Coven 1: El despertar.

Capítulo III

-Caleb:

Después de haber dejado a mi nueva bruja en su aula correspondiente me dirigí a la mía. Los guardias damos clases prácticas en el exterior, a menos que llueva. Bueno, siendo sincero muchas veces el clima no es un impedimento para que se realicen al aire libre. La preparación que debemos superar siempre ha sido sumamente dura y sin el menor miramiento. Nuestros padres pasaron por ello y asimismo lo harían sus hijos y nietos. Trabajar duro, prepararnos para las peores condiciones y un arduo entrenamiento militar es lo que nos capacitará para el futuro. A diferencia de a quienes protegemos, no tenemos tres años de escuela, sino cuatro. El primer curso es una base, todas las lecciones son teóricas. Estudiamos tanto a los brujos, como el pasado de nuestra raza. Nos enseñan la magia básica que somos capaces de manipular; la transformación en animal, creación de escudos y sanación. Otra asignatura trata de hechizos y pociones. No los podemos usar, pero teniendo en cuenta que nos vamos a pasar la vida cerca de un brujo es mejor tener ciertos conocimientos. En ese año lo idóneo es ponerse las pilas y comenzar en el gimnasio, aunque la mayoría de los guardianes iniciamos con los deportes y artes marciales a una temprana edad.

Todos sabemos lo que seremos en un futuro. Cada uno de nosotros viene al mundo con una marca en nuestro cuerpo. Es similar a un tatuaje tribal y no existen dos iguales, pueden ser parecidas entre familiares directos, mas no idénticas. No todas las marcas son visibles a simple vista porque están ocultas por la ropa o el cabello. La mía, por ejemplo, se encuentra en mi antebrazo izquierdo. A pesar de esto no estamos preparados para entrar a la academia hasta que “despertamos”. Es ahí donde entra la transformación, como la habilidad de un brujo. Cuando (normalmente después de la mayoría de edad) nos convertimos en animal llega la hora de avanzar. Obtenidos los poderes también aumentan nuestras habilidades físicas; fuerza, velocidad, resistencia…

Tras terminar el curso base es hora de comenzar el año oficial, empieza lo duro. Te asignan un brujo al que cuidar, eso para empezar. A las ocho de la mañana ya debes de estar en el patio para iniciar el calentamiento y de ahí la rutina de ejercicios, luego siguen las artes marciales, armas y magia. Todo guardia debe de saber crear a la perfección campos de protección y usar sus poderes curativos.

El segundo curso es doblemente difícil. A las siete de la mañana ya hay que estar calentando y las materias que diste en primer año aumentan su complejidad.

En el tercer curso, a las seis en punto de la mañana, ya estamos dando unas cuantas vueltas al campo. Etapa final, el último paso para dejar la academia y ser libre, salvo que te enlaces a un brujo, claro. En ese caso tu vida solo sigue a la de tu protegido. El grado definitivo es casi imposible de soportar, en ese estaba yo. Al encontrarme en tercero me tocaba como profesor el guardia enlace de Luna, Silas Sallow. ¡Spoiler! No es agradable tenerlo de maestro.

— ¡Al fin llegas! ¿Dónde estaba la clase de tu bruja? — Me dio un escalofrío al escuchar esa voz grave y que pondría a temblar al mismo Satán.

Un hombre, que al menos me sacaba dos cabezas, se paró frente a mí y me dio una terrible mirada con su único ojo azul. Llevaba el pelo demasiado corto, así que el día antes seguramente se había retocado el corte militar que siempre usaba, también su barba rubia (de un tono más oscuro que su cabello) lucía recortada. Su rostro blanco estaba marcado por el mal humor, odiaba la impuntualidad.

—Lo siento, señor. La chica tardó en llegar al despacho de la directora. Procuraré que no se repita. —Silas, el guardia enlace de Luna, era el profesor de tercero y daba algunas clases a los de segundo, preparándolos así para el último paso.

—Más vale que lo hagas o terminarás como tus compañeros —Silas señaló con la cabeza a tres chicos que corrían por el patio.

Como cada día, Silas permanecía serio y nos trataba de forma estricta. Nunca nadie había vivido para ver una sonrisa o una simple mueca en la cara de ese hombre. Eso, sumando el parche que usaba en su ojo derecho y la marca en su cuello, siempre lograba darle un aspecto intimidante, por lo que ninguno de nosotros se acercaba a él fuera del ámbito escolar. Nos encargábamos de mantener una relación muy fría de profesor y alumno. Las chicas pensaban diferente, todas querían pasar al menos unos segundos con el maestro.

— ¡Sí, señor! — respondí con firmeza. Él asintió para luego darse la vuelta y comenzar a gritarles a los estudiantes, era como estar en el ejército.

—Así que ya tienes bruja. —Harding apareció —. Espero que no te haya tocado uno como el mío. —El chico de piel blanca deshizo la coleta que sostenía su corta melena castaña para rehacerla, debido al entrenamiento quedó hecha un desastre.

—Cualquiera es mejor que Kasper —le respondí mientras me quitaba la chaqueta deportiva, dejando así ver mi marca de guardián —. Y hablando de tu chaval, debes saber que es el compañero de habitación de la mía. —El chico de ojos castaños miró al suelo y guardó silencio por unos breves instantes.

Harding y Kasper no tenían una buena relación. El que le asignaron meses atrás era una persona sumamente desagradable, no obstante, los cambios no estaban permitidos en Coven, ya que si te llegas a enlazar no podrás modificarlo. En la escuela nos preparaban para cualquier circunstancia y esa era la primordial. Nuestra obligación sería cuidar de nuestro enlace por mucho que lo odiáramos. Lo de Harding y Kasper solo era un ensayo para un posible futuro muy trágico. El guardián al que sacaba unos cuantos centímetros vivía amargado con el tema de su brujo. Se notaba a leguas, y eso que nunca fue fácil leer sus expresiones faciales, su rostro pocas veces era perturbado por algo.




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