Correr hacia ti

Capítulo 2. La invitación.

Llegó a la casa y ya estaban los cuatro compañeros de su clase que había invitado, listos para ir a darse un chapuzón en la playa y relajarse a lo grande. La mañana fue muy divertida, los jóvenes nadaron hasta el cansancio y hasta que el sol besó sus pieles. Mandaron a pedir pizza y pollo frito para almorzar. Estaban sentados en la orilla riendo y jugando pesado mientras se tomaban unas cervezas bien frías. De pronto todas las miradas masculinas se posaron sobre Camila que apareció a cierta distancia. Tenía puesto una colorida pamela y un traje de baño cubridor pero aún así le resaltaba sus curvas. Uno de los amigos de Dereck lanzó un silbido de halago y miró de reojo a este ganándose un empujón y el estallido de risotadas comenzó. Era primera vez que no estaban solos en aquella playa y andaba cerca una fémina no conocida y para colmo, según lo que podían alcanzar a ver, era bastante hermosa.
Camila al descubrirlos se puso casi histérica pero disimuló, no sabía si continuar con su plan de bañarse o irse para su casa, se puso tan nerviosa que se quedó ahí parada como una estaca y no se acercó, mantuvo su distancia. Podía escuchar las risas estruendosas y temió que ella fuera el motivo. Entonces se sentó en la arena bien pegada al mar para que el agua la rozara en su vaivén. 
Al rato los seis amigos se levantaron y entraron a la casa pues el repartidor de la comida llegó, casi le arrebataron de las manos las pizzas y el pollo, entrando veloces a devorarlo todo. Sólo Kevin y otro más, el que mejor hacía chistes, de todos, el más divertido; se quedaron frente a la piscina sentados bajo la sombrilla, disfrutando de una comida sabrosa y un paisaje cautivador. 
Camila al verse sola recuperó la confianza y decidió entrar al agua. Se quitó la pamela y soltó su cabello negro que cubría toda su espalda. Con muchos aspavientos entró al agua que estaba helada pero al final cumplió su objetivo y se sumergió. Uno de los amigos de Dereck, el que estaba sentado junto a la piscina no le quitaba la mirada de encima al nuevo descubrimiento. Kevin le dio un sopapo mientras mordía un gran trozo de pizza.
— ¡¡Dereck!! Mira a este acosando a tu vecina— le dio la queja al dueño de la casa mientras el otro, llamado Dylan solo daba excusas tontas.
— Sí Dereck cuida a la vecinita que este es peligroso— soltó Eduard quitándose sus espejuelos en tono de burla mientras salía para meterse en la piscina y quitarse el agua salada y Dereck fruncía el ceño por los comentarios y las bromas de sus amigos. Bajó las escaleras y se sentó en el portón de la casa por tal de no escucharles más, pero aún ahí se les podía oír clarito, en unas ocasiones hasta tuvo que reir, era imposible no hacerlo, parecían unos chiquillos inmaduros. Sin darse cuenta comenzó  a buscar con la mirada a la joven y no tuvo suerte pero continuó distraído en esa mision hasta que vio cierto chapoteo en el agua y comprendió que estaba en apuros. Sin pensarlo corrió  en su ayuda. Se lanzó al agua y nadó hasta el lugar velozmente. Sumergiéndose en la profundidad de las aguas la agarró por el brazo y la sacó con fuerza hasta la superficie. Camila respiró  otra vez, estaba perpleja y algo desorientada. La sentó sobre la orilla, se quejaba de un dolor en su pierna derecha y comprendió que el tendón se le había encogido y eso le había imposibilitado poder nadar. Le estiró la pierna hasta que el problema fue resuelto y luego la miró medio asustado al ver que estaba algo ida y tosiendo aún.  
—¿Estás bien?
La joven se abalanzó sobre él y lo abrazó tan fuerte que casi lo dejó sin poder respirar.
—Gracias— susurró con la voz temblorosa— en verdad pensé que me iba a morir—afirmó angustiada al mismo tiempo que deshacía el abrazo— eres mi ángel de la guarda.
