Andrei sintió que la energía lo absorbía mientras cruzaba el umbral del espejo. Un torbellino de colores y luces se desató a su alrededor, como si estuviera siendo sacudido por una tempestiva danza de auroras. En un instante, la penumbra de la iglesia se desvaneció y fue reemplazada por un paisaje indescriptible que parecía surgir de sus más profundos sueños.
Se encontró de pie en un campo vasto, donde las flores brillaban con matices que su mente nunca había podido concebir: rojos intensos, azules vibrantes y amarillos luminosos se entrelazaban en un lienzo natural que vibraba con vida. El aire estaba impregnado de dulces aromas de frutas y especias, y el sonido de un río cercano resonaba de manera melodiosa, como un canto de bienvenida.
—Bienvenido a Elysium —dijo Azrael, su voz sonando clara y profunda en medio de la sinfonía de la naturaleza. El demonio se movió con gracia, sus pasos dejando una estela de luces danzantes detrás de él.
Andrei observó la belleza que lo rodeaba con asombro, sintiendo un cosquilleo en su interior. Todo aquí parecía perfecto, como si el universo hubiera cobrado vida para adaptarse a sus deseos más íntimos. Sin embargo, una parte de él aún miraba este mundo con cautela, recordando sus miedos, sus dudas.
—¿Es real? —preguntó, mirando un árbol cuyas hojas brillaban como esmeraldas bajo el sol radiante.
Azrael soltó una risa suave y melodiosa. —La realidad es un concepto flexible, Andrei. Esto es tan real como tú decidas que lo sea. Aquí puedes ser quien realmente eres, sin las limitaciones ni los juicios del mundo que dejaste atrás.
Andrei sintió la tentación de dejarse llevar por esta nueva libertad, pero el eco de su vida anterior aún resonaba en su mente. Se preguntaba si podría despojarse de esa identidad que había llevado consigo durante tanto tiempo. A pesar de los arrestos de la culpa, ahora tenía la oportunidad de reescribir su historia.
—¿Y qué hay de mis decisiones? —inquirió, buscando claridad en la confusión que anidaba en su corazón. —Si quiero cambiar, ¿significa que debo rechazar todo lo que creía?
Azrael se detuvo y miró a Andrei a los ojos. Había una seriedad en su mirada que hizo que el joven sintiera un estremecimiento. —No debes rechazar nada, Andrei. La verdad no se trata de olvidar el pasado, sino de entenderlo y transformarlo. Cada experiencia, cada dolor, y cada alegría te han llevado hasta aquí. Este lugar no busca borrar tu historia, sino expandirla.
Andrei respiró profundamente, permitiendo que las palabras de Azrael lo envolvieran. La idea de aceptar su pasado y permitir que su deseo lo guiara era liberadora. Se dio cuenta de que cambiar no significaba renunciar a su esencia, sino abrazar nuevas partes de sí mismo que habían estado ocultas bajo el peso de la tradición y la expectativa.
—¿Qué se supone que debo hacer? —preguntó, ansioso por dar el siguiente paso en este viaje desconocido.
Azrael sonrió, sus ojos brillando con un conocimiento profundo. —Explora, busca tus deseos y escucha lo que tu alma anhela. Aquí, las fronteras son ilusorias, y las experiencias que elijas definirán quién eres. Mis poderes te guiarán, y juntos descubriremos lo que realmente significa vivir sin ataduras.
Andrei sintió que el fuego en su interior se avivaba. Con cada palabra de Azrael, la emoción y la curiosidad comenzaban a superar su miedo. Un destello de determinación substituyó a la vacilación mientras miraba a su alrededor, listo para embarcarse en esta aventura.
Con un gesto, Azrael le indicó un camino que se perdía entre árboles brillantes. Andrei, con el corazón palpitante, dio su primer paso hacia lo desconocido, adentrándose en un mundo donde lo imposible era solo el principio.
A medida que avanzaba, las flores se inclinaban ante él, como si reconocieran su presencia y celebraran su llegada. Todo parecía estar conectado en una danza mágica, mientras los ecos de risas y música flotaban en el aire.
—Escucha —dijo Azrael, señalando hacia adelante. —Las voces de aquellos que han encontrado su camino. Ellos también han cruzado el umbral del deseo.
Andrei prestó atención. Las melodías se entrelazaban, revelando historias de amor, aventura y descubrimiento. Era como si los susurros del mundo lo llamaran, prometiéndole respuestas, pasión y la verdad que tanto había buscado.
Mientras continuaba su travesía, cada paso se sentía más ligero, más seguro. La libertad que había anhelado durante tanto tiempo comenzaba a brotar dentro de él, y aunque la incertidumbre siempre acechaba, Andrei sabía que había dado el primer paso hacia un destino que iba más allá de lo que jamás había imaginado.
Junto a Azrael, comenzó a comprender que el verdadero viaje no solo implicaba explorar un nuevo mundo, sino también desentrañar los secretos de su propia alma. La aventura apenas comenzaba, y con ella, la promesa de una transformación que cambiaría su vida para siempre.