, seguido de un vidrio romperse. Disparó. Suponía que había disparado al retrato familiar colgado en la pared del pasillo.

—¡No te merecías nada de esto! ¡Eres un bastardo!

El que incrementará su enojó era perfecto y a la vez peligroso. Un arma de doble filo.

Deseaba tener visión, saber dónde se encontraba, pero algún chirrido de la puerta y esto se convertiría en un mar de sangre. Debía mantener la calma. Espere en silencio y en la oscuridad, atento a cada pequeño movimiento que hacía Arturo. De nuevo se escucharon los estallidos, esta vez tres veces.

Debe tener una pistola 9mm, que es la más común, quizá con siete cartuchos o quizá diez. ¿Habrá extendido el cartucho? Lo dudo, sólo es algo que improviso, no creo que haya planeado esto, solo deseaba acabar conmigo. Quizá solo consiguió la pistola a último momento. Ya gastó tres balas, no le deben quedar muchas. Cuatro, a lo mucho siete.

—¡Sal de dónde estás hijo de puta! ¡Me quitaste lo que más amaba! ¡Ahora te mataré!

Siempre deseo a Clarisa, mi esposa. Incluso antes de que lo fuera. La acosaba todo el tiempo y en una ironía de la vida, eso fue lo que hizo que me casará con ella. Estaba tan indefensa, llegué justo a tiempo para detener al bastado de Arturo, lo golpeé tan fuerte en el rostro que se desmayó. Me llevé a Clarisa a un lugar seguro y después todo se dio.

—¡Ella iba a ser mi esposa, y ellos mis hijos! ¡Y me los arrebataste!

Di un paso al frente provocando el rechinar de la madera. Maldije en silencio.

—¡Ya te escuché!

Corrió en mi dirección, sin pensarlo disparó al picaporte para abrir la puerta de un golpe. Nos encontramos cara a cara.

<<Le deben quedar tres, estoy seguro>>.

Apuntó su arma directo a mi cabeza. Le temblaba la mano, estaba cubierto en sudor y su mirada iba de un lado a otro. Consumió algo.

—¿Vas a disparar? —pregunté.

Su dedo no se hallaba firme en el gatillo. Es más fácil disparar a la nada que a alguien ¿no?, pero degollar, eso era otro nivel. Este tipo estaba chiflado, quizá se le terminaban las agallas, quizá el efecto de la droga estaba pasando.

—Quiero verte muerto —dijo escupiendo cada palabra—. Eres un maldito bastardo.

Mire fijamente su dedo. Estaba a punto de disparar.

—Soy mejor que tú

Debía provocarlo para hacerlo disparar y así terminar con todo.

Disparó justo en el momento que me moví. Corrí fuera de la habitación. Al tercer estruendo se escuchó la recámara vacía. Gritó con cólera. Todo su rostro se tornó rojo, las venas de su cuello se marcaron aún más.



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En el texto hay: suspenso, terror y misterio.

Editado: 31.10.2021

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