Dereck sonrió con cierta ternura y acarició la mejilla femenina.
— Ya, tranquila... —la calmó con su dulce voz—estás a salvo ahora.
Kevin que había sido espectador junto a los demás llegó sofocado a ellos y se cercioró de que todo estuviese bien con la joven. La ayudó a ponerse en pie y se presentó muy cordialmente, no dudó en invitarla a pasar el rato junto a ellos para que se sintiera confortable después de haber vivido una pesadilla en sólo unos minutos. Camila algo apenada aceptó. Cuando los otros cuatro que estaban adentro  vieron que se acercaba la joven, se pusieron casi histéricos, tal parecía que jamás habían visto a una mujer. La invadieron a preguntas  y en algunos momentos lograron sonrojarla.
Dereck intervino en su ayuda.
— ¡ Suficiente!... déjenla tranquila— pidió algo enfurecido y los que la acosaban con preguntas enmudecieron de golpe.
Dereck McDowell, tenía un carácter fuerte y era el más serio y reservado de todos, Kevin era el pegamento y Eduard el intelectual, los demás aún se comportaban como si tuviesen 18. Camila sonrió apenada y Kevin le invitó una cerveza, la tomó algo dudosa pero Dereck que la observaba con cuidado se percató de su reacción y comprendió que no bebía y antes que pudiera dar un sorbo se la quitó de las manos.
— Si prefieres tengo refresco.
Asintió aliviada.
Al rato se pusieron a jugar póker en la mesa de adentro, una mesa de madera de caoba de seis sillas, justo detrás del sofá. Camila pidió jugar y caballerosamente la dejaron sentarse pensando que sería la primera en perder. Dereck le cedió su lugar, se paró entre la sala y la cocina recostado de la pared lo suficientemente cerca para observar el partido. No estuvieron más equivocados, a todos les ganó. Parecía una experta y jugaba con mucha destreza y facilidad.  Sentada en la mesa recuperó su confianza y disfrutó junto a ellos un rato agradable. Los jóvenes estaban atónitos y sorprendidos. Conversaron mucho mientras jugaban y la joven pudo dar respuestas contundentes y sin ponerse nerviosa  como antes. Pudieron averiguar casi todo sobre ella, como que estudiaba aún en la secundaria "Edgewood" en Maryland; que tenía 18 años; lo que le gustaba, lo que no le gustaba; le hicieron dar su punto de vista en algunos temas algo complicados y supo dar respuesta sin escandalizarse, y lo más importante... averiguaron que era soltera. Uno de los jóvenes se propuso cómo pretendiente y la logró hacer sonrojar, pero Dereck carraspeó de forma muy brusca desde su sitio para que terminaran con el tema. Kevin no pudo evitar sonreírse y trató de cubrir su rostro con sus manos para disimular. Continuaron el juego y a pesar de tanto esfuerzo Camila volvió a ser la vencedora. Miró su reloj de pulsera y se sorprendió al ver la hora, el tiempo había pasado muy rápido y aunque deseaba quedarse allí, comprendía que tenía una gran responsabilidad y el deber la llamaba. Se despidió con nostalgia de sus nuevos amigos, estaba contenta de haberles conocido. Salió por la puerta seguida por el perro que durante su estancia allí se mantuvo a sus pies. Ahí vio sentado a Derek sobre la escalera que se había apartado del grupo para chatear con alguien que lo llamaba insistentemente. 
—Me marcho —comunicó. Dereck apagó el móvil y se puso en pie frente a su invitada. — Muchas gracias de nuevo— reiteró con su  voz dulce y mirando directo a los ojos color café del muchacho —Fuiste como un ángel para mí, nunca olvidaré lo que hiciste... no dudes en contar conmigo para lo que sea. —afirmó cómo si acabara de firmar un pacto.
Él sonrió de medio lado al ver tanta pureza en la mirada de ella.
—Venga... — rompió el breve silencio— te acompaño hasta tu casa.
La joven asintió con emoción y emprendieron la marcha.
—Me gustaron tus amigos— comentó ella para iniciar un tema de conversación durante el breve recorrido.
