Correr hacia ti

Capítulo 27. El chantaje.

 

Al día siguiente Kevin tuvo que volver a América, habían decidido quedarse allí hasta que Donovan ganara el proceso y su matrimonio fuera confirmado. Pasaron algunos días y no habían sabido nada ni de su padre ni de Rafael, estando bastante contentos y seguros por ello. Dereck supo que el señor Thompson había recibido los detalles del proceso y seguramente al saber que estaba perdido, se había rendido. Esos días fueron paradisíacos para la pareja, que sin salir de aquella casa, la pasaron en grande, reafirmando su amor una y otra vez. Esa tarde, esperaban a que llegara Kevin con las buenas noticias, finalmente su matrimonio había sido confirmado, Eduard y Donovan lo habían conseguido. Su amigo genio tenía bastante influencia y conocía a las personas perfectas para acelerar este caso. Ahora podrían salir otra vez al mundo y regresar a su vida interrumpida. Ya no había nada que temer.
Dereck terminó de vestirse bajo la mirada de Camila desde la cama.

 —Voy a buscar a Kevin al aeropuerto— le dijo con una sonrisa—volveremos en unas horas. No salgas ni abras a nadie...

 La chica asintió. 

—Saldré de aquí sólo de tu brazo para volver a casa.— Le aseguró. Dereck la observó un instante. —Te amo tanto, seamos siempre así.—La escuchó decir y sonrió. 

—Prometo envejecer contigo mi muñequita, soy adicto a tu cuerpo y eso ya te lo he demostrado con creces estos días— le guiñó un ojo haciéndola sonrojar y lanzándole un beso se fue. 

Ella cayó sobre la cama sin aliento, recordando esos días allí con él; todo lo que hicieron juntos, a los lugares que la llevó sin sacar un pie de esa habitación y rió sola como tonta. Todos esos recuerdos habían quedado impregnados en su corazón y en su piel, todo su mundo era ese hombre, soñaba hasta despierta con él y la dicha de haberle conocido. Unos golpes en la puerta la sorprendieron y se levantó con una sonrisa dibujada en los labios. Sólo podía ser él que había olvidado algo. Bajó sin demasiada ropa. 

—¿Qué se te quedó?— preguntó risueña y abrió la puerta... cuando repentinamente su sonrisa se congeló; toda su felicidad desapareció en un segundo y los ojos casi se le salen de las órbitas. Frente a ella estaba su padre con un policía a su lado. ¿Cómo pudo encontrarla? Ni siquiera pudo articular, Hans fue quien dijo algo. 

—Ella es mi hija, agente. Escapó de casa y tiene serios trastornos mentales como ya le expliqué. 

El uniformado la agarró por la mano y la sacó afuera. Al reaccionar y comprender lo que pasaba, intentó defenderse. 

—No es cierto, me tiene que escuchar...

 Pero el policía no tenía ninguna intención de hacerlo y entonces ella comenzó a gritar. 

—¿Ve cómo se comporta? No entiende razones. 

El cinismo de su padre la dejó estupefacta y continuó resistiéndose mientras intentaba ser escuchada sin éxito. La llevaron a rastras hasta el auto de Hans y antes de entrarla a la fuerza, él le inyectó algo en el brazo y en un instante perdió la noción de todo, quedando profundamente dormida.

Cuando Camila despertó se vio en otra habitación, pero esta era diferente. Al tener claridad y entender qué había sucedido comenzó a llorar. Esto era maldita pesadilla... ¿no iba a acabar nunca? Pensó en Dereck y en lo que haría cuando regresara y ella no estuviera, se volvería loco. Quizás ya se había metido en problemas. Se levantó sin tener idea de cuánto tiempo hubo pasado pero un reloj grande de pared frente a la cama le confirmó que solamente había transcurrido poco más de una hora. Frunció el ceño y se dirigió a la puerta. Su sorpresa fue grande al ver que no estaba bajo llave. Respiró profundo y despacio giró el picaporte. Era demasiado fácil, pensaba, tenía la seguridad de que algo peor la esperaba afuera. Estremeciéndose apartó su mano pero luego decidió seguir adelante. ¿Qué más podría perder? Al salir se encontró en un imponente pasillo cuyo piso brillaba como un espejo. Enormes puertas de caoba oscura se alineaban simétricas a uno y otro lado. El pecho se le oprimió pero empezó a caminar hasta que llegó a un enorme salón con una chimenea, y ahí estaba su padre, que se volvió al escuchar sus pasos. 

—Te estaba esperando—le dijo y señaló un sillón tapizado en rojo— siéntate. 

Pero ella no le obedeció. Lo fulminó con la mirada. 

—¡Eres despreciable!!—le dijo apretando las palabras con ira— ¡así que engañas a la policía con que estoy trastornada! ¿Y te dices ser mi padre?! 

Hans ni se inmutó. Pero comenzó  a hacerle una historia.

 —Yo estaba jodido hasta el cuello, ese hombre se me apareció y pagó todas mis deudas. Más de medio millón de euros, Camila... y con la simple condición de casarse contigo y acepté, claro que acepté; firmé el contrato y él pagó todo. Ahora yo debo hacer mi parte. 

—¡Te odio! ¡Eres el peor padre del mundo!

 —¡No seas burra! Ese hombre debe adorarte para haber pagado tanto por sólo tenerte a ti, cuando lo piensas no será tan malo, serás una mujer rica, no te faltará nada aquí en Londres, podrás estudiar lo que se te venga en ganas; él es el segundo en la empresa ahora y tiene más negocios...

 —No tengo nada que ver contigo— le cortó airada— yo estoy casada y la ley en América reconoció mi matrimonio ya, nada me va a impedir salir de aquí ahora— la chica hablaba con rabia pero también con dolor al sentirse tan traicionada por su propio padre— yo me iré y tú ni nadie me lo podrá impedir. Hans Thompson se encogió de hombros. 

—Tienes razón, solamente que me parece que no será conveniente para ti hacerlo.

 Apretó los puños y los labios pero no dijo nada más y se dio la vuelta resuelta a salir de ahí de una vez y por todas. Abrió la boca espantada, cuando en el umbral de la puerta apareció Rafael como un fantasma frente a ella, dejándola paralizada. No se parecía mucho a como ella lo recordaba, estaba más elegante, serio, diferente. 

—Hola Camila— le dijo sonriente—Vamos a hablar. 

—No tengo nada que hablar contigo.—Se apuró a decir y sus manos comenzaron a temblar. 




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