Correr hacia ti

Capítulo 44. Boston.

Faltaban como cuatro horas de vuelo y Camila no podía con la ansiedad de su corazón. Daniel dormía a su lado y sonrió al acariciar sus cabellos negros como el ala de un cuervo. Su mente trabajaba a millón, sólo pensaba en lo que le esperaba. Se sentía asustada pero estaba convencida. Recordó entonces lo que le dijo su hermano cuando le contó que había aceptado aquel empleo. "-No quiero que vuelvas a decepcionarte y sufrir, te has recuperado de maravilla pero sé que no has olvidado a Dereck. Lo más probable es que incluso tenga una familia. Odiaría que te vuelva a lastimar porque entonces sí tendré que ir a Boston a ajustarle las cuentas". Pero ella lo convenció al decirle que no regresaba por él en absoluto. Esta oportunidad era única y haría despegar su carrera, además, quería que su hijo conociera a su padre y de eso ella sí estaba segura, él no lo iba a rechazar. Sabía que iba directo a meterse en la boca del lobo y a caminar sobre arenas movedizas. Un paso en falso sería fatal y Dani lo pagaría. Se repitió mil veces que ya Dereck no le importaba hasta que llegó a creérselo; pero ella no sabía, o tal vez sí?... que se engañaba completamente. 
Al desembarcar, vio a Melissa que le hizo señas a lo lejos con un montón de globos y flores. Luego de recoger su equipaje fue a su encuentro y se abrazaron. Seis años sin verse era mucho tiempo, siempre se mantuvieron en contacto pero ya, y ambas mujeres incluso lloraron de emoción. Melissa se agachó frente a Dani y lo observó complacida. 

—¡Cómo has crecido guapo, y por lo que veo cada día estás mas hermoso! —El niño sonrió con timidez, la conocía por videollamadas. Cuando la joven se incorporó miró a Camila. —No se parece más a él porque no puede—le susurró—ahora vamos, que debes estar muy cansada.

 Viajaron en la camioneta de Melissa hasta donde Camila había rentado un apartamento para ella y Dani. Durante el largo trayecto se pusieron al día y rieron bastante. El barrio, bastante lejos del centro de la ciudad se llamaba Readville y el bufete se encontraba a unos 20 minutos en auto. Melissa se quedó con Camila el resto del día para ayudarla a desempacar y organizarse un poco. Cuando Dani se durmió, las amigas se quedaron conversando en la terraza mientras bebían vino. 

—Todavía me parece mentira que estés aquí. Y más, que hayas aceptado ese empleo. Por Dios Cami... ¿no estás aterrada?

 La chica sonrió levemente y asintió. 

—Llevo semanas dándome terapia mental pero sé que cuando llegue el momento no será fácil. 

—Me sigue pareciendo una locura... 

—Lo sé, pero es un empleo demasiado bueno y la paga... ufff, no tendré problemas financieros y Dani estará seguro.

 Melissa sirvió más vino en su copa. 

—Dani estará bien—dijo—y cuando Dereck sepa que es su hijo, pues estará mejor. 

—¿Sabes que no estoy aquí por él, verdad?

 Su amiga se encogió de hombros. 

—Deja eso para los chicos cuando te vean aparecer y tengan un ataque. Te conozco y sé que aunque sea un poco viniste por él, aunque no tengas expectativas sé que no lo olvidaste pero eso ya lo sabía. 

Camila dirigió su mirada afuera y en sus ojos brilló una lágrima. 

—¿Cómo podría olvidarlo si cada día Dani me lo hace recordar? Pero ya no me lastima como antes y no espero nada de él. 

—Él cambió mucho... y ha tenido aventuras, aunque con la bruja terminó para siempre. Sin embargo, no hay ninguna mujer importante en su vida. Y aunque parece feliz, creo que tampoco te ha olvidado aunque es posible que te odie así que prepárate. 

Ambas mujeres rieron. 

—Amor u odio... es casi lo mismo. Yo no hubiera puesto un pie jamás aquí pero la vida insiste en empujarme hacia él—Camila dio un sorbo de vino— pero Dani... él desea tanto conocerlo... Cuando me atreva a contarle, y lo vea; correrá a sus brazos llamándole papá. 

—Sí fue lindo eso de darle su foto y hablarle de él. El chico no tiene la culpa, ni de lo que te hizo la bruja de su madre cuando viniste estando embarazada a contarle y me consta que Dereck jamás lo supo. 

Camila sacudió la cabeza. 

—No quiero recordar aquello. 

—Dereck aún te buscaba como loco en aquel tiempo. 

—Sí— la joven torció la boca—pero bien que estaba con aquella mujer... 

—Eres boba, yo no lo defiendo... pero seguro había una explicación; lo vi sufriendo como loco con mis ojos. Más de una ocasión Kevin tuvo que ir a sacarlo de algún bar borracho. Te buscó por más de un año, gastó un dineral pagando a detectives que registraron el país de punta a cabo. Pero tú no me querías escuchar entonces y tu hermano le aseguró que jamás pondrías otra vez un pie en Londres. 

—Sólo hizo lo que le pedí. Yo de verdad juré alejarme para siempre, pero al final aquí me ves... 

—Escucha Cami, después que dejó de buscarte juró también que te olvidaría y decidió odiarte. Tú fuiste quien lo dejó... digo, lo merecía, pero lo pagó con creces. 

—¿Por qué mejor no cambiamos el tema?—pidió la más joven—ya sé que no volverá a ocurrir nada entre nosotros, es imposible que Dereck McDowell no me haya arrancado de su corazón. 
Se sentó en la cama y quedó un rato inmóvil. Su ancha espalda brillaba en medio de la penumbra de la habitación. Pasó una mano repetidas veces entre sus cabellos y se volvió a mirar a la mujer desnuda que aún dormía en su cama. Chasqueó la lengua como si recordara lo ocurrido durante la noche. Al ver la hora se levantó y fue a tomar una ducha. Estuvo largo rato bajo el chorro de agua, perdido en sus pensamientos. Su teléfono comenzó a sonar y reaccionó. Era Kevin. Habían acordado tener una barbacoa en la casa de uno de sus colegas. Salió a vestirse y la mujer que antes dormía sonrió al verlo aparecer en tanto se vestía. Se acercó a él y rodeó su cuello con sus brazos. Era preciosa. Lo besó y Dereck apenas le respondió. 

—Tengo que irme delicia— le dijo—me llamarás? 

Él asintió de mala gana. Ella acabó de recoger sus cosas y se fue deprisa tirándole un beso al aire. Cuando se quedó solo volvió a sentarse en la cama. No tenía ningún deseo de salir, hubiera preferido quedarse durmiendo pues trabajaba demasiado y ese domingo libre era un verdadero lujo. Pero lo volvieron a llamar y esta vez fue Eduard. Sin pensarlo más se vistió y salió. Vivía en un departamento de un edificio en el mismo centro de la ciudad. Le quedaba lejos del bufete pero no quería mudarse, se acostumbró a estar allí y la empresa de su padre, que ahora era suya, estaba mucho más cerca. Una vez en la barbacoa se relajó. Ahí estaban sus amigos y las mujeres de turno. Eduard era quien único no tenía a nadie. Seguía enamorado de aquella abogada y se veían furtivamente de vez en cuando pero en secreto pues ella se avergonzaba de salir con alguien más chico. Kevin y Melissa habían roto hacía casi seis meses. Ella lo dejó porque no sacaba nada en claro de él. Posponía una y otra vez su compromiso y llegó a hartarse. Él fingía que no le importaba pero seguía detrás de ella. 




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