Cosas que pasan, pasan que cosas

Suspiros

Me llamo Sofía, y esta es la historia del amor más intenso que tuve y de cómo casi me destruyó.

Conocí a Diego en el verano que prometía ser el mejor de mi vida. Tenía diecisiete años y sentía que el mundo se abría ante mí, que todo estaba por comenzar. Y entonces ahí estaba él, con su sonrisa fácil, su manera de hablar, como si ya supiera todas las respuestas, y esos ojos que parecían esconder secretos que yo moría por descubrir.

Nos enamoramos rápido, sin reservas. Era de esos amores que queman, que te hacen vida, que hay un mundo fuera de él. Diego se convirtió en mi refugio, en mi todo. Me hacía sentir como si fuéramos protagonistas en un historia épica, de esas que dejan cicatrices y se recuerdan para siempre. Pero, hay algo que nadie te dice sobre los amores así, cuando se rompen, no se desvanecen suavemente, se desgarran. Te arrancan algo de adentro.

Los primeros meses fueron perfectos. Nos escapábamos en su moto a la playa de noche. Me enseñó a fumar a escondidas en su habitación y hablábamos hasta que el amanecer nos sorprendía con la realidad.

Pero luego… algo cambió.

Diego comenzó a desaparecer en momentos extraños. A veces se quedaba en silencio con la mirada perdida.Y cuando le preguntaba qué pasaba, solo sonreía y me decía: “no es nada, tonta. No me mires así.”

Yo quería creerle. Pero no podía ignorar la sensación de que había algo que él no me estaba diciendo.

Hasta que una noche su teléfono vibró mientras dormía a mi lado.

Un mensaje iluminó la pantalla:

“le dirás la verdad a Sofía o lo haré yo?

Mi cuerpo entero se congeló.

El miedo es un instinto poderoso. Mi corazón me decía que me alejara, que no quería saber la verdad, pero mis manos ya estaban alcanzando su teléfono.

Deslizando la pantalla, lo desbloqueé con la facilidad de quien ya conoce demasiado bien a la persona que ama. Y entonces lo vi. Mensajes, decenas de mensajes con una chica llamada Valeria.

Las palabras me golpeaban como golpes en el pecho.

“Te extraño”

“¿Cuándo nos vemos?”

“No le digas nada a Sofía. No quiero hacerle daño.”

Diego tenía otra vida. Otro amor. Y yo solo era la chica en la que él se refugiaba mientras trataba de sostener algo que ya estaba roto.

Me senté en la cama sintiendo el peso del mundo sobre mí. Mire a Diego dormido, respirando tranquilo, ajeno a la tormenta que había desatado.

Me fui sin hacer ruido.

Esa noche caminé sin rumbo. No lloré. No aun. Estaba demasiado vacía para llorar.

A la mañana siguiente, Diego me llamó, como si nada hubiera pasado.

-Buenos días, amor -su voz sonaba tranquila, casi feliz.

-Ya sé la verdad, Diego.

Hubo un silencio al otro lado de la línea. Luego, un suspiro.

-No es lo que piensas.

Reí sin ganas. ¿Qué otra cosa podría ser?

-¿Cuánto tiempo llevas con ella?

- Sofía…

-Respóndeme.

Otro suspiro.

-Desde antes de conocerte.

El vacío en mi pecho se convirtió en rabia.

-Me usaste?

-No… Yo te amo. Pero es complicado.

“Complicado.” Esa palabra me hirió más que cualquier insulto.

Colgué. No quería escuchar más.

Pasé días intentando entenderlo. Preguntándome cómo alguien que había que me había hecho sentir tan especial podía haberme mentido así.

Pero entonces, un mensaje llegó a mi teléfono.

Número desconocido.

“No es lo que crees, necesitas saber la verdad.”

Mi piel se erizó.

Me citaron en una cafetería, y aunque todo en mi gritaba que lo ignorara, fui.

Cuando llegué, vi a una chica con el rostro tenso y los ojos cansados. Valeria.

-Sofía -dijo-, sé que me odias, pero quiero que sepas la verdad.

No respondí. Sólo la miré.

-Diego no estaba conmigo por amor -dijo en voz baja-. Estaba atrapado.

Fruncí el ceño.

-¿Qué?

-Mi familia y la suya tienen negocios juntos. Mi padre le prestó dinero a su familia y cuando no pudieron pagar, su única opción fue… quedarse conmigo.

Las palabras tardaron en entrar en mi cabeza.

-Estás mintiendo.

Valeria negó con la cabeza.

-El te ama, Sofía. Lo sé porque cada vez que está conmigo, su mente está en otra parte. Contigo. Pero no podía dejarme.

Me levanté de golpe.

-No. No, no puedes venir a decirme esto como si fuera una historia de amor imposible. Él me mintió. A las dos. Valeria no dijo nada. Solo me miro. Me miró con lástima.

Me fui de ahí sin mirar atrás.

Nunca volvió a responderle a Diego, no me importaba cuánto me llamara, cuanto intentara explicarse. Yo ya no quería respuestas.

Lo último que supe fue que se fue de la ciudad.

Quizás intentó arreglar su vida, quizás solo yo nunca lo sabré.

Pero hay algo que sí sé.

El amor no debería sentirse como una cuerda apretándote el cuello. No debería dejarte sin aire.

A veces, las personas nos hacen suspirar… también nos dejan sin aliento de tristeza.

Y esa fue La Última Vez que suspire por Diego.




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