Correr hacia ti

Capítulo 6. Entre Matemáticas y mareos.

 

Al bajarse del auto Camila se despidió y le deseó una buena semana pero él aún no se sentía listo para despedirse y recordó que ella le comentó que tenía examen de Matemáticas el próximo miércoles, así que aprovechó la oportunidad que le ofreció la vida para pasar más tiempo con ella.
—¡Camila!— la chica se detuvo y miró hacia atrás. Dereck se acercó a ella. 

—Debes estudiar mucho si quieres aspirar a una buena universidad. Te ayudaré ahora que puedo, en las matemáticas, realmente soy muy bueno.
Ella sonrió y lo invitó a pasar sin pensarlo dos veces. Tenía algunos libros sobre el sofá y libretas abiertas sobre la mesa redonda. El perro fue el primero en subir a la comodidad del primero. Camila preparó una buena merienda y se sentaron juntos a resolver problemas y ecuaciones. El joven en verdad sí que sabía, le daba solución a todo e incluso a los más complicados. Le explicó con paciencia y le hizo entender con facilidad el por qué de cada solución. Estaban tan sumergidos en los libros que perdieron la noción del tiempo. Dereck reaccionó cuando su móvil tocó la alarma de las cuatro de la mañana. 
—¡¡Dios mío!!— esclamó llevando las manos a la cabeza y rebuscando entre los cuadernos su teléfono que estaba sepultado al final. —Se me hace tarde para la facultad!!! — casi gritó poniéndose en pie como un resorte. 
Camila lo acompañó riendo hasta la puerta. 
—Gracias, tu ayuda me ha sido muy útil—le dijo a modo de despedida.
—Fue un placer—respondió olvidando por un momento el motivo de su agitación— sigue estudiando y me cuentas luego cómo te fue.
Ella asintió.
— Ya te haré saber las buenas noticias.
— Cuídate, sí?— Dereck no sabía qué le pasaba, parecía estar clavado como una estaca en la puerta de esa casa y le pesaba bastante tener que dejar a Camila. 
—No te preocupes por mí y vete ya— lo apuró ella—llegarás más tarde.
Se quedó de pie en la puerta viéndolo alejarse casi corriendo. se volteó entonces y al ver tanto desorden en la casa le dio un escalofrío y ni siquiera recogió los libros. Bostezó y se estiró, luego fue a ducharse para ir a la escuela. El autobús pasaba a la siete en punto y no se podía dar el lujo de perderlo. Guardó algunos cuadernos en la mochila y salió, iba mordiendo un sándwich. El auto de Dereck ya no estaba. Caminó hasta la parada y se sentó en el banco a esperar su transporte. Mientras, rememoraba la noche de estudio con su nuevo y guapísimo amigo, sonriendo imperceptiblemente. Por fin llegó el miércoles, día del examen de Matemáticas. Dereck le había seguido aclarando algunas dudas a través de WhatsApp y se sentía más que lista para sacar el máximo. Sentada en la mesa tomó su hoja e hizo su mejor esfuerzo. Se sintió orgullosa cuando luego revisó las respuestas y supo que había acertado en todas. Llamó a su amigo para contarle cómo le había ido y se sorprendió al escuchar que iría ese día a casa. La felicidad la embargó al saber la noticia en tanto esperaba el bus.
—Hola linda ¿Cómo estás?— preguntó un joven mayor que ella que tomaba siempre el mismo autobús hacia Havre De Grace. 
— Bien— respondió ella, siendo amable ya que él siempre la saludaba.
El joven se sentó a su lado poniéndose sus audífonos inalámbricos para escuchar música. Cuando tomaron el bus se sentó justo a su lado, por primera vez. Pasada media hora de viaje Camila ya tenía el estómago revuelto. No sabía cómo acomodarse, daba mil vueltas y por dentro no paraba de quejarse por su desdicha. El joven se percató del malestar de la muchacha.
—¿Estás bien? —Le preguntó solícito. Ella meneó la cabeza en señal de negación.
—Voy a vomitar— afirmó llevándose una mano a la boca— necesito... algo...—hizo una arcada.
Algo espantado, él se apresuró a buscar en su mochila algo que sirviera pero no tuvo suerte.
—Aguanta— le pidió a la muchacha mientras se ponía en pie y gritó que le facilitaran algo que le pudiera servir. El autobús iba lleno, incluso había personas en pie. Enseguida apareció una bolsa plástica  y tomándola se la dio a la chica que ya estaba casi verde y tenía los buches inflados. Camila se sintió libre cuando pudo vomitar, el joven la recostó de él y le acarició el cabello mientras ella aún sintiéndose mal, pudo hallar alivio en los brazos de ese desconocido. En la ultima parada, el joven la despertó pues se habia quedado dormida. Ella se sentó derecha y lo miró con su hermosa sonrisa.
—Gracias por ayudarme— le dijo.—¿Cuál es tu nombre? 
—Rafael.
— Camila—extendió su mano y el hombre no tardó en estrecharla.
Se bajaron del autobús y él la acompañó hasta la tienda de regalos donde ella trabajaba limpiando. El dueño la recibió alegre y le entregó las llaves para que cerrara antes de irse y las dejara en el lugar de siempre. 
Rafael era dueño de un restaurante que quedaba pegado al mar no muy lejos, lo había heredado, entre otras cosas, de su padre que había fallecido recientemente, tenía veinticinco años. Se quedó con Camila ayudándola y la invitó a salir el sábado sin dar rodeos, haciéndole sonrojar; efecto que le encantó. Camila no supo qué responder pero buscó una excusa para evitar esa salida, ese día Dereck estaría allí y quería quedarse cerca suyo. El joven comprendió que estaba nerviosa y no se molestó ni tampoco le insistió. Rafael era rubio con el cabello rapado a los lados y una melena en el centro de la cabeza, tenía un cuerpo atlético y era alto, pero no más que Dereck. Camila terminó su trabajo y entregó las llaves a la señora de al lado y se despidió del joven que al final la había ayudado a limpiar. 
—Nos veremos pronto—se despidió él con un tono en la voz que hizo sentir incómoda a la joven y acarició su mejilla de una manera fugaz. La vio alejarse mientras pensaba en lo mucho que se le parecía a otra chica, quizás era por eso que se sentía tan atraído hacia ella.
Ella sonrió y dándole la espalda comenzó la marcha. "Es lindo" pensó mientras avanzaba, se volteó y se sorprendió al ver que aún no le quitaba la mirada de encima y casi histérica aceleró el paso. "Es lindo" volvió a pensar "pero no más que Dereck". Saber que le vería, la hizo entonces apurar.




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