Correr hacia ti

Capítulo 3. El inicio de la amistad.

Al llegar a casa todos lo esperaban ansiosos por tanta tardanza y de nuevo las burlas y especulaciones inundaron aquel lugar, ya cansado expresó molestia por causa de los comentarios y Kevin como fiel amigo vino a su rescate.
—Dejen a Derek tranquilo—reclamó haciendo que el silencio sustituyera de golpe a las risas— recuerden que él está pasando una prueba de castidad para Halley y tiene que salir victorioso.
El joven frunció el ceño manifestando incomodidad. 
—Mejor no me ayudes— protestó.
Las burlas y carcajadas pudieron más que el aburrido silencio y de nuevo reían sin parar, era raro verlo tan estresado cuando las bromas eran por causa de una mujer. Chasqueó la lengua al ver que no había remedio y se fue para su habitación. Mientras subía las escaleras Dylan le vociferó. 
—¡Pórtate bien o le doy la queja a Halley!
Sin aguantar más que hicieran lo que restaba de día a costa de él, se quitó una chancleta y con gran destreza se la clavó en el centro de la cabeza haciendo aún más estrepitosas las carcajadas. Se encerró en su cuarto junto al perro que se subió a la cama y se acostó en una esquina. Tomó el móvil y se puso a revisar los mensajes que no había leído hasta que sin darse cuenta se quedó dormido.
Ese fin de semana pasó más lento que nunca. Inconscientemente se descubría mirando hacia la casa de su vecina y meneando en negación la cabeza continuaba en su faena. El domingo recogió para irse esa  misma tarde para la facultad. Dentro del automóvil al punto de arrancar para marcharse, alzó la mirada y observó el mismo vehículo que se la había  llevado llegar hasta la entrada de la casa de la chica. Aguardó un poco más.... y en efecto, ella se bajó, se despidió de su acompañante y entró en su casa. De repente los deseos de irse se le quitaron y después de una lucha interna regresó a su casa. Se dejó caer sobre el sofá recostándose de los suaves cojines y levantó los pies sobre la mesa de madera que estaba al frente, mientras se preguntaba por qué hacía eso. La chica era linda y todo pero no para tanto. Sin embargo, había algo en ella que jamás hubo percibido en ninguna otra y eso lo confundía. Tomó el control remoto y encendió el televisor y se puso a jugar videojuegos para matar el tiempo. Dio varias vueltas en el lugar mostrando inconformidad, le echó un silbido al animal que estaba acostado por la cocina y lo sacó a dar una vuelta, la excusa perfecta para intentar encontrase con ella. Al rato la vio cerca de la playa por la desembocadura del río, agachada como si buscase algo. El perro fue el encuentro de la joven sin pedirle permiso, cosa que le molestó mucho. "Malagradecido y no me cansaré de repetirlo" pensó al ver cómo esta vez su traicionero amigo se alejaba. El perro se acercó a Camila que enseguida dejó lo que estaba haciendo para acariciarlo. Al alzar la vista vio acercándose a Dereck y su corazón dio un salto de alegría sin previo aviso.
— Hola— expresó contenta.
—¿ Qué haces?
—Cazando— dijo mientras lo halaba por el brazo y lo acercaba hacia ella. —Ayúdame — le pidió.
—¿Cazando?... Pero qué cosa?
—¿Qué más?... respondió ella divertida— ¡Cangrejos! — Le entregó un palo puntiagudo y le señaló una cueva. 
—No he cazado cangrejos nunca — confesó para tratar de evitar tener que matarlos. 
—¿Qué?—dijo asombrada — pero seguro que sí te gusta comértelos, ¿eh?
Negó con la cabeza.
—No los he comido nunca, no me llaman la atención.
— Pero tú no sabes de lo que te pierdes... vives cerca del mar y no disfrutas de todas sus delicias— tomó una canasta del suelo y le pidió al joven la estaca— ya tengo suficiente... ¿ya comiste?
—Aún no.
— Mejor, ven conmigo— lo animó a que la siguiera —haré una comida que te vas a chupar los dedos y te vas a dar cuenta de lo que te pierdes por bobo. 

Sonrió adorablemente. Dereck sonrió confundido y nervioso. 
Entraron por la puerta trasera que daba paso a la cocina, la muchacha lo hizo sentarse a la mesa que se encontraba al lado de la meseta. En el centro de la mesa había un hermoso florero. Mientras Camila cocinaba, él observaba los adornos de la casa, todo estaba tan bien ordenado... la cocina estaba iluminada, tenía una hermosa lámpara en el techo en forma de tulipanes, la meseta era en forma de u, tan blanca que parecía que brillaba, todo estaba en su lugar bien acomodado. Tenía muchos utensilios de madera colgados en la pared. El joven se entretuvo mientras la veía pelar verduras con destreza y agregarlas a la olla. Nunca miró a ninguna chica cocinar antes y eso le pareció agradable. Quiso ayudarla pero ella se negó y le dijo que era su invitado y que aguardara con calma la cena, que ya tendría tiempo de ayudarla para la próxima. El joven no protestó, así que mientras ella terminaba se puso en pie y se dirigió hasta la sala. Pasó la puerta en forma de arco que dividía las dos habitaciones. El juego de sala era color rojo vino al igual que las cortinas. Era una sala pequeña pero acogedora. Los grandes ventanales estaban cubiertos por las cortinas. En el centro había una mesa redonda con macetas encima, sembradas de plantas naturales y debajo de la mesa un estante con algunos libros, los cojines sobre el sofá eran blancos y al lado del sofá había dos lámparas de pie también con forma de tulipán. En la pared a su derecha había colgado un espejo redondo, el marco era de madera calada, el espejo sí lo recordaba de niño. Y en la otra pared había un estante repleto de libros. Se acercó para tomar uno, sonrió al ver que todos eran libros infantiles, como "Corazón", "El Principito", y otros muchos. El piso era de madera pulida. A un costado estaba la escalera que subía a las habitaciones, el primer escalón tenía un jarrón en forma de balde con una planta de lloviznita. Se acercó a la puerta principal y apartó la cortina contemplando así la oscura noche, se podía escuchar el sonido acompasado de las olas. Escuchó su nombre y se dirigió hacia Camila que ya preparaba la mesa, le sirvió un plato rebosante de un arroz con cangrejos. El olor que desprendía era exquisito. 
—Si sabe cómo huele, felicidades. —Soltó entusiasmado. 
—Sabe mejor—afirmó ella, altanera.
Dereck no paraba de elogiar la comida mientras Camila orgullosa se daba golpes en el pecho por su platillo predilecto.
—A los niños les encanta mi comida— aseguró.
—Creo que a mí me vas a mal acostumbrar también— dijo él satisfecho después de haber devorado todo lo que le pusieron en el plato. Se dio palmadas en la barriga.—Hoy voy a dormir contento. 




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