Capítulo 23. Desencuentros.

Los chicos los estaban esperando en la casa de Dereck y armaron un bullicio enorme ni bien entraron. Camila incluso se asustó mientras el aire se llenó de confeti y el ruido de las cornetas los ensordeció. Dereck comenzó a reír y se dirigió a sus amigos que lo esperaban con los brazos abiertos, y Emmett, que no paraba de saltar dividiendo sus afectos entre él y la chica. 

—¡Qué locura señor Dereck!— gritó Kevin con un sombrero de colores y una nariz de payaso—pero si usted es feliz... nosotros también!!

 Melissa corrió al lado de Camila riendo igual y la chica se relajó apartando de ella toda timidez y vergüenza. Sabía que estaba entre amigos y Dereck se veía increíblemente feliz y para ella eso era suficiente. Más tarde todos admiraron la hermosa piedra que su flamante esposo le dio y cenaron en la piscina, compartiendo hasta bien entrada la noche. 

—Bueno—Kevin se puso en pie pasadas las once y miró a los otros—creo que es hora de largarnos. Los recién casados necesitan privacidad. 

Hizo un guiño divertido y Camila se sonrojó bajo la devota mirada de Dereck. Eduard imitó a su amigo. 

—Concuerdo. Acá sobramos así que... andando.

Las risas no se hicieron esperar y todos se levantaron para despedirse. 

—Mañana bien temprano me pones al tanto de todo— le dijo Dereck a Eduard— hoy no era día para eso, pero mañana me comienzo a encargar. Lo más importante ya está hecho. 

—Ok. 

En unos minutos, quedaron finalmente a solas. El joven se volvió a ella para contemplarla extasiado. 

—Al fin solos.— Murmuró. Camila sonrió. 

—Tengo que ir a hablar con mi padre—le dijo—me ha seguido llamando mucho... 

—Mañana—Dereck se acercó hasta atraparla entre sus brazos— mañana lo que quieras... pero esta noche eres solo mía... 

—Esta y todas—musitó ella desfalleciendo con un suspiro—te amo. 

Tomándola en sus brazos, subió las escaleras en dirección a su habitación.

El día siguiente Camila salió para encontrarse con su padre que se encontraba en el pueblo y le estaba exigiendo verlo. Le costó bastante trabajo convencer a Dereck de ir sola pero al fin lo logró. Le dijo que se encargaría de decirle y que su reacción no le importaría, sin embargo, si el joven iba; estaba segura de que habría pelea debido a su carácter explosivo. Dereck conocía al señor Thompson y lo había tenido por buena persona, pero después de todo el complot en complicidad con Rafael para llevarse a Camila, realmente no deseaba ni verlo y sintió alivio cuando ella le convenció para que no fuera. Entonces, aprovechando su ausencia, llamó a Eduard que ya iba en camino para finalmente ver las fotos y todas las pruebas y evidencias acumuladas por su amigo durante esa semana. Hans Thompson era un hombre de 60 años y aunque guapo, lucía una expresión de cansancio. Le abrió la puerta de la habitación del hotel donde se hospedaba hacía unos días a Camila y la miró con el ceño fruncido. La saludó con un gruñido y la mandó pasar. Estuvo largo tiempo regañándola de mal talante por no responder sus llamadas y concluyó diciéndole que debían partir ya hacia Inglaterra. La chica lo escuchó pacientemente y cuando le dio la oportunidad, decidió ser totalmente honesta con él. Antes la hubiera atemorizado pero en estos momentos se sentía muy segura y de ninguna manera se iría con él. 

—Me casé con Dereck Mcdowell, el hombre que te dije que amo. 

Hans quedó sin habla al escucharla pero las venas de su cuello comenzaron a hincharse y su rostro se puso lívido. 

—¿Qué hiciste qué? 

—Me he casado. —Repitió la chica resueltamente. 

Apretando los puños y dando un grito de rabia, su padre se levantó y la agarró por un brazo con violencia. 

—¿Estás loca? ¿Cómo demonios te atreviste a hacer eso? 

—Me estás lastimando—se quejó ella y recuperando su brazo se alejó de él— soy mayor de edad y puedo hacerlo. Me quedaré en este sitio que es mi hogar.

 La furia del hombre era intensa. Dio un puñetazo sobre una mesa y arrastró todo cuanto había sobre ella haciendo que cayera con gran estruendo al piso. 

—Voy a acabar con esa farsa. No voy a permitir que arruines tu vida! 

Camila entonces se indignó. 

—¡Tu nunca te preocupaste por mí!— le reprochó—está bien... me diste una casa y me mandaste dinero pero jamás me diste la atención que se da a una hija. No tienes ningún derecho a mandar en mi vida. Y yo decido qué hacer!

 Su padre la miró con una expresión indescifrable que la hizo retroceder. 

—Tú eres menor de edad... 

—No lo soy... 

—¡Lo eres y harás lo que yo quiera! ¿Crees que no he tenido tiempo de prepararlo todo?

 La joven abrió los ojos extrañada. 

—¿Preparar qué?— Preguntó confundida. 

—¡Tu destino! Te casarás con quien yo quiera y vivirás en Londres! 

—No... no sé qué has estado planeando pero desde que llegaste mi abuela estuvo muy agitada...—unas lágrimas aparecieron en los ojos de la joven y su pecho palpitaba muy fuerte—sea lo que sea... ya Dereck se estará ocupando. Sé que tienes esa inscripción con un error de un año pero encontraremos la verdadera... tú no tienes ningún derecho sobre mí.— Decidida corrió a la puerta y la abrió. 

—¡No te atrevas a irte que no he terminado contigo Camila! —Rugió Hans, pero ella se volvió a él por última vez. 

—No te acerques a mí ni a mi esposo— le dijo— sólo hazlo cuando quieras conocerlo y aceptes que ya soy una mujer que se las arregló muy bien sin ti.

 Lanzó la puerta y salió corriendo por el pasillo. Aún pudo escuchar el grito de su padre ordenándole regresar. Después de caminar un poco se fue calmando y entonces se preguntó de dónde había sacado valor para enfrentarlo de esa manera. ¿Sería realmente una locura haberse casado con Dereck? ¿Es que acaso no podían amarse de verdad a pesar de su juventud? Pero sobre todo... ¿Qué se le había metido en la cabeza para querer llevársela de esa manera y para haberse convertido en ese hombre tan amargado y agresivo? Los pensamientos devoraban su mente y sólo quería volver para estar con Dereck, su único puerto seguro. Sin embargo, una sorpresa no más agradable que el encuentro con su padre, la esperaba al doblar una esquina.