Corroidos

Capítulo 10: El Laberinto de los Anhelos

Cuando Andrei cruzó el portal, sintió que su cuerpo era envuelto por una corriente de energía cálida. Fue como ser arrastrado por un río de luz, mientras sus sentidos eran inundados por sensaciones nuevas y desconocidas. Cerró los ojos, dejándose llevar, hasta que el flujo se detuvo repentinamente. Cuando abrió los ojos, se encontró en medio de un vasto y enigmático laberinto.

Las paredes del laberinto no eran de piedra, sino de cristal que reflejaba imágenes en constante cambio. En algunos paneles veía momentos de su pasado: recuerdos de su infancia, de los días felices en su aldea, y de los momentos que prefería olvidar. En otros, se proyectaban visiones de futuros posibles, pero eran fragmentos confusos y distantes que se desvanecían si intentaba enfocarse demasiado.

—¿Dónde estoy? —preguntó en voz alta, aunque no esperaba respuesta.

El eco de su propia voz le devolvió un susurro: "En el Laberinto de los Anhelos."

Andrei giró sobre sus talones, buscando a Azrael, pero estaba solo. Solo entonces reparó en un detalle inquietante: su reflejo en los paneles no coincidía con sus movimientos. En un momento, su reflejo caminaba hacia adelante, mientras él permanecía quieto. En otro, veía una versión de sí mismo que parecía más segura, más fuerte, más libre.

—¿Qué se supone que debo hacer aquí? —murmuró, tocando uno de los cristales. Este vibró bajo sus dedos y mostró una escena que lo dejó sin aliento: estaba de pie en un lugar desconocido, rodeado de personas que lo miraban con admiración, como si fuera un líder o un salvador.

—¿Es esto lo que deseas? —preguntó una voz detrás de él.

Andrei se giró rápidamente y encontró a una figura envuelta en sombras. Sus ojos brillaban con un resplandor plateado, y su presencia era a la vez intrigante y desconcertante.

—¿Quién eres? —preguntó Andrei, retrocediendo un paso.

—Soy el Guardián del Laberinto —respondió la figura, avanzando lentamente. —Mi tarea es guiarte, pero también ponerte a prueba. Este lugar no es solo un reflejo de tus anhelos, sino también de tus dudas y miedos. Si quieres salir, debes enfrentarlos.

Andrei tragó saliva, sintiendo un nudo en el estómago. —Ya he enfrentado mis sombras. Pasé por el Portal de los Destinos. ¿Qué más tengo que demostrar?

El Guardián inclinó la cabeza, como si considerara su respuesta. —Las sombras del pasado son un peso, pero los anhelos del futuro pueden ser igualmente peligrosos. Aquí, debes decidir qué deseas realmente. Y más importante, si estás dispuesto a pagar el precio.

Antes de que Andrei pudiera responder, el Guardián desapareció, y el laberinto pareció cobrar vida. Los paneles comenzaron a moverse, formando nuevos pasillos y cerrando otros. Andrei entendió que no había otra opción: debía avanzar.

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Mientras caminaba, las imágenes en los cristales se volvían más personales, más íntimas. Vio una escena en la que estaba con Alina, ambos sonriendo bajo un cielo estrellado. En otra, se veía a sí mismo junto a Azrael, compartiendo un momento de conexión profunda. Estas visiones lo llenaban de una mezcla de anhelo y confusión.

—¿Son estos mis deseos? —se preguntó en voz alta. —¿O son simplemente ilusiones?

El laberinto no respondió. Solo le ofreció más caminos, más decisiones que tomar.

En un cruce, Andrei vio dos paneles que mostraban futuros opuestos. En uno, estaba solo, pero su rostro irradiaba paz y satisfacción, como si hubiera encontrado su propósito. En el otro, estaba rodeado de personas que lo seguían con devoción, pero había una sombra de duda en sus ojos.

—¿Qué camino debo elegir? —preguntó, sintiendo que la presión lo abrumaba.

Una risa suave resonó a su alrededor, y la figura de Azrael apareció a unos pasos de distancia. El demonio se apoyaba contra una de las paredes de cristal, observándolo con una mezcla de diversión y seriedad.

—Esa es la cuestión, ¿no? —dijo Azrael, cruzando los brazos. —El laberinto no te dará respuestas. Solo te mostrará lo que ya está dentro de ti.

Andrei frunció el ceño, frustrado. —Entonces, ¿cómo salgo de aquí? ¿Cómo sé qué deseo es el correcto?

Azrael se acercó, su expresión suavizándose. —No se trata de elegir el deseo "correcto," Andrei. Se trata de aceptar lo que realmente quieres, sin miedo al juicio ni a las consecuencias. El laberinto es un espejo, pero la decisión siempre será tuya.

Andrei bajó la mirada, considerando esas palabras. Sabía que Azrael tenía razón, pero también sabía que la respuesta no sería sencilla. Respiró hondo y levantó la vista, enfrentando de nuevo las imágenes del laberinto.

—No quiero vivir una vida dictada por el miedo —dijo finalmente. —Quiero ser libre, no solo de mi pasado, sino también de mis propias dudas. Y quiero tener la fuerza para crear un futuro en el que pueda ser yo mismo.

Las palabras resonaron en el aire, y el laberinto comenzó a cambiar de nuevo. Esta vez, las paredes de cristal se desvanecieron, revelando un cielo abierto y un camino que llevaba hacia la luz.

Azrael sonrió, colocando una mano en el hombro de Andrei. —Esa es una buena respuesta. Vamos, aún queda mucho por explorar.

Juntos, avanzaron por el sendero que los sacó del laberinto, dejando atrás las dudas y entrando en un nuevo capítulo de su viaje. Andrei sentía que, aunque todavía tenía mucho por descubrir, había dado un paso importante hacia la libertad que tanto anhelaba.




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