Correr hacia ti

Capítulo 9. Un accidente en la rodilla y otro en el corazón.

 

El domingo en la tarde Dereck recogió a Camila según lo acordado, pero fue en la bicicleta que le había prestado su "amigo". Eran como las tres de la tarde cuando entró por la puerta del recinto. Saludó a sus conocidos y salió seguido por la joven. La muchacha se sorprendió mucho al ver la bicicleta y él le explicó que le enseñaría a montar de regreso a casa. Camila sorprendida se alegró y tomándola intentó sentarse. Dereck le sujetó con sus manos fuertes el timón para que ella mantuviese mejor el equilibrio. Anduvieron así por un buen tramo hasta que el joven decidió soltarla para que fuese sola y logró avanzar un poco, cosa que la hizo feliz y lanzó un grito de alegría. Pero emocionada volteó la cabeza para ver al joven que quedó atrás y entonces perdió el control del aparato. Dereck se llevó las manos a la cabeza al ver las mil maniobras que hizo Camila para sostenerse en pie pero al final fue en balde ya que cayó estruendosamente sobre la tierra. Se acercó a ella corriendo, sacó la bicicleta de encima suyo y la ayudó a levantarse.
—¿Estás bien?— preguntó  agitado a la par que revisaba los posibles daños ocurridos en el cuerpo femenino— ¿No te duele nada?
Camila lo tranquilizó sonriendo pero a la vez tratando de disimular el dolor.
— Estoy bien... lista... para otra caída...
Dereck no eludió en sonreír al ver a la chica decidida en continuar a pesar del incidente.
—Por ahora no más— le dijo y señaló su rodilla— estás sangrando. Camila descubrió la herida pero no mostró debilidad. Dereck se sentó en el sillín sin más demora. —Monta que te llevo, hay que limpiar esa herida antes de que se infecte.
Fueron rodando por el camino rápidamente. El joven se detuvo en una orilla del río y bajando se acercaron. Camila se sentó sobre una piedra con algo de dificultad y él, sentado a su lado insistió para curarle la rodilla. Tenía bastante tierra pegada además de la sangre. Camila puso la pierna lesionada sobre el regazo masculino, quien tomando agua del río con una botella plástica procedió a lavar y curar la rodilla. La chica se quejó dos o tres veces por el  dolor pero mostró fortaleza. Al terminar, Dereck tomó su pañuelo del bolsillo y cubrió la herida para que se mantuviese aséptica.
—Debiste ser médico —comentó ella al ver el desempeño del joven.
Dereck sonrió.
—Me quedó bien ya que la paciente eres tú — afirmó poniendo la pierna de la chica sobre la tierra. Camila se sonrojó y el descubriéndolo cambió de tema. —Este pedazo del río está precioso- comentó mientras disfrutaba el esplendor del paisaje a su alrededor. Ella también prestó atención y descubrió la belleza en que estaban envueltos. —Vivir tan cerca e ignorar esto es imposible— susurró el joven a los oídos femeninos. Ruborizada, la chica se estiró poniéndose en pie, captando toda la atención del muchacho.
—Yo no sé tú, pero yo me voy a meter al agua.— Anunció. 
— Pero está helada—opinó Dereck asombrado—te vas a resfriar.
—No seas aburrido— protestó ella— eso es cosa de viejos— aclaró. Se quitó las sandalias y las dejó sobre la roca en que estuvo sentada. Traía puesto un vestido juvenil por las rodillas y levantándolo comenzó a quitárselo. Dereck apartó la mirada nervioso pero ella dándose cuenta soltó una carcajada.
—Tranquilo... —lo golpeó suavemente con la ropa al imaginar lo que le pudo pasar por la cabeza. 

Al verla, sonrió disimulando y aliviado. Camila vestía un pantalón corto y un tope sobre el brassier, pero aun así, él pudo ver el contorno de su hermosa figura y un lunar que tenía en la espalda pegado a la cadera. Lo que sintió, le hizo confesarse a sí mismo, que nunca se había sentido de ese modo. Camila se metió al agua de un solo chapuzón y salió temblando abrazándose con sus manos.
—Está.... fri... fría...— se quejó haciendo reír a Dereck que ya recuperado, no se atrevió a entrar. —No importa— afirmó la chica estoicamente volviéndose a sumergir, y entonces salió de repente, echándole agua sorpresivamente en tanto él se levantaba para escapar. Ella reía a carcajadas, muy divertida. —Eres un aburrido— se quejó y sin molestarlo más, nadó hasta la otra orilla.
—¡¿Sabías que más allá hay un parque?!— le gritó para que le pudiera escuchar. 

Dereck entonces la vio intentando subir a un árbol y alejarse; preocupado la llamó pero la chica pareció no escuchar. "Pero si es una niña..." pensó gruñendo entre sonrisas. Al volver a mirar ya no estaba y por más que la buscó con su mirada no pudo verla y no le quedó de otra que meterse al río y tratar de alcanzarla. Se quitó la camiseta y los tenis, y después de pensarlo un par de veces se lanzó al agua de mala gana. Llegó a la orilla contraria dándole voces para localizarla, había que subir una colina enpinada cubierta por arbustos. "Y eso que tienes una rodilla lastimada" pensó "¿Cómo pudiste subir por ahí? loquita..." En breve llegó hasta la cima y se enderezó sacudiendo sus manos, y miró hacia arriba cuando un pedazo de rama le cayó encima.
—Sube— lo animó Camila que sonreía entre el follaje como una chiquilla traviesa— ven a ver.
Dereck no se hizo de rogar y en un dos por tres ya estaba al lado suyo.
—Pero si pareces un gato—lo elogió y no pudo evitar fijarse en su torso desnudo, se sonrojó al darse cuenta que deseó saber cómo sería sentir esa piel junto a la de ella, y tragando en seco desvió la mirada. El joven pudo ver desde allá arriba el océano, con un azul mas intenso. —Aquel de allá es el faro— señaló ella— vayamos un día juntos—le pidió— nunca he ido, pero he escuchado que en las noches es precioso.
"Precioso... baaah no se compara a lo que ven mis ojos" pensó él refiriéndose a ella mientras la miraba a hurtadillas. Frunciendo el ceño la chica rió y la miró sin entender el motivo de su risa.
—No te preocupes— le dijo— es que estoy aprendiendo a conocer las expresiones de tu rostro.
Se miraron unos segundos y él arqueó una ceja cuando se dio cuenta que deseaba atraparla entre sus brazos para besarla, mirando entonces hacia el horizonte. Estuvieron ahí trepados un poco de tiempo, conversando sobre la vida y sus encantos, luego Dereck ayudó a bajar a su amiga que ya se estaba quejando por su rodilla.  Estar tan próximo a ella sólo lo confundía más, le encantaba su naturalidad y su manera de ser tan auténtica, sin disfraces. Llegaron al rato a la casa y la chica cojeaba, la vio entrar con dificultad pero no prestó atención por el momento.
Camila se dio un baño de agua caliente y cansada se recostó en la cama, al rato se levantó pues el dolor en la rodilla no disminuía y eso le preocupaba, se revisó y tenía todo morado alrededor, recordó el impacto y la superficie en la que cayó que era pedregosa. Al rato ignoró el golpe y tomó en sus manos el pañuelo de Dereck que había lavado y sonrió al recordarle con el ceño fruncido.
Él por su parte estaba leyendo los libros de derecho, estudiando mucho, tirado sobre su amplia cama bebiendo una cerveza y comiendo un sándwich rebosante de queso. El perro recostado en la esquina de la cama yacía con los ojos cerrados. 
Eran las 5:30 cuando  salió rumbo a la universidad. Decidió pasar por casa de su 'amiga' para despedirse, sabía que debía estar despierta preparándose para ir a la secundaria. Tocó la puerta varias veces hasta que ella le abrió. Tenía aún el ropón de dormir y cara de enferma.
—¿Estás bien?— Indagó. 
Ella negó con la cabeza y el joven tocó su frente para confirmar que estaba caliente.
—Tienes fiebre— le dijo preocupado— ¿Cuando te enfermas nadie viene a cuidarte?
—No tengo a nadie.
— ¿Y tu abuela?
La joven hizo una mueca.
—No puede dejar a los niños por venir a cuidarme, ya soy grande y puedo hacerlo sola.
Dereck suspiró y la empujó suavemente hacia adentro de la casa y así entraron a la vivienda juntos. Camila se sentó en el sofá mostrando dolor a la hora de flexionar la pierna.
—Me quedaré a cuidarte— sentenció Dereck con firmeza luego de tomar rápidamente la decisión.
—No te preocupes por mí —pidió ella con la voz quebrada— Debes ir a la facultad, yo estaré bien...
—No digas nada más —la interrumpió--- ya dije que me quedaré. Nunca falto así que la ausencia no me preocupa ni me va a perjudicar .
Camila sonrió agradecida y se recostó de su hombro cerrando los ojos. No insistió en hacer que se fuera, saber que se quedaría le encantó. 
—Cada día le agradezco a Dios por ti—murmuró— gracias por existir...
Él volvió a tocar su frente y seguía caliente, pero ella no tenía termómetro para medirle la temperatura. Levantó un poco el camisón que traía puesto para mirarle la rodilla y al verla hinchada se preocupó.
—Ayer cuando caíste... ¿cómo fue?— le preguntó. Camila trató de recordar.
—No recuerdo— contestó encogiéndose de hombros— sólo sé que  dolió y ahora apenas la puedo mover. Tú estabas ahí. Protestó. 
Dereck la miró enojado.
—Entonces me dijiste que casi no te había dolido... Le reprochó. 
Ella quedó en silencio y se quejó cuando él toco la herida. —Creo que lo mejor será ver a un médico.
—Oh, por Dios, qué medico de qué... no es necesario, estaré bien... tomo antibióticos por si acaso y ya...
— No seas inmadura—Dereck la miró con seriedad— la fiebre es por algo que está mal.
Camila no tenía en su casa un botiquín de primeros auxilios. El joven tuvo que ir a la suya a buscar algunas cosas que necesitaría para controlarle la fiebre. La herida de la rodilla estaba supurando humor. De regreso, Dereck se dispuso a curar la herida, lo cual fue un gran sufrimiento para su amiga. 
—¿Estás bien? —Le preguntó al terminar. 
Ella hizo una mueca y se quedó recostada de su hombro y así se quedaron largo rato. La garganta le comenzó a doler así que descubrieron la causa de la fiebre: un resfriado. Toda la mañana Dereck estuvo cuidando de ella que aprovechó para dormir a pierna suelta e incluso le preparó la comida. Ya en la tarde, la fiebre se había ido pero no se podía poner en pie por causa del dolor y esta vez, a pesar de sus protestas, Dereck decidió llevarla al hospital. El diagnóstico fue un esguince de rodilla y el tratamiento, simple pero con reposo por varias semanas incluido.
—No quiero saber más nunca de bicicletas— lloriqueó Camila mientras volvían a la casa. Dereck sonrió al escucharla.
—En serio... ¿te vas a rendir?—rió— Bueno pues... ya tienes dieciocho, aprende a conducir, un auto es mejor.
—¡¡Nooo!! casi me mato aprendiendo a montar bicicleta! No me quiero imaginar cómo sería intentando conducir.
—Tranquila, todos aprenden. 




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