Correr hacia ti

Capítulo 35. Una pesadilla

—A partir de hoy esta será tu casa. 

Rafael abrió los brazos entusiasmado en el centro de una lujosa sala. Camila recién comprendía que era su prisionera. 

—¿Qué estoy haciendo aquí?—preguntó por enésima vez—el contrato que firmé no hablaba de esto... 

El hombre se acercó a ella con el ceño fruncido y la tomó por la barbilla subiéndole el rostro hacia él. 

—¿Acaso me has escuchado? ¿No puedes valorar lo que estoy haciendo por ti? 

La joven retrocedió asustada. 

—Estás enfermo—murmuró— debía quedarme con mi padre... tú sólo serías una molestia ocasional e inevitable. ¿Por qué me has traído—La voz femenina tembló.

 Rafael soltó una risotada desagradable.

—¿Crees que me iba a conformar con tan poco? Desde aquella vez que te besé en la playa he estado esperando con paciencia tenerte sólo para mí... 

—¡Estoy casada con Dereck! 

—Dereck es un estúpido... mira lo fácilmente que te creyó y se fue. Ni siquiera pudo aferrarse a ti. No te merece. Yo jamás te habría dejado bonita... jamás. 

Camila sintió como un zarpazo en el corazón y comenzó a llorar repentinamente en silencio. 

—Dereck me ama... fui yo quien le rompió el corazón. 

Rafael dio un golpe sobre la repisa de la chimenea. 

—¡No vuelvas a mencionar a ese tipo en esta casa! ¡Él no volverá y tú no te irás... 

—¡El contrato que me obligaste a firmar es sólo por dos años! Dos años se van pronto... entonces podré regresar. 

—¿A dónde vas a regresar pobre tonta? Ese ya debe estarse metiendo en las bragas de otra mujer. Te mostraré que yo sí te amo y al final de los dos años me pedirás quedarte conmigo... 

—¡Jamás! 

—Ya lo veremos— el joven hizo un gesto de desdén—me aburren tus pataletas. Tengo que ir a mis asuntos y ya sabes que no puedes intentar escapar o iré por tu príncipe y lo enviaré a prisión... y lo más fácil del mundo será pagarle a un asesino adentro para que lo saque de este mundo y su muerte quedará para siempre en tu conciencia— tomó su abrigo de un sillón— más bien ve a disfrutar de todo lo bueno que tienes a tu disposición. No olvides que eres la reina de esta casa y si te portas bien, seré bueno. Nos vemos en la noche.

 Dio la vuelta y se marchó. Camila sintió entonces la soledad y el miedo más profundos que nunca antes hubo experimentado. Tuvo frío y se abrazó a sí misma mirando todo a su alrededor con expresión de espanto y dolor. ¿Realmente estaba sucediendo esto? ¿No era una pesadilla de la que solamente debería despertar? Pensar en Dereck era lo único que la mantenía cuerda en medio de todo aquello. Y el infierno apenas comenzaba. 
Pasaron algunas semanas y Rafael se comportaba como todo un caballero, Camila decidió no ser tan hostil para evitar problemas. Él trabajaba todo el día mientras ella leía en aquella casa enorme y se aburría. Pero sobre todo, extrañaba terriblemente a Dereck y los días pasaban lentos y tediosos. Cada noche, al poner su cabeza en la almohada, lloraba. Sólo ella era capaz de deducir la magnitud del sufrimiento que la embargaba por estar lejos de Dereck sin posibilidades de saber de él. Ni siquiera volvió a ver a su padre. Rafael le hacía costosos regalos y la llevaba a lugares increíbles que de estar con Dereck habría disfrutado sin dudar, pero a pesar que mantenía la calma frente a él le rehuía y evitaba la veces que intentaba acercarse de más, sin tener idea de que ese hombre era una bomba de tiempo. 
Una mañana comenzó a sentir náuseas mientras desayunaba. Realmente apenas comía, había perdido el apetito, la alegría y las ganas de vivir. Corrió al baño bajo la mirada hosca de Rafael y vomitó todo. Mientras descansaba en su habitación, una sospecha se instaló en su mente. Hizo un rápido cálculo mental y cayó en la cuenta de que no había visto su período por más de un mes y su corazón se aceleró. ¿Sería posible que...? De sólo pensar en esa idea todo su cuerpo tembló. Del modo como estaban las cosas, sería una locura. Ella era una maldita prisionera o más bien, rehén. No podía darse el lujo de estar embarazada. Temía la reacción de su captor si era cierto y pensó en Dereck y un hijo suyo. Ella era demasiado joven y sí, muchas veces fueron negligentes y ni siquiera pensaron en cuidarse cuando hacían el amor pero estar esperando era lo peor que le podría pasar dadas las circunstancias. Cuando Rafael llegó en la noche tocó a su puerta para preguntarle cómo estaba e invitarla a cenar con él como de costumbre. Pero en esta ocasión la chica se rehusó y la cara del hombre le dio miedo. Aun así, pareció aceptarlo y se fue sin decir una palabra. Trancó la puerta como siempre hacía y trató de leer en balde. No podía concentrarse y su tristeza se recrudeció ante la incertidumbre de su futuro. Esa noche no pudo pegar el ojo. Cuando a la mañana siguiente salió tarde de la habitación, pegó un brinco al ver a Rafael sentado en el comedor esperando por ella. 

—¿Te asusté?— Le preguntó al ver su reacción. Asintió pero no dijo una palabra.—¿Amaneciste mejor? —Volvió a asentir y una sensación muy rara de inquietud se apoderó de ella.—¿Estás embarazada? 

Al escuchar la pregunta que él le hizo de sopetón, se estremeció y entonces lo miró. 

—Claro que no.— Respondió. 

—No te creo—la mirada penetrante del hombre la llevó a sentarse de inmediato pues sintió literalmente que iba a caer—y no sabes la rabia que me da pensar que cogiste con él para llegar a eso.— Soltó de mal talante. 

—Estamos casados... es lo que suele hacerse...

—Eres una ramera. Seguro lo dejaste cogerte antes de eso.

 La chica se revolvió inquieta, sólo deseaba salir corriendo de ahí. Pudo sentir en sus vísceras que se iba a poner feo. 

—Voy a leer... 

—¡No te atrevas a moverte!—masculló el hombre señalándola acusadoramente con un dedo—vamos a ir ahora a una clínica para confirmar si estás embarazada o no.

 Camila levantó la cabeza vivamente para negarse. 

—No es necesario— dijo en un susurro— no estoy... 




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