Coven: El secreto de Lilith

Prólogo

En mis recuerdos tengo archivadas las palabras claras y precisas de mi madre, ella siempre dice que debemos mantenernos lejos de la civilización, que nuestra dinastía no es aceptada por nadie que viva afuera; que ellos jamás nos aceptaran por lo que somos, que cuando tengan la oportunidad de cazarnos, nos quemaran como ramas secas sin importarles nuestro sufrimiento. Siempre me ha dicho que en este mundo solo puede sobrevivir uno y que ese uno debemos ser nosotros. Ella me cree una persona fuerte y me ha creado para eso, trato de demostrarle a cada segundo que lo soy y que nada podrá dañarme nunca, que no debe preocuparse por mí, pero ella aún me ve como a su pequeña de hace diecisiete años atrás. Me protege demasiado, porque tiene miedo de que me equivoque como lo hizo ella.

—Involucrarse con el hombre solo trae desgracias —dice al mismo tiempo que muele sus hierbas en su pilón de piedra.

— ¿Crees que soy una desgracia? —La cuestiono y ella deja de moler las hierbas para mirar.

—Gracias a Dios no eres como ellos.

Mi madre está llena de rencor, tiene un profundo odio hacia los humanos y todo porque ella cometió la equivocación de estar con uno. Jamás conocí a mi padre y ella jamás se ha molestado en presentarlo, mucho menos hablarme sobre él. A pesar de ser quien soy y lo que soy, he querido saber sobre él, sobre que le paso; pero ella se niega hablarlo, se niega a contarme ni siquiera lo más insignificante sobre. Solo se limita a decirme:

—No querrás saber que paso con él, me odiarías y no voy a permitirlo.

¿Que quiere decir con eso? No podría odiarla, es mi madre y la mujer que me ha enseñado a ser quien soy ahora, me ha mostrado todo lo que debo hacer para sobrevivir en este mundo ¿odiarla? No está en mis planes, aunque a veces quisiera hacerlo por no dejarme siquiera acercarme al pueblo, ella piensa que ir allá es un peligro mortal, pero no creo que ellos se den cuenta de lo que somos; no somos tan diferentes y ella piensa lo contrario.

Mis días en el Coven giran en torno a lo mismo; aprender a ser una guerrera, luchas, hechizos, magia, pactos y la creación de amuletos que según mi madre nos protegerán de todo y de todos. Estoy cansada y aburrida de todo eso, quiero hacer otras cosas, experimentar e ir al pueblo; salir del bosque por unos instantes.

—No estas concentrada. —Me dice la vieja Lana—. ¿En qué piensas?

Suelto un largo suspiro y dejo el amuleto sobre la vieja mesa de madre, para después observarla. No estoy segura de decirle en lo que pienso, porque estoy segura que me dirá que estoy loca y deje de pensar en eso.

—Nada —contesto encogiéndome de hombros.

—Bella ya me dijo que te vio cruzar el rio —Puedo sentir su mirada penetrante fija en mí.

—Solo fui a recoger hierbas y no me di cuenta cuanto me había acercado.

—Lilith, nadie en ese pueblo sabe que vivimos aquí. Hemos trabajado mucho por mantenerlo así.

Nuestros ancestros se han encargado de hechizar el bosque hacia mucho tiempo, y el aquelarre se ha encargado por mantenerlo así, el hechizo es muy poderoso y es una clase de hipnotismo. Los que viven en el pueblo no pueden entrar en nuestro círculo, muchos de los que visitan el bosque no pasan más allá del río, el hechizo hace que ni siquiera piensen en cruzar el río y siempre los veo hacer acampar y hacer sus fiestas del otro lado. Siempre de lejos.

Pero ese día no cruce el río sin darme cuenta, lo cruce porque quería ir más allá, pero me detuve cuando Bella me llamo del otro lado y tuve que volver. Le pedí que no dijera nada, pero al parecer es tan bocona que ni siquiera puede hacer un pequeño favor como ese.

—Creo que termine —digo dejando la pulsera sobre la mesa.

—Ahora debes hechizarlo —dice Lana. Suelto un suspiro—. ¿Para qué lo usaras? —Me pregunta.

—Ya tengo tantos hechos por mi madre, que ya no se para que utilizarlo —digo encogiéndome de hombros.

Entonces se me ocurre una idea, usar la pulsera para mis propios propósitos. Me quedo callada al momento en que mi voz interna me habla para que pueda hechizarla y solo observo el alambre dorado en forma de círculo, con el pequeño símbolo de wicca y dos lunas colgando sobre este. Posicione mi mirada ámbar sobre el objeto y susurre casi en silencio:

—Tantum, tantum, tantum, discedite a me et custodiunt.

La pulsera brillo sobre la palma de mi mano por unos cortos segundos y luego volvió a su normalidad. Lana solo observo en silencio y su ceño se frunzo cuando la colgué en mi mano derecha. En mi rostro yace la más grande sonrisa y en el de ella, una confusión absoluta.

— ¿De dónde sacaste ese hechizo? —Sus ojos marrones me miran inquietos.



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En el texto hay: romance, brujas, magia

Editado: 22.02.2018

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