— Sí... ellos son algo intensos— expresó con una mueca que la hizo reír  y él también terminó riendo.
—¿Vives sola? 
—Sí... —comenzó a explicar ella. — mi papá me regaló esta casa, parece indicar que él y mi mamá tuvieron una aventura y de ahí nací yo—confesó apenada —Mi madre murió hace ya un año y antes de morir me contó acerca de él, decidí buscarlo, y para dicha mía él no renegó de mí, me regaló esta casa porque aquí fue donde me concibieron y pensó que era mejor que la tuviese yo —señaló un camino hacia la montaña poco agradable por su mala fama por una serie de secuestros y asesinatos que ocurrieron en los años 80, y continuó explicando. Dereck escuchaba con atención—Ese camino conduce a un orfanato no institucional, una mansión que convirtieron en casa para niños, mi madre trabajaba en él y crecí prácticamente allí... ¿no lo has oído mencionar?
—Muy poco— respondió él deteniéndose en la entrada de la casa de ella— pero creía que ya no funcionaba como tal.
— Está algo deteriorado pero actualmente alberga a unos doce niños—explicó con la mirada triste— casi no tenemos personal, y no hay presupuesto para pagar ningún tipo de salario a los trabajadores que quedan. Ayudamos de pura gracia, por amor a los niños, somos voluntarios. Por eso quiero ser maestra— informó bien decidida a lo que quería ser en el futuro— quiero ayudar, necesito ser útil para una buena causa. No me quedo allá porque me es muy lejos para tomar el autobús, y debo llegar a la escuela temprano, estoy aquí de lunes a viernes y disfruto cada atardecer junto a la playa y a tu amado perro— se agachó para acariciar al canino que los había seguido y se encontraba en el centro de los dos— y los viernes en la tarde noche, Tom, uno de los voluntarios; me viene a recoger para que me pase el fin de semana con los niños y me trae de regreso los domingos en la noche. Es por eso que nunca antes nos habíamos encontrado. Yo estoy cuando tú no estás— se puso en pie nuevamente— Debes ir un día y así les presento a los niños a mi ángel de la guarda—Dereck volvió a sonrerir y asintió con placer —Entonces vendrás conmigo el próximo fin de semana. — se apresuró a decir emocionada dejándolo confuso, que rió de pura ansiedad pero al final terminó aceptando la invitación y hasta se comprometió a no fallar. "Por Dios, qué estoy haciendo" penso él dándose cuenta que había dado su palabra.
Platicaron un buen rato, conociéndose mejor. La madre de Camila le había dejado una pequeña herencia que aún ella no había ido a reclamar, quería sacar el dinero para pagarse la universidad. Se mantenía con un trabajo que tenía a tiempo parcial en el pueblo después de llegar de la escuela, limpiando en una pequeña tienda de juguetes donde la paga le era más que suficiente. Además el padre la ayudaba hasta que se graduara, pasándole una mensualidad. Sin embargo Dereck no tenía necesidad de trabajar, sus padres lo mantenían para que él sólo se preocupara por estudiar y lograr su objetivo, aunque su madre se había opuesto a la carrera que él escogió. Mutuamente se contaron muchas cosas y disfrutaron inconscientemente de la compañía del otro. Se detuvieron cuando un auto les tocó el claxon. Era Tom que ya había venido por Camila. La joven lo presentó a su nuevo amigo, Tom tenía unos sesenta y tantos años aunque su piel oscura se conservaba muy bien y no aparentaba ser mayor, cubriendo mil defectos. El señor miró de reojo al joven.
—¿Qué intenciones tienes con la niña?— le preguntó de golpe haciéndole tartamudear, hasta que pudo desenredar su lengua y le explicó que era su vecino y sólo un nuevo amigo. Tom rió y le dió unas palmaditas de "está bien" por la espalda. Camila salió, pues había entrado a cambiarse y tomar sus cosas. Aseguró la puerta y antes de irse con Tom se despidió nuevamente del joven con un suave apretón de manos. Dereck vio alejarse al vehículo y tomar por el sendero que conducía a la montaña.




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