Correr hacia ti

Capítulo 43. La firma.

SEIS AÑOS DESPUÉS.

—Abogada—su tutor se le paró delante a la salida del tribunal donde acababa de ganar su primer caso. Ella sonrió y observó a un señor mayor de aspecto bonachón que venía a su lado— te presento al señor Kindle, uno de los fiscales más prestigiosos de América y el mundo— la joven extendió su mano que fue incluso besada por el hombre y su tutor continuó— Kindle te vio en acción ahí dentro y quedó encantado con tu desempeño. Quiere invitarte a un evento esta noche. Bueno, ahora tengo que irme, lo dejo en buenas manos Kindle.

 Camila se mantuvo a la expectativa y su colega la invitó a sentarse para explicarle todo. Al final de una breve y cálida conversación, quedaron de acuerdo para que enviara por ella en la noche luego de aceptar su invitación. Era el director jurídico en una prestigiosa firma de poco de más de un año que radicaba en... ¡Boston! Camila se estremeció al escuchar el nombre de aquella ciudad en la que estuvo poco más de seis años atrás por apenas 24 horas. Al despedirse y luego de espantar los recuerdos que acudieron a ella después de oír hablar de Boston, salió en dirección a su auto. En unos minutos llegó a una casa grande rodeada de un jardín muy bien cuidado. Entró rápidamente y mientras se despojaba de su abrigo en el vestíbulo, llamó a alguien. 

—¡Dani!—entró a un salón enorme con un piano en un extremo—¡Dani! —Repitió y enseguida un hermoso niño apareció en lo alto de la escalera con el rostro encendido de alegría. 

—¡Mami! —Gritó y comenzó a bajar. 

—Cuidado hijo!—La joven se paró ante el último peldaño con los brazos abiertos y en un momento, el pequeño cayó en sus brazos. Lo estrechó con amor desmedido y luego miró su carita regordeta coronada por un par de ojillos vivaces y hermosos. Por Dios, cómo se parecía a él... lo pensaba cada día desde su nacimiento. No hubo forma de que pudiera olvidarlo, estaba atada a él y este niño simbolizaba la dimensión de su amor. 
Un instante después, su cuñada Kelly también bajó y la saludó. 

—Ese niño te quiere demasiado—opinó—y ahora dime... ¿cómo te fue con tu primer gran caso? 

Camila rió con su hijo aún en sus brazos. 

—Gané! Contestó. 

—¡Grandioso! Felicidades... cuando William sepa querrá celebrar. Lamentó mucho no poder estar ahí pero seguro saldremos esta noche a cenar. 

—Oh pero no puedo—dijo la joven mostrando desilusión— uno de los mejores ex fiscales penales del mundo me vio y le parecí buena. Me invitó a un coctel esta noche en Oxford donde está invitado a dar un discurso. 

Kelly abrió los ojos admirada. 

—¿Oxford? Wow cuñadita, sí que vas en serio. 

Ambas rieron y ella puso al niño en el suelo. Le tomó la mano y los tres juntos comenzaron a subir las escaleras. En la noche Camila lucía espectacular. El tiempo no hacía sino mejorarla. Su hermano la observó mientras bebía un trago, parada en los ventanales mirando hacia afuera. 

—Tranquila—le dijo riendo—estás muy adelantada. Ya vendrán. ¿Quieres una copa?—Ella hizo una mueca y negó. —Estoy muy orgulloso de ti— escuchó decir entonces a William tras ella y se volvió a mirarlo—has superado tanto... eres una verdadera guerrera— levantó su copa— ¡a tu salud! Presiento que a partir de hoy la vida solamente te depara cosas buenas. Y te lo mereces. 

Los ojos de la joven se humedecieron. 

—Nunca lo hubiera logrado sin ti... sin ustedes. 

—Ven aquí hermanita. —William abrió los brazos y ella corrió a su pecho. En medio de aquel abrazo, llamaron a la puerta.—Escucha—dijo su hermano—ya están ahí por ti. 

Ella se despidió y salió. 
El lugar de la fiesta sorprendió bastante a Camila. Tal parecía que todos los notarios y abogados de Londres estuvieran ahí reunidos. Era el mismo mundo frío, prepotente y maquillado que ella no aguantaba pero ahora debía acostumbrarse al mismo, pues ya formaba parte de él. Kindle la llevó de su brazo todo el tiempo mientras le presentaba a mucha gente influyente y poderosa del mundo de las leyes. Ahí estaban los mejores licenciados de derecho penal de todo el mundo. Camila pensó en Dereck y le pareció raro y a la vez un alivio que ninguno de ellos estuvieran ahí. Después del discurso de Kindle fueron a comer y hacer un brindis. Muchos hombres guapos se acercaron a ella pero se limitó a sonreír. Participó de un acalorado debate sobre la pena de muerte y se llevó la admiración de sus colegas. Al finalizar la velada, Kindle la condujo al auto que la llevaría de regreso y entonces le hizo una propuesta que la dejó temblando. El hombre la escudriñó con sus sagaces ojos al percibir su reacción. 

—Ten en cuenta, señorita Thompson, que tengo un don especial para descubrir talentos y tú eres uno. Si aceptas este trabajo, no sólo trabajaremos juntos, sino que lo haremos en la firma más prometedora de Boston, te codearás con los mejores penalistas y aprenderás un mundo. La experiencia que ganes te servirá para crear tu propia firma en unos años si lo deseas. Te digo que nuestro país, es la cuna del derecho y el empleo es tuyo... si lo aceptas.

 Al concluir le guiñó un ojo y le entregó su tarjeta. Entonces se despidieron. 
Camila estuvo desvelada casi toda la noche. La propuesta de Kindle no la dejó pegar un ojo. Ella tenía pensado volver a América pero no a Boston. Ese lugar era prohibido para su corazón. Sin embargo, la idea de trabajar en aquella firma con Kindle, la seducía demasiado. Casi al amanecer decidió buscar información acerca de McCarfrost, y se metió a la página web. Nada más hizo entrar y el teléfono se le cayó de las manos, y retrocediendo, cayó sentada sobre la cama con los ojos fuera de sus órbitas y el corazón a todo dar. Dereck Mcdowell era el presidente de la firma de abogados McCarfrost y entonces comprendió el significado del nombre, Kevin Carter y Eduard Frost eran sus socios. Cuando se hubo recuperado un poco volvió a tomar el teléfono y leyó con avidez. Era un bufete súper exitoso. Solamente había dos mujeres abogadas en él y gozaban de la nada despreciable cifra de un 97 por ciento de casos ganados. Dereck ya no fungía como abogado, sólo raras veces, sino que se limitaba a ocupar la presidencia. Al tener dominio de todo esto, la mente de Camila comenzó a volar y miró a su hijo que dormía plácidamente. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando pensó en el hecho de que le estaba negando a su padre. Un miedo terrible se apoderó de ella y se vio en el caso hipotético de aceptar el empleo. ¿Dereck seguía soltero? ¿Aún pensaría en ella? ¿Querría saber de su hijo? La respuesta a todas las preguntas sería sí en el caso de que aún existiera aquel Dereck. Pero justamente su miedo radicaba en que ya no existiera. El alba le sorprendió devanándose los sesos ante la disyuntiva que la vida le presentaba. El destino era cruel e irónico, muchas veces la separó de él pero he aquí, parecía ahora mismo empeñado en acercarlos una vez más. Y eso la llenó de implacables dudas y mayor nostalgia.




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