Corroidos

Capítulo 3: El Límite del Deseo

La penumbra cobró vida alrededor de Andrei mientras las palabras de Azrael resonaban en su mente. Había cruzado una frontera invisible, un portal que lo conducía a un mundo que siempre había soñado, pero que había temido abrazar. Con cada latido de su corazón, la emoción y el miedo se entrelazaban, formando un tejido complejo de expectativa.

Azrael sonrió con una satisfacción casi palpable, como si hubiera anticipado este momento desde que apareció ante él. Con un gesto elegante, extendió su mano hacia la penumbra, invitándolo a seguirlo más allá del altar, a un lugar donde la realidad y el deseo chocaban.

Andrei vaciló un instante; su conciencia luchaba entre las enseñanzas que había seguido toda su vida y el ardiente deseo de experimentar lo desconocido. Sin embargo, el fuego que ardía dentro de él empujó sus pies a avanzar.

—Ven —susurró Azrael, su voz un suave eco que resonaba en las paredes de la iglesia. Al dar el primer paso, la oscuridad pareció moverse a su alrededor, envolviéndolo en un abrazo cálido, como si lo saludara como a un viejo amigo.

A medida que cruzaban el umbral hacia la sacristía, Andrei sintió un cambio en el aire. Las paredes estaban adornadas con símbolos antiguos que brillaban tenuemente, como si respiraran vida propia. La atmósfera era densa, cargada de promesas y secretos. Azrael se detuvo ante un espejo grande, cubierto de polvo, y con un movimiento de su mano desdibujó la superficie, revelando un mundo que parecía tan real como el que conocía, pero marcada por colores vibrantes que nunca había visto.

—Mira —dijo Azrael, sus ojos centelleando con un brillo sobrenatural—. Aquí es donde todo es posible.

Andrei se acercó al espejo, su reflejo distorsionado por la magia que emanaba de la superficie. En lugar de su imagen habitual, vio visiones de un mundo exuberante. Montañas de cristal, océanos de luz, y seres danzando en una celebración de amor y libertad. Su corazón latía con fuerza mientras las imágenes se entrelazaban en su mente, llenándolo de una intoxicante sensación de anhelo.

—Esto es solo el comienzo —murmuró Azrael, notando la fascinación en los ojos de Andrei—. Esto es lo que podrías tener, si eliges dejar atrás tus ataduras. Este es un lugar donde el amor no tiene límites ni juicios.

El joven sintió que el aire se espesaría con cada palabra. A pesar de las imágenes brillantes en el espejo, un nudo de duda se formaba en su pecho. Se dio cuenta de que estaba a punto de desprenderse de todo lo que había conocido, de la fe que había sido su guía. ¿Era realmente capaz de eso?

—¿Y si me pierdo? —preguntó, su voz temblorosa ante la tarea monumental de decidir su destino.

—Perderse es parte del viaje —respondió Azrael, su tono reconfortante y provocador al mismo tiempo—. A veces, debes dejar de lado lo conocido para descubrir quién eres realmente. Eres más fuerte de lo que crees, Andrei. Este mundo está hecho para aquellos que tienen el valor de perseguir sus deseos.

Las palabras del demonio reverberaron en su mente, ahondando en el fuego que ya ardía en su interior. Andrei podía sentir la ansia por liberarse, por explorar cada rincón de su ser que había mantenido reprimido. Era una lucha entre el deber y la pasión, entre lo correcto y lo deseado.

Azrael, percibiendo la confusión de Andrei, se acercó más, su presencia envolvente. —Te prometo que no estarás solo. Juntos, desentrañaremos los misterios de tu alma, exploraremos los deseos que has ocultado bajo la sombra de tu fe. Lo que quieres no es un pecado; es tu verdad.

Andrei sintió que el ecosistema de su ser se tambaleaba ante la gravedad de las palabras de Azrael. ¿Qué pasaría si permitía que ese deseo lo guiara? ¿Qué pasaría si dejaba de lado la culpa y se aventuraba fuera de los límites establecidos? La tentación era electrizante, una corriente que lo atravesaba de pies a cabeza.

Sin embargo, la figura de su fe se cernía sobre él como una sombra, recordándole todas las promesas, las enseñanzas, y la vida que había elegido. ¿Sería justo traicionar ese camino? La lucha interna se intensificaba, llevándolo al borde de un abismo del cual no podía retroceder.

Finalmente, respirando hondo, dejó que la decisión fluyera desde su interior. —Muéstrame... —repitió con firmeza, esta vez con una convicción renovada.

Azrael sonrió, y Andrei sintió que la oscuridad se abría ante él como un mar de posibilidades. —Entonces, acompáñame. Un viaje de descubrimiento comienza ahora.

Tomando la mano de Azrael, Andrei dio un paso hacia el espejo, sintiendo cómo la energía lo envolvía, llevándolo a un nuevo horizonte, a un reino donde los límites eran solo ilusiones. La noche se volvió más oscura, pero en su corazón, una chispa de esperanza y deseo comenzó a brillar con fuerza.